Como cada 23 de abril, el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) se vistió hoy de gala para acoger el acto de entrega del premio literario más importante en lengua hispana, el Cervantes. En esta ocasión, el galardonado fue el escritor leonés Luis Mateo Díez (Villablino, 1942), que recibió el Premio de manos del rey Felipe VI, quien ensalzó a un autor “que ha practicado todos los géneros con maestría (…) Un formidable creador de mundos y de territorios imaginarios”.
Como recordó en su discurso el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, que por primera vez asistía al acto como titular del Departamento, el jurado ha reconocido al autor castellano y leonés por “ser uno de los grandes narradores de la lengua castellana, heredero del espíritu cervantino, escritor frente a toda adversidad, creador de mundos y territorios imaginarios”.
Con mucha expectación en las calles aledañas a el Paraninfo, los invitados, entre ellos el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, así como el protagonista del acto, llegaron al emblema universitario para comenzar a la ceremonia, que fue abierta por el rey.
La mañana "más importante" de su vida
Emocionado y tranquilo, como él mismo reconocía el día anterior en el encuentro con los medios, Luis Mateo Díez recibió hoy el Premio Cervantes 2023 en la “mañana más importante” de su vida, según confesó en un discurso donde repasó su trayectoria con especial atención en la infancia, pues fue en esa época en la que “encaminó” su destino de escritor.
No faltaron, además, las referencias al Quijote, un antihéroe que llegó pronto a su vida para “quedarse”, ya que los seres de ficción que iba creando en su mundo tenían “una incierta imagen quijotesca, una atrabiliaria fisonomía de perdición y extravío, a la que no era accidental la fragilidad de su voluntad luchadora por la vida, el afán de vivirla y sobrellevarla con el rendimiento de la generosidad que añade un valor a la propia inducción del fracaso”.
Asimismo, el escritor de Villablino llenó su texto de distintas pinceladas sobre su visión de la vida, en las que subrayó su “precariedad incapacidad para escribir lo que me pasa”, que le llevó en su momento a crear un territorio propio, Celama que aparece en varias de sus novelas. “Nada me interesa menos que yo mismo, y lo digo con una radicalidad sospechosa pero no mendaz”, remarcó.
Después de recibir con una visible emoción la medalla y la escultura conmemorativa de este Premio Cervantes 2023 de manos de los reyes, el leonés recordó a aquel niño que tenía la “necesidad de escribir para contar lo más ajeno a lo que a mí sucedía”. Una necesidad que, según apuntó con ese humor tan presente en su obra, podía tener el riesgo de convertir al pequeño Díez en “aquel repelente niño Vicente” de la “deliciosa” novela de Rafael Azcona.
En esa infancia descubrió dos cuestiones que marcarían su obra, según él mismo narró en su discurso: “las veladas nocturnas, propias de las costumbres vecinales de mi Valle”, en las que se dejó embelesar por el relato oral de lo ancestral y lo folclórico; y Don Quijote de la Mancha, que llegó a su vida “para quedarse” como ejemplo máximo del héroe que no lo es, tan presente en su propia obra.
“La entidad de mis personajes no estaba, así, eximida de una incierta heroicidad, tan cervantina y quijotesca, en aras de una imaginación liberadora y redentora, siendo acaso héroes del fracaso”, enfatizó. Y es que configurar al héroe es “uno de los elementos sustanciales” no solo de la poética de narrador, sino “ante todo” de su vocación de escritor.
También habló Díaz en su discurso de su visión de la vida y su necesidad de crear un territorio propio por, según confesó, su “precaria incapacidad para escribir lo que me pasa”. “Nada me interesa menos que yo mismo”, proclamó antes de dar “alguna orientación” sobre donde se encuentra como escritor en una especie de “examen de conciencia”.
En ese punto reveló que durante muchos años la pasión de escribir se compaginaba “con la indolencia de hacerlo”. “Una muestra de disipación derivada de las vehemencias juveniles”, según confesó con una sonrisa. Esa indolencia acabó superada por “la intensificación de la necesidad” de escribir.
Así, Díez, “un octogenario de salud razonable y conciencia de las ausencias correspondientes”, detalló que se encuentra en algún punto de una obra que, por prolífica, “puede iluminar lo que con la reiteración enriquece el mundo que la contiene”. Eso sí, apuntó dos riesgos a los que se enfrenta: la repetición, “signo de acabamiento”, y la acumulación de ficciones que, “sin avalar la posteridad, sí lo hagan con la condición de póstumo”. Y es que subrayó que se encuentra en un momento de “sobrecarga” de escritura, que es un “aliciente de la vida”.
Volvió a aferrarse a sus personajes en el tramo final del discurso, personajes a los que vive “entregado”, “ya que son ellos quienes me salvan a mí”.
Felipe VI ensalza a un autor que "ha practicado todos los géneros con maestría"
Felipe VI fue el encargado de cerrar el acto con un discurso en el que ensalzó a un autor “que ha practicado todos los géneros con maestría”. “No es de extrañar que la hibridez sea un rasgo sobresaliente a lo largo de su trayectoria”, apuntó el rey, que repasó la carrera de Luis Mateo Díez, pero también su biografía, recordando a su padre, Florentino, que veló “porque los clásicos, los griegos, los latinos y nuestros escritores del Siglo de Oro despertarán en él, y en sus hermanos, la mayo atención e interés”.
Su majestad también hizo referencia a los “personajes perdedores y solitarios” que marcan la obra del leonés, así como a su calidad artística y su dominio del lenguaje. No olvidó el Rey hacer referencia a los mundos y territorios imaginarios del leonés, con especial atención a Celama, “un lugar donde confluyen mito, imaginación y memoria, metáfora del crepúsculo de las culturas rurales que profundiza, a su vez, en la misteriosa condición del ser humano”. “Este paisaje imaginario tiene cierto correlato con el real, con el Páramo leonés donde transcurrieron algunos veranos del escritor, sobre todo cuando la vida de sus padres llegaba a su fin”, enfatizó Felipe VI, que reconoció “el honor y el placer” de entregar este Premio Cervantes a quien “vive contando y cuenta viviendo porque la ficción es una parte imprescindible de la existencia”.
Fue Urtasun el primero en pronunciar un discurso en el que repasó la vida y la trayectoria de un escritor al que expresó su gratitud “por tu creación de un universo inconfundible en el que brillan lo cervantino y lo universal de la tradición oral”. El ministro de Cultura destacó, asimismo, el “universo personalísimo” creado por el leonés que se concreta también en “un lenguaje personalísimo”.
Después de recibir el Premio en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá, el galardonado, que es también académico de la Real Académica Española, iniciará esta misma tarde la XXVIII Lectura Continuada del Quijote, que como cada año se celebra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.