Este jueves, durante la presentación de la segunda temporada de Élite en Madrid, uno de sus creadores, Carlos Montero, contaba que para las nuevas incorporaciones querían actores que fueran “buenos, inteligentes y que estén buenos, sean guapos y tengan carisma”.
“Lo bonito de Élite es que es una serie que es consciente de lo que es. Y lo exprime muy bien”, decía después Miguel Bernardeau cuando se le preguntaba por ello en los junkets posteriores.
Y así es. Élite es lo que es. No pretende ser nada más. Para eso ya tenemos otras series como Euphoria. De hecho su nombre lo dice todo. Es una serie de guapos, de buenos cuerpos. En definitiva: una serie de fácil y rápido consumo.
Su nombre lo dice todo: es una serie de guapos, de buenos cuerpos
De ahí que, cuando se lanzó su primera temporada, los compañeros de Vertele dijeran de ella que era el Big Mac de Netflix. Y no les faltaba razón. Sólo que yo hubiera elegido mejor un Big King. Élite es esa hamburguesa gigante que devoras e incluso saboreas en un domingo de resaca. Ese placer culpable necesario.
Pero, ¿y qué pasa con la segunda temporada? Pues aprovechando esta comparativa, Élite sigue siendo una serie de fácil y rápido consumo. Sin embargo, ya no la disfrutas igual. Ya no es un Big King. Ahora es algo así como esa hamburguesa de un euro que te comes de camino a casa tras una noche de fiesta. Es una hamburguesa para salir del paso, para tener algo en el estómago. O al menos eso es lo que uno piensa tras lo visto en sus dos primeros episodios.
¿Que volverás a por más? ¿Que le darás una oportunidad y verás la temporada completa? Evidentemente. Lo mismo que con las hamburguesas de un euro. Sin embargo, ya no te sacia igual. No es tan potente. Sientes que es más de lo mismo. La ves como esa serie para salir del paso en un fin de semana en el que no te apetece ver otras intensidades.
Los preocupantes niveles de producción
Tampoco ayuda a que, a pesar de haberse convertido en un fenómeno global y que Netflix haya afirmado que el presupuesto se ha incrementado, los niveles de producción en muchas ocasiones sean realmente preocupantes. Cementerios de cartón piedra, no, por favor.
En su favor hay que decir, no obstante, que los tres nuevos personajes son un gran revulsivo para la ficción, que encajan a la perfección desde el minuto uno, y que en los dos primeros capítulos se adivina que las tramas irán cada vez a más. Ojalá así sea.
En definitiva, Élite no tenía fácil mantener el listón en esta segunda temporada. No lo consigue -de momento-, pero tampoco es una hecatombe. Se deja ver y sigue siendo adictiva. Habrá que ver, sin embargo, cómo consigue mantener esta adicción en su tercera temporada.