El pasado día 17 trascendió que Borja García Carvajal había sido cesado como gerente del PP de Castilla y León. Un hecho que ha pasado sin pena ni gloria, a pesar de las implicaciones políticas que conlleva.
El gerente regional y los gerentes provinciales son nombrados directamente por la dirección nacional. En consecuencia, el cese formal de García Carvajal hay que atribuírselo a la secretaria general, Cuca Gamarra, y, en último término, al propio presidente nacional, Alberto Núñez Feijóo.
Sin embargo, quien realmente sale beneficiado es el presidente del PP regional, Alfonso Fernández Mañueco, que va viendo pasar los cadáveres de sus enemigos. De todos eran conocidas sus desavenencias antiguas con García Carvajal, reflejo de la rivalidad profunda entre Mañueco (en la órbita de Mariano Rajoy) y el defenestrado Pablo Casado.
García Carvajal era el hombre de confianza de Casado en Castilla y León. Su nombramiento como gerente regional fue una imposición directa de Teodoro García Egea, que supuso apartar a Pedro Viñarás, un histórico del partido que accedió a dicho puesto a principios de los noventa, en los primeros años de la presidencia de Juan José Lucas, y se mantuvo en él hasta primeros de agosto de 2020, es decir, durante más de treinta años.
La designación de García Carvajal fue un agrio aceitunazo de García Egea en el rostro de Fernández Mañueco. Primero, porque Carvajal era el enemigo, el caballo hueco con el que Casado quería liquidar el imperio troyano de Mañueco en Castilla y León. En segundo lugar, porque su llegada suponía dar la extremaunción a una persona de su total confianza, cabeza de puente entre el nuevo PP de Mañueco y los mundos perdidos de Rajoy y Lucas.
El desacuerdo con la maniobra de Casado y Egea llevó a Mañueco a incluir a Viñarás en la nómina del Grupo Parlamentario Popular de las Cortes de Castilla y León con un salario cercano a los 6.000 euros mensuales, después de que el partido lo hubiera indemnizado ya con una suculenta cantidad. El hecho propició que Génova, 13 abriera un expediente interno al propio Mañueco.
Ahora, la operación ‘matar al ruiseñor Carvajal’ no solo tiene implicaciones a nivel regional, también en lo que atañe al PP vallisoletano, ya que desde hace años el gerente regional del partido lo es también de la estructura provincial de Valladolid.
No hay que olvidar que García Carvajal, expresidente provincial de NNGG y antiguo concejal del Ayuntamiento vallisoletano, optó a presidir el partido en Valladolid en unas encendidas primarias que perdió, finalmente frente a Jesús Julio Carnero, actual consejero de Presidencia de la Junta de Castilla y León, las cuales provocaron graves heridas en el seno del PP vallisoletano que, años después, siguen sin cicatrizar.
Justamente, Carnero se perfila ahora como uno de los potenciales candidatos a la alcaldía de Valladolid, con más posibilidades presumiblemente que Mercedes Cantalapiedra, que tiene en su contra su pasada filiación casadista. El problema es que a Carnero acaso le tiemblan las piernas y prefiere que sea otro/a quien se las vea con el socialista Óscar Puente.
La sustituta de Carvajal en la gerencia regional y provincial es ya Paloma Bonrostro, miembro del Comité Autonómico, es decir, persona de la máxima confianza de Fernández Mañueco.
La mano invisible de este para poner orden interno en el partido y afrontar en las mejores condiciones las municipales de mayo de 2023 parece estar también tras la ‘voluntaria’ dimisión del presidente del PP de León, Javier Santiago Vélez, con una breve presidencia marcada por las polémicas internas.
La renuncia de Santiago Vélez se justifica en el juicio que se avecina por presuntas irregularidades en las primarias de 2021 para elegir presidente del PP de León, y también en que ha sido encargado de que coordine las políticas nacionales del partido contra la despoblación.
Ambos argumentos parecen más bien excusas para justificar una salida pactada como parece, a cambio de continuar de momento en el Senado y aspirar el año que viene a presidir la Diputación de León.
Su sustituta es Ester Muñoz, actual delegada de la Junta de Castilla y León, es decir, otra persona del círculo de confianza de Fernández Mañueco.
En esta línea de reajustes internos, sigue pendiente el caso del presidente del PP de Salamanca, Javier Iglesias, que tiene que responder por la presunta financiación irregular del partido a nivel provincial durante las primarias de 2017 para elegir al presidente regional, cargo que recayó precisamente en Alfonso Fernández Mañueco.
Iglesias es a día de hoy el mayor problema para Mañueco. Sus torpes actuaciones (la enésima, retirar del orden del día del último pleno de la Diputación de Salamanca dos mociones del PSOE en las que se pedía su dimisión por el caso primarias y la de Juan García-Gallardo, Vox), unidas a su particular situación personal como profesional de la política, no hacen más que avivar polémicas, que acaban salpicando a la postre al propio Mañueco.
A mayores, su negativa a convocar el congreso del PP de Salamanca, el único pendiente en toda España, a pesar de que su mandato de cuatro años como presidente provincial del partido expiró en abril de 2021. El hecho ha propiciado una reclamación administrativa ante el PP nacional por parte de 140 militantes y una denuncia judicial, que tendrá su primer hito el próximo 14 de diciembre.
Pero el deterioro de la imagen de Mañueco o la de su partido poco parecen importar a Javier Iglesias, que antepone su beneficio personal a otras consideraciones. El problema es que Mañueco no puede hacer gran cosa al respecto ante un envalentonado Iglesias que se esmera, cada vez que se le brinda la oportunidad, en lanzar veladas amenazas en relación al caso primarias.
Así pues, todo indica que Mañueco está abaluartando las estructuras provinciales de su partido en Castilla y León y modelándolas a su imagen y semejanza, con la vista puesta en las elecciones municipales de mayo de 2023 y en lo que pueda surgir más allá.
En todos los movimientos internos se intuye su sombra alargada. El caso del relevo de Borja García Carvajal es el más evidente. Se deduce así que, en contra de quienes pensaban otra cosa, el pacto de gobierno con Vox en Castilla y León no ha mermado en absoluto sus relaciones con Génova,13 en la nueva etapa abierta por Alberto Núñez Feijóo, ni tampoco su poder en las estructuras regionales del partido. Feijóo le ha dado carta blanca para hacer y deshacer en Castilla y León. Lo que importa ahora son los resultados de las municipales.