Esta es la historia de 7.400 personas. Concretamente de 7.399 campistas y un párroco, Francisco Díez, más conocido como don Paco. Y es que hablar del Campamento San Lorenzo y su medio siglo de vida no tiene sentido sin su esencia absoluta, porque llamarle fundador se quedaría corto. En este 2023, uno de los campamentos más famosos de Zamora cumple 50 años de vida.
Una vida que es la de miles de niños (que ya no son niños) y la del propio don Paco, cuyo empeño, trabajo y sacrificio por iniciarlo y mantenerlo ha sido incansable. No ha habido puerta, administración y empresa de Zamora a la que este párroco no haya tocado para conseguir alguna mejora más para su querido campamento en Sejas de Sanabria. Una labor hecha con mimo y mucho empeño que se ha traducido en lo más bonito que don Paco podría soñar y es que el Campamento San Lorenzo es una familia con todas las letras.
Francisco Díez era el sacerdote de la Parroquia de San Lorenzo, en el barrio de Los Bloques, en Zamora capital. Allá por el año 1973, este párroco tuvo la idea de crear un campamento para los niños de su congregación, jóvenes de este barrio obrero de Zamora para que pudieran disfrutar del verano de una forma diferente y, de paso, hacer comunidad entre ellos.
Pero, ¿dónde podía llevarse don Paco a los pequeños? Fue una feligresa, que había sido maestra en un pequeño pueblo sanabrés quién le dio la idea: Sejas de Sanabria. Una pequeñísima localidad de la provincia, que actualmente apenas cuenta con 15 vecinos, y que descansa a orillas del río Negro, en un enclave privilegiado de la naturaleza zamorana.
Precisamente fue gracias a estos vecinos que los primeros campistas de San Lorenzo pasaron sus primeros tres veranos en Sanabria con colchones de paja y en las viviendas de los propios habitantes del pueblo. Así se fueron apañando don Paco y sus niños hasta que pudieran tener un albergue donde ubicar a todos los campistas.
Pero para eso hicieron falta muchas manos y, por qué no decirlo, mucho morro (en el buen sentido) por parte de este párroco. Don Paco pidió ayuda a todo el que pudo. Y algo debe tener que no encontró nunca un 'no' por respuesta. La primera piedra del albergue de Sejas de Sanabria se colocó el 11 de julio de 1976, en un terreno donado por los propios vecinos y el Ayuntamiento de la localidad. Pero antes de eso, don Paco se recorrió toda la provincia en busca de donaciones, ayuda y mano de obra que hiciera realidad su sueño.
"Una aventura en la que participó todo Zamora"
Así comenzó la 'Operación Ladrillo'. La Parroquia de San Lorenzo vendía talonarios cuyo valor equivalía a un ladrillo por aportación. Donaciones con las que don Paco fue comprando los materiales necesarios para, tres años más tarde, arrancar con las obras del albergue que, medio siglo después sigue en Sejas de Sanabria.
Pero la cosa no quedó ahí. El párroco visitó todas las empresas de Zamora que pudo. Constructoras, ferreterías, bodegas, comercios... Todo lo que fuera necesario para buscar aportaciones, económicas o en materiales, para hacer realidad el campamento. Un lugar hecho de la solidaridad y colaboración de buena parte de la provincia, hasta el punto de que las famosas literas donde durmieron durante décadas los campistas "se las pedí al Colegio Corazón de María, cuando todavía era internado, y me llevé 60". Lo mismo ocurrió con la cocina del campamento, retirada en aquellos años del Hospital Virgen de la Concha; o muchas de las sillas, que pertenecieron a la Diputación Provincial.
"Don Paco tuvo la visión del reciclaje y la reutilización antes de que se pusiera de moda", explica Raúl Alonso, uno de los monitores del campamento. También reaprovechó mesas, sillas y taquillas del antiguo cuartel militar (Campus Viriato) "y muchos armarios de la Universidad Laboral, que me enteré que no sabían que hacer con ellos y me presenté con la furgoneta para llevármelos", detalla el párroco.
Sin quererlo, don Paco se convirtió en un recolector de recuerdos de la propia Zamora. El campamento se hizo de retazos de la historia de la provincia, hasta el punto que aún utilizan dos tiendas de campañas procedentes del antiguo campamento militar de Montelarreina (Toro), que ahora se encuentra en pleno proceso de rehabilitación. "Los niños pasan un par de noches en estas tiendas, para que vivan la experiencia de dormir en tienda de campaña", y lo hacen en un pedacito de la historia de Zamora.
"Fue una aventura en la que participó toda Zamora", explica don Paco. Y es que a parte de materiales, hizo falta mucha mano de obra. Una construcción que llevaron a cabo los feligreses de la Parroquia de San Lorenzo, así como todos los vecinos de Zamora a los que don Paco consiguió insuflar su ilusión por un proyecto para los más pequeños. Y en este círculo sin fin de colaboración, el párroco explica que, durante la construcción, los padres de los niños que luego disfrutaron del campamento "traían la comida de casa y trabajaban de forma voluntaria, yo solo podía hacerles un seguro durante el fin de semana por si se accidentaban".
"Recuerdo que las hormigoneras venían de noche y los fines de semana, cuando terminaban en sus obras, pero era el único rato en el que nos podían ayudar", relata el párroco. Porque sí, aparte de a los vecinos de Los Bloques, don Paco contó con la ayuda de empresas de construcción de la provincia, que dedicaban sus horas libres para colaborar en la construcción. De hecho, hasta el arquitecto que se encargó del proyecto, Julián Gutiérrez, lo hizo de forma voluntaria para que sus hijos y luego sus nietos pudieran disfrutar de este campamento.
Y mientras los hombres ponían piedras para los 1.000 metros cuadrados de albergue, las mujeres de la parroquia tejían y bordaban pañuelos, tapetes y encajes para venderlos "de a peseta" y así conseguir fondos para continuar con la construcción. También ahorraban el dinero de las excursiones que se hacían con la parroquia y todo iba a un fondo para seguir con el sueño del campamento.
Una familia
Tras la construcción y las mejoras que, poco a poco, ha ido pudiendo añadir el párroco con el paso de los años, miles son los niños que han pasado por Sejas de Sanabria. Don Paco los tiene contados al detalle, no se olvida ni a uno. Ni ellos le olvidan a él.
Manuel Garrote es uno de esos niños que pasaron por el Campamento de San Lorenzo, y, además, sus abuelos formaron parte de la construcción del albergue. "Para mi es un tercer abuelo, una persona que me inspira mucho respeto, es más, es a la única persona que yo trato de don", detalla Manuel.
Este joven y prácticamente todos los que en algún momento pasaron por Sejas de Sanabria coinciden en que las amistades forjadas durante el campamento son de las más fuertes de su vida, por mucho que pasen los años. "Algunos de mis mejores amigos los hice allí y siguen siéndolos a día de hoy", responden Manuel, Raúl o David.
De hecho, estos tres y muchos más se convirtieron en monitores del campamento cuando tuvieron que dejar de ir como campistas por la edad. Al campamento pueden acudir desde los 8 y hasta los 14 años. Pero tal es la unión que se forja en estos doce días de campamento, que los que se hacen mayores se resisten a dejarlo ir. "Tenemos unas listas de espera para ser monitor más largas que las de algunas cofradías de Zamora", cuenta entre risas David Ruiz.
Puede que este sea otro de los secretos del Campamento San Lorenzo, que sus valores, sensaciones y tradiciones se transmiten por quienes antes lo vivieron. Una forma de hacer comunidad sincera y testada por 50 años de generaciones de niños que vivieron en Sejas de Sanabria los mejores veranos de su vida. "Es una desconexión total, por mucho que he viajado, nunca he sentido la tranquilidad que en el campamento", explica Manuel.
Y eso que la actividad semanal del campamento es frenética, con sus míticos rastreos, excusiones, actividades, talleres y juegos, que consiguen que los niños "no les dé tiempo a aburrirse". Pero también comparten "24 horas al día", lo cual lo hace todo mucho más intenso. "Se desarrollan ciclos de convivencia que no se dan, por ejemplo, en las amistades de colegio. Todo tiene que empezar y acabar en doce días. Así que si te gusta alguien o haces un amigo, todo se intensifica", relata Manuel. Los 80-90 niños de cada turno duermen, desayunan, comen, cenan y pasan todo el día juntos, lo que hace que "se generen una serie de ritos" casi únicos entre ellos.
Tanto es así que no solo del Campamento San Lorenzo han salido amistades, sino también matrimonios y no pocos. Hasta 21 parejas que se conocieron como campistas, luego fueron monitores y ahora, además, comparten su vida desde entonces.
Nada de móviles
Como suele ocurrir en muchas zonas de la Zamora rural, la cobertura brilla por su ausencia en Sejas de Sanabria. Los teléfonos móviles apenas encuentran un par de líneas de cobertura para poder comunicarse. Aunque eso no es demasiado problema en el Campamento San Lorenzo, ya que está completamente prohibido el uso de teléfonos móviles.
Cuando empieza su aventura campista, los niños tienen que dejar sus móviles en casa y pasarse 12 días de desconexión tecnológica total. Es parte de las enseñanzas de don Paco, la comunión con la propia naturaleza y con los que te rodean. Algo que, aunque pueda parecer impensable, los jóvenes aceptan y, con el paso de los días, "ya no lo echan de menos, porque no paran de hacer cosas".
Eso sí, algún listillo osa intentar engañar al párroco y ha colado algún teléfono. Pero medio siglo tratando con niños le ha enseñado algo de picardía a don Paco. "Una vez les pedí el número de teléfono con la excusa de poder enviarles al Whatsapp las novedades del campamento durante el año, y aproveché para ir llamando a los teléfonos y descubrir que algunos los habían escondido debajo de los colchones", explica.
Este año, el Campamento de San Lorenzo ha recibido una ayuda de la Diputación de Zamora para instalar Wifi por satélite en el campamento, para poder tener una conexión estable para el trabajo de los monitores. Pero Manuel prefiere una desconexión tecnológica. "Estos días me vienen genial, solo miro el móvil por la noche por si ha pasado algo y ya", detalla.
Este monitor y excampista cree que los pequeños no echan de menos los móviles o Internet porque "estás rodeado de gente, siempre con estímulos y desvinculado del entorno que te rodea, así que no tienes la sensación de que te estás perdiendo algo". Eso sí, por contrapartida, Raúl explica que ve como el día que termina el campamento "los niños le piden corriendo el móvil a sus padres".
La caza de gamusinos
Y entre estos 50 años de historia, miles son las anécdotas que se pueden contar de los veranos en Sejas de Sanabria. Sin duda para Manuel, una de las más divertidas la protagonizó junto a su hermana Paula, que es unos años más pequeña que él.
Una de las actividades más divertidas e históricas del Campamento San Lorenzo es la caza de gamusinos. Una pequeña broma que se le hace a los recién llegados, a los que se les hace creer en este mitológico personaje y que se organiza una cacería por los alrededores del campamento.
Pues tanto se metió Manuel en su papel, que su hermana Paula creyó que había muerto, o al menos quedado muy malherido, tras el ataque de un gamusino durante esta actividad. "Tuvieron que llevarla a la enfermería para que viera que estaba perfectamente, porque se asustó muchísimo y lo pasó fatal", explica.
También es parte del encanto del campamento que el niño de la litera de abajo aparezca con la cara pintada o la peculiar forma que tienen de "animar" a los nuevos a probar las frías aguas del río Negro: empujón y para adentro. De hecho, es algo en lo que coinciden todos, la temperatura del agua de ese río es lo único "malo" que recuerdan del campamento. Pero don Paco ya tiene un plan en marcha para eso y le cuenta todos los años (en broma) que está en proyecto colocar unos calefactores en el río para atemperar las aguas.
La exposición
Con motivo de este aniversario tan especial, uno de sus monitores, Raúl, empezó a macerar la idea de hacer una exposición de los 50 años de vida para recordar estos trabajosos inicios y el paso de los años. "Primero empezamos recopilando unas fotos y nos fuimos calentando", explica. Y tanto, los monitores guardan un archivo fotográfico de más de 4.000 instantáneas, de las que se mostró una pequeña selección del 11 al 27 de enero de 2023, en una exposición en La Alhóndiga de Zamora. Pero la cosa no acabó aquí.
Finalmente, Raúl, junto a otros monitores y el propio don Paco acabaron trasladando parte del campamento a la sala de exposiciones zamorana. Allí que se plantaron con literas, dibujos, maquetas, objetos de las acampadas y "hasta una puerta que tenemos allí".
Una muestra que tuvo una grandísima acogida entre los excampistas del San Lorenzo, que la visitaron con gran entusiasmo durante los 15 días que duró la exposición. "Algunos han ido varias veces y todas se han ido llorando", detalla Raúl.
Tras este repaso solo queda decir que larga vida al Campamento San Lorenzo y, por supuesto, a don Paco.