Hubo un tiempo en el que se creía en profecías y ritos. Castilla y León esconde en sus ciudades rincones infinitos, donde las historias de superstición rebosan en cada esquina. Por un lado, está la ciudad dorada, Salamanca, con su impetuosa fachada de la universidad, en la que una pequeña rana reposa encima de una calavera. Y, por otro lado, está la capital, Valladolid, en la que también se puede descubrir un caracol escoltado por dos figuras, una a cada lado, en un centro de estudios de Teología, el Colegio de San Gregorio, que en la actualidad es el Museo Nacional de Escultura.

Son muchas las similitudes, pero también las disparidades que existen entre ambos monumentos. 33 años entre la construcción de uno y otro, y aunque sus fachadas pueden parecer a primera vista similares, la Universidad de Salamanca, construida allá por el 1529 es de estilo plateresco, una corriente artística que se encargó de desarrollar la monarquía española por toda la península ibérica con elementos mudéjares, lombardos y del gótico flamígero. Al contrario que la fachada del Colegio de San Gregorio, cuya construcción data en 1487, y contiene un estilo que se encuadra dentro de una arquitectura calificada como ‘híbrida’, en una época, entre ‘dos universos’, por un lado, el medieval y, por otro, el moderno.

Sin embargo, tal y como se conocen a día de hoy las historias que hay entre las columnas de ambos monumentos, es de buen charro y pucelano saber que tanto la famosa rana, como el escurridizo caracol, no es lo que quieren vender los guías turísticos, sino todo lo contrario.

En aquella época, las imágenes, en su mayoría, pretendían representar situaciones vitales del día a día. El centro de la ciudad de Salamanca era conocido como el ‘barrio Chino’, lo inundaba el lumpen, entre ellos, multitud de prostitutas, de donde nace otra de las tradiciones más típicas de Salamanca, el lunes de aguas. Al estar tan concurrido por estas gentes, los estudiantes, que buscaban fiesta y jolgorio, contraían enfermedades de transmisión sexual, y muchos de ellos morían. No eran los únicos, pero la representación de la rana encima de una calavera en esta institución pretendía mostrar ese ‘pecado carnal’ en el que los estudiantes se precipitaban.

Por su parte, la ciudad vecina, Valladolid, era la capital, y desarrolló este colegio de teología en el que la apuesta por el conocimiento lo llevó al desarrollo de la conocida como Controversia de Valladolid, según los archivos españoles. En aquella disputa se habló de los derechos de los indígenas americanos, pero ya en el siglo XVIII esas políticas ilustradas de los Borbones hicieron que el colegio perdiera influencia, provocando su declive como centro de enseñanza.

En el caso del caracol, es una representación de vagancia, de pereza, también se puede interpretar como ignorancia, y puede que, en su día, fuera esculpido para mostrar que esos ‘pecados’ se debían vencer a partir del esfuerzo y del estudio.

Actualmente, y con unas sociedades más desarrolladas, estas supersticiones y leyendas quedan en la memoria de sus ciudades y cada cual es libre de interpretarlas como considere. Siglos después, se consideran talismanes, también una prueba de agudeza visual. Y, si se logra encontrar ambas figuras, se obtendrá una recompensa, buen augurio en los estudios, o suerte en las metas que uno se proponga.