Hace algunos años, sobre todo en tiempos de crisis, siempre que las cadenas de televisión decidían enfrentar a dos ficciones en prime time, muchas era las voces que surgían en redes sociales lamentando estas guerras porque iban en contra del sector.
De hecho, debido a la mala situación de la industria, muchas veces la justificación para desear el triunfo de una ficción era el miedo a que se perdieran 70 u 80 empleos. No importaba la calidad, la excelencia. Eso, paradójicamente, era secundario.
Las guerras televisivas han hecho evolucionar a nuestra ficción en los últimos años
Sin embargo, era la única manera posible para que nuestra ficción evolucionara. Era la manera natural, con datos de audiencia en la mano, de desterrar series con fórmulas rancias que se convertían en un verdadero obstáculo para nuevos creadores. Así ocurrió en el cine y así debía ocurrir en nuestra televisión.
Y así, gracias a ello y al establecimiento de una potente critica televisiva, series tan mediocres como Bienvenidos al Lolita, Aquí paz o después gloria, Dreamland, Alatriste, iFamily o Reinas fueron expulsadas de nuestra televisión.
Y lo mismo parece que ocurre ahora con la nueva serie de La 1, El Continental. Después de haber sido masacrada por la crítica y tras haber anotado un débil 10,4% y 1.523.000 espectadores, la cruenta guerra entre Vivir sin permiso y Palmeras en la nieve le ha hecho caer a un ridículo 5,7% de cuota y 793.000 espectadores.
La pelota está ahora en el tejado de la cadena pública. ¿Puede mantener una serie en prime time con esos datos después de que hace sólo una semana retirara Sabuesos de su programación tras haber caído a un 6,6% y 961.000 espectadores? ¿Puede mandar al late night una serie por la que pagará unos seis millones de euros? ¿Se hará alguien responsable de este despilfarro?
Hace unas semanas, directivos de la cadena pública se preguntaban por qué sus series no alcanzaban buenos datos en sus estrenos. La respuesta es bien sencilla. Durante los últimos años, en la Corporación se han concedido contratos a productoras simplemente por amistad. Con la renovación de RTVE es urgente que se dejen atrás estas prácticas y que se empiece a contar con unos estándares de calidad que eviten que se den a luz a determinados productos que luego la audiencia termina desahuciando.