Castillos y fortalezas de Salamanca: Miranda del Castañar
Las piedras que hoy día son entorno de remanso y tranquilidad fueron antaño motivo de bronca y convulsión. Los castillos de la provincia de Salamanca, como elementos de ostentador poder por su magnificencia, se convirtieron en constante motivo de disputa para la nobleza, sobre todo durante los siglos XV y XVI entre las incipientes familias de los Estúñiga o Zúñiga (posteriormente duques de Béjar) y los Álvarez de Toledo (duques de Alba), rivales en territorio charro en busca de lograr un mayor peso dentro de la Corte real. Si hay una fortaleza que fue objeto de pleito entre ambas ramas nobiliarias, ésa es la situada al sureste de Miranda del Castañar, protagonista del octavo capítulo de la serie dominical que este diario realiza sobre los castillos de Salamanca.
Este municipio de la Sierra de Francia siempre gozó de singular privilegio como impresionante balcón natural desde donde contemplar la riqueza botánica de la montaña en todo su esplendor y plenitud. Prueba de ello, su transformación de señorío a condado en 1457, gracias a Diego de Zúñiga, siendo esta familia quien potenció Miranda del Castañar, para terminar su irónico destino, cual alfa y omega que cierran un ciclo, bajo simbólico régimen de la Casa de Alba, concretamente de la actual duquesa, que ostenta el título de decimonovena condesa de Miranda del Castañar desde hace medio siglo. Aderezado de una peculiar arquitectura popular, confiere a este promontorio delimitado por los ríos Francia y San Benito la catalogación de Conjunto Histórico Artístico desde 1973, por lo que no es de extrañar por tanto que esta localidad goce de uno de los castillos más imponentes de toda la provincia charra.
Al contrario que otras fortalezas de la provincia, ésta alberga un origen conocido y delimitado. Así reza una inconclusa inscripción en uno de los lados de la torre del homenaje, junto a un ángel que sujeta un escudo de los Zúñiga: “Esta obra mando faser el conde don Pedro Estunyga en el año de MCCCCLI e acabóse en el año de MCCCCL...”. Por tanto, el inicio de las obras en su estado actual se data en 1451, ampliando una torre ya existente siglos anteriores durante la repoblación del rey Alfonso I tras reconquistar Miranda a los moros.
Estructuralmente, este castillo es relacionable con otros sureños como el de Monleón, con una planta de trapecio irregular y muros salpicados de torres semicilíndricas, pero la torre del homenaje de Miranda del Castañar es más sobria y rotunda. Sorprende esta construcción con ausencia total de voladizos, vanos, escaragaitas y detalles ornamentales en una época, finales del siglo XV y principios del XVI, en que los castillos ya no eran defensas militares, sino edificaciones palaciegas, pues la Reconquista había culminado con los Reyes Católicos y desde hacía tres siglos esta zona salmantina había pasado de nuevo a manos cristianas.
Todo ello parece responder a la rivalidad entre dos familias, los Estúñiga o Zúñiga y los Álvarez de Toledo, por amasar territorios en lo que hoy es la provincia de Salamanca. En 1446, el monarca Juan II concede la villa al entonces conde de Alba don Fernando Álvarez de Toledo (hasta años después este apellido no conseguiría el título de duquesado), pero su rival, Diego López de Estúñiga, se casó con la hasta ese momento señora de Miranda del Castañar, Aldonza de Avellaneda, tomando las riendas de esta localidad serrana con jurisdicción civil y criminal. Por este motivo, el conde de Alba plantea un pleito para hacer valer lo que considera suyo, pero el siguiente monarca, Enrique IV, falla a favor de los Estúñiga con la ya conocida concesión del condado de Miranda del Castañar en el año 1457. No obstante, la recién nacida Casa de Alba no se rinde y el primer duque, García Álvarez de Toledo, continúa pleiteando y obliga de nuevo a fallar a los monarcas a favor de los Estúñiga, en este caso los Reyes Católicos, en un extenso documento en el que figura como representante Rodrigo Maldonado, conocido en Salamanca como propietario de la Casa de las Conchas.
Así pues, de carácter castrense, en esta fortaleza destaca la torre de sillería de grandes dimensiones, coronada por ménsulas y arquillos, protegida por un circuito amurallado y en su interior se conserva el acceso al camino de ronda, presentando algunas pasarelas. La torre está protegida por un circuito amurallado, con fuertes cubos provistos de troneras redondas y saeteras, además de algunos balcones con dos arcos hacia el sur, por donde se extendía el palacio dominando una extraordinaria perspectiva.
Desde entonces, el castillo de Miranda del Castañar ha sido mudo testigo del inexorable paso del tiempo y los avatares de la Historia, como el asesinato del alcaide de la villa a manos del tercer conde de Miranda por su oposición a los abusos y tropelías cometidos por los noble o las batallas durante la invasión francesa y la Guerra de Independencia. El transcurso de los siglos y las continuas alianzas matrimoniales entre las familias nobiliarias hacen que el castillo caiga pacíficamente en manos de la Casa de Alba, que tanto luchó siglos atrás con los Estúñiga por su posesión. En 1954, es donado al pueblo por su último propietario nobiliario, la actual duquesa de Alba, pero fue vendido posteriormente, por lo que en la actualidad la propiedad de esta fortaleza es privada.
A pesar de su declaración como Monumento Nacional en 1931 y estar bajo la protección del Decreto de 1949 y la Ley de 1985 sobre Patrimonio Histórico Español, tiene las alarmas encendidas desde hace varios años. Varias partes de esta impresionante fortaleza amenazan ruina, pero su diseccionada propiedad dificulta la restauración que las administraciones intentan para recuperar su antiguo esplendor, pues ya lo recoge un dicho popular: “Si la Sierra de Francia fuera un huevo, sin duda, Miranda del Castañar sería la yema”.