En una sociedad en la que el ritmo de producción y de consumo es cada vez más acelerado y en la que las modas pasan sin apenas dejar tiempo para acostumbrarse, las tiendas de segunda mano se abren un hueco en el mercado para demostrar que existen otras formas de comprar. El gusto por estéticas concretas, de otras épocas o estilos diferentes a los que se encuentran en establecimientos comerciales convencionales; la preocupación por el medio ambiente o el comercio justo son algunas de las motivaciones para los consumidores atraídos por este mercado.
Libros, tecnología, moda, muebles u objetos de colección son solo algunos de los artículos que ofrece el mercado de la segunda mano, que se propone como alternativa al consumo desenfrenado, tanto en tiendas físicas como en plataformas online. Además, en todo el país existen organizaciones sin ánimo de lucro que promueven la compra de objetos usados, desde un punto de vista social y medioambiental.
Dentro de este mercado de productos usados, la moda se abre cada vez más espacio. Esta es una de las industrias más contaminantes por diversos factores: el transporte, el gasto desproporcionado de agua o los productos químicos utilizados en las plantaciones de algodón. Además, las modas son pasajeras y el tiempo de uso de una prenda es muy corto y muchas veces se desecha estando en buenas condiciones.
En establecimientos convencionales de venta de ropa, cada año se sacan varias temporadas, lo que supone una renovación continua que influye en las tendencias y que implica que lo anterior deje de 'estar de moda'. "Hay que parar un poco y volver a los diseños más elaborados y mejor pensados, y a un consumo que no sea tan rápido", en opinión de Amaia Mediavilla, quien regenta la tienda de estilo vintage 'Reviva', en la calle Rúa Oscura de Valladolid, desde hace algo más de dos años.
Este establecimiento vallisoletano está especializado en muebles y ropa de los años 50, 60 y 70, que resisten el paso del tiempo y que "siempre están en una línea temporal con una estética determinada, en perfectas condiciones y que merecen una segunda oportunidad, tanto por la calidad, como por el diseño", comenta, aunque en cuestión de moda, también se pueden encontrar prendas de otras etapas. No es así con los muebles, "que sí con exclusivamente de esa época".
Sin embargo, y a pesar de que en otros países u otras ciudades dentro de España el consumo de segunda mano ya ha comenzado a ser la primera opción para la gente, "en Valladolid, todavía es un poco reacia", aunque este tipo de locales siempre llaman la atención de visitantes y curiosos que buscan piezas únicas, así como de vallisoletanos que, "una vez que lo prueban, repiten".
En tiendas físicas como 'Reviva', el perfil del comprador medio es el de "mujeres de mediana edad, con un nivel económico medio-alto", ya que quizá los más jóvenes tienden a usar plataformas en Internet cuando quieren comprar productos usados.
Proyectos sociales
La segunda mano también es protagonista de proyectos por parte de organizaciones sin ánimo de lucro. Recientemente, abría sus puertas en Valladolid la tienda 'Moda Re', en la calle Labradores, impulsada por Cáritas, organización que cuenta con más de 100 locales de este tipo en todo el país y que el pasado diciembre, instaló contenedores por toda la ciudad con el objetivo de que las personas depositen en ellos la ropa que ya no necesitan o no utilizan.
El principal objetivo de este establecimiento es "el empleo y la inserción, puesto que somos una entidad de carácter social", explica Cristina Martín, gerente de la empresa Arco Iris Prolava, perteneciente a Cáritas, y gestora de la tienda. La labor de este local consiste en "recoger la ropa depositada en los contenedores y enviarla a una planta de tratamiento, donde es clasificada e higienizada. La que está en perfectas condiciones es la que llega a 'Moda Re', donde de nuevo se clasifica e higieniza, se le pone un precio y se vende". La entidad recoge más de dos toneladas de prendas al día de los contenedores vallisoletanos.
El local de Cáritas cuenta con alrededor de mil artículos expuestos, entre los que se encuentra ropa de mujer, de hombre e infantil, así como accesorios y calzado de todo tipo de marcas. Al contrario que en tiendas convencionales, en esta la muestra cambia todos los días, puesto que "prenda que se vende, prenda que hay que reponer". Además, en este tipo de establecimientos, las piezas son únicas, "no hay tallas, y cuando algo se vende se saca otra cosa totalmente diferente que no tiene nada que ver".
Aunque su clientela habitual también responde a un perfil de mujer de mediana edad, hay jóvenes que se animan a adentrarse en el mundo de la segunda mano, "para ver si encuentran algo económico, por compromiso medioambiental o por compromiso social", detalla Martín. En el lado contrario, se encuentran aquellos que todavía tienen la creencia de que lo que se vende en este tipo de tiendas está en mal estado. "Tenemos que ir hacia el consumo responsable en Valladolid y en el mundo entero, y poder aprovechar lo que se pueda volver a vender", recuerda la gerente.
En eso coincide la ONG Azacán, en la calle Carmelo del vallisoletano barrio de Delicias, que lleva casi una treintena de años trabajando por la cooperación y desarrollo, la sensibilización y educación para la ciudadanía; el comercio justo, ecológico y circular; la inmigración y la búsqueda de economías alternativas gracias a miembros y voluntarios, y que incluye entre sus ámbitos de actuación la promoción de la segunda mano.
Sobreexplotación
El presidente de la organización, Jesús Gómez Pérez, recuerda que "cuando tiramos una camiseta, no solo estamos tirando el kilo de algodón, sino también los siete kilos de pesticidas necesarios para cultivarlo, todo el combustible que hace falta para transportarlo y alrededor de 250.000 litros de agua. Aunque económicamente podamos permitírnoslo, como humanidad y planeta Tierra no podemos, porque estamos generando una sobreexplotación terrible".
Comprar ropa de segunda mano de cualquier marca "es una buena opción, pero lo mejor para nosotros es un consumo más responsable ambiental y socialmente, que dure bastante tiempo, entre otras cosas, porque cuando consumimos de esta manera, al final nos sale más barato", sostiene. Sin embargo, en nuestra sociedad, las modas cambian constantemente y no todos están dispuestos a mantener las mismas prendas durante años.
Azacán promueve una economía circular, pero a veces "nos quedamos en el reciclaje y hay muchos pasos previos que nos ayudan a tener un consumo más responsable y un impacto social y ambiental menor", explica Gómez. Y uno de esos pasos es la reutilización, a través de "la recogida y distribución de determinados objetos de segunda mano", que en la asociación se hace, principalmente, con libros.
Pero además de la reventa, la asociación ha encontrado otra manera de reutilizar productos: el rediseño, para lo cual Azacán lleva a cabo un programa que pretende "transformar los desechos que estamos generando de forma habitual en algo de uso, por ejemplo, un pijama se transforma en una cama para gatos", señala Gómez.
Además, la asociación desarrolla, desde el 2020, un proyecto de creación de bibliotecas sociales que ya ha llegado a países como Honduras, Bolivia, Perú, Costa de Marfil y la propia España, donde "en pueblos pequeños es una necesidad". En total, la entidad ha enviado 140.000 libros, todos ellos procedentes de donaciones.
Asociaciones, tiendas y proyectos que potencian el consumo de artículos de segunda mano cumplen una "labor de sensibilización fundamental, y otra muy importante de generar circuitos de comercialización alternativos que nos permitan tener un consumo más responsable", apunta el presidente de Azacán.