Decía el filósofo francés Helvétius que la historia es la novela de los hechos, y a esto se ha acogido el escritor Santiago Macías, autor de 'El monte o la muerte', una novela que vio la luz en 2023 y recupera la increíble historia de Manuel Girón, un guerrillero antifranquista a quien la Guardia Civil dio por muerto hasta en tres ocasiones y finalmente murió traicionado.
La historia de Girón, un hombre que se volvió famoso contra su propia voluntad, oscila entre el mito y la realidad. Para algunos, solo fue un bandido que provocaba el caos en los pueblos de El Bierzo, mientras que otros le tienen por un auténtico héroe. Lo que resulta innegable es que no se puede entender el origen de la primera guerrilla antifranquista española sin él.
La historia de Girón, al que dieron por muerto hasta en tres ocasiones, es un relato de la historia de España y de la Federación de Guerrillas León-Galicia, aquella resistencia armada que se sublevó contra el régimen franquista y sembró el germen de un movimiento que más tarde se ampliaría a muchos otros puntos del país.
Una historia que parece de novela, pero es real
Manuel Girón Bazán, jornalero y miembro de UGT, nació un 16 de febrero de 1910, en León. Cuando estalla el golpe de Estado, se escapa un 25 de julio de 1936 al monte junto a su hermano José, con la intención de vivir escondidos en la comarca de Cabrera varios meses.
Posteriormente, decide embarcarse en el ejército republicano, en territorio asturiano. En octubre de 1937, cuando las circunstancias provocan que caiga Asturias y su hermano se traslade a Francia al ser gravemente herido, Girón vuelve al Bierzo y se refugia allí.
En abril de 1942 llega el gran acontecimiento: se crea la Federación de Guerrillas León-Galicia en un congreso cerca de Ponferrada, en la que Girón participa y donde tres jóvenes socialistas asturianos son los líderes que agrupan mayoritariamente a personas afines al PSOE, pero también a otros comunistas y guerrilleros sin ideología definida. "Narrativamente era muy potente, porque mezcla historia de mi tierra y un proceso heroico en la posguerra", cuenta el autor del libro.
Entre los líderes que participaron a la creación de aquel movimiento antifranquista destacaban otras figuras, como la de tres jóvenes socialistas asturianos. Ellos son Marcelino Fernández Villanueva, apodado como "El Gafas", que será el principal responsable de la Federación, además de Mario Morán y César Ríos, que son dos de los cabecillas que lideran la organización.
Desde su huida aquel 25 de julio del 36 hasta mayo de 1951, Girón resistirá en el campo y se convertirá en uno de los maquis más buscados del franquismo. Los testimonios reflejan que tenía un don de gentes inigualable, y que, aunque tenía menos formación que sus compañeros, lograba "hablar y entender el idioma de la gente de los pueblos".
Esta virtud carismática, que no puede enseñarse, hizo de Girón un auténtico líder, porque lograba que le escucharan y le hicieran caso. En este sentido, el escritor explica que admira el don de gentes de su protagonista: "Otros personajes, como Cesar Ríos y dirigentes de la guerrilla, tenían más formación pero no eran tan carismáticos ni entrañables".
El físico no era lo más impactante que tenía Girón, pero su carácter era suficiente para tener madera de líder. Macías cuenta que recuperó imágenes perdidas que no cambian la historia, pero arrojan más luz sobre este histórico personaje. Gracias a una fotografía tomada en Corporales, en 1937, se puede detallar el físico del mito: "Era bajito, medía 1m62, y era de complexión musculada y fuerte".
Girón puede compararse con otros guerrilleros de la guerra y la posguerra, como Sabaté en Cataluña, o Chaquetalarga en Extremadura, pero tiene algo especial que ningún otro guerrillero ha vivido. Por increíble que parezca, el protagonista "resucitó" tres veces, porque la Guardia Civil dictó su fallecimiento erróneamente, engrandeciendo así el mito del héroe antifranquista.
Las tres muertes ficticias de Girón y el golpe final de una traición
La leyenda de Girón, "un héroe que nunca pretendió serlo", como le define Santiago Macías, fue alimentándose no solo por su habilidad para salvar el pellejo en las numerosas emboscadas que le tendían, sino también por las tres veces que la Guardia Civil asumió su fallecimiento erróneamente.
La primera 'muerte' sucedió en 1940, tras un golpe de la guerrilla en Castropodame. En el periplo, murió un asaltante que fue reconocido días después como su hermano Manuel. En aquel momento, falleció uno de los atacantes. Este hombre fue reconocido días después por la hermana de Girón, Emilia, con el propósito de evitar así las torturas a las que el régimen franquista sometía a los familiares de los huidos.
Cinco años más tarde, en julio de 1945, ocurrió algo parecido en la localidad de Porto, en Zamora, cuando se enfrentaron varios guardias civiles y guerrilleros y murieron un fugitivo al que le explotó una bomba de mano. En aquel momento, la benemérita asumió que se trataba del cuerpo de Girón.
La tercera muerte ficticia de Girón fue el 24 de febrero de 1949, cuando murieron dos guerrilleros cerca de Ocero, en León, y uno de ellos fue reconocido por la Guardia Civil como Manuel Girón. En este caso, quien le identificó fue un falangista del mismo pueblo que él. El comandante al mando de la operación, Miguel Arricivita, fue condecorado con la Cruz de la Orden de Mérito Militar y nombrado hijo adoptivo de Ponferrada. Una celebración que tuvo un corto momento de gloria, ya que Girón apareció vivo de nuevo poco tiempo después.
El golpe final: una traición orquestada
La última y verdadera muerte de Manuel Girón fue responsabilidad de José Rodriguez Cañueto. El comendante Arricivita, completamente humillado por ser el responsable de la tercera muerte ficticia, decidió infiltrar a Rodríguez Cañueto, que para lograr su aceptación en el grupo, asesinó el 24 de abril de 1951 en su pueblo, Santa Eulalia de Cabrera, al presidente de la Junta Vecinal y a otra vecina del municipio.
En este asesinato le acompañaron dos guerrilleros que eran compañeros de Girón, y de los que se sospecha que estaban enterados de la operación diseñada por el comandante Arricivita. 48 horas después del suceso, el 2 de mayo de 1951, Rodríguez Cañueto asesinó a Girón de un tiro en la nuca por la espalda, atestándole el golpe final.
La muerte del mítico guerrillero se produjo en un refugio en León, entre Riego de Ambrós y Lombillo. Horas antes, el resto de compañeros del guerrillero berciano habían abandonado el lugar y ya nunca volvieron. Casualmente, ese día sus compañeros desaparecieron, y hoy en día aún hay muchas sombras en aquel final.
El propio escritor que investigó su vida reconoce que es extraño que sus colegas desaparecieran justo el día del asesinato:"Tengo la impresión de que hay gente a la que le interesaba que no se supiera nada", asevera.
Un ajuste de cuentas con su pasado y la historia de España
Una figura clave es el gran amor de Girón, Alida González, a quien se le achacó la culpa de haberle traicionado. Macías reivindica su figura y asegura que no fue así: "He querido hacerle justicia", asegura. Alida, madre de tres hijos, era la viuda de un concejal republicano al que asesinaron, y terminó siendo la pareja de Girón. "Cuando falleció el guerrillero, Alida firmó todo lo que le puso la Guardia Civil delante, pero eso no quiere decir que le traicionase", defiende.
Hay muchos personajes olvidados y otros tantos que continúan buscando a sus familias. La historia recogida por Macías es un homenaje a estos luchadores antrifranquistas. Cuando en 1945 acaba la segunda Guerra Mundial, el Partido Comunista les emplaza a quedarse en España sentenciándolos de muerte, mientras que los socialistas les recomiendan salir del país, algo que muchos no pueden llevar a cabo.
El cadáver de Manuel Girón fue enterrado en el cementerio del Carmen, localizado en Ponferrada. Cuando este camposanto fue trasladado a las afueras de la ciudad, varios años después, Alfonso Yáñez, el hijo de un histórico dirigente socialista ponferradino y enlace de la guerrilla, solicitó permiso al ayuntamiento para recoger los restos de Girón. El Consistorio se lo dio, y Yáñez los mantuvo en su casa hasta 1997, el año en que un sobrino del guerrillero finalmente los depositó en un nicho del nuevo cementerio municipal de Ponferrada.