Un San Pedro Regalado gris
Otro 13 de mayo que Valladolid celebraba el Día de San Pedro Regalado. Fraile franciscano canonizado y patrón de la ciudad del Pisuerga. Las nubes amenazantes a primera hora de la mañana descargaban gotas de agua. Los vallisoletanos esperaban a las 19.00 horas con una ilusión cada vez más tocada.
Jugaba el Real Valladolid en templo blanquivioleta y lo hacía tras una campaña de apoyo muy bien gestionada por la Federación de Peñas y que encontró el hombro de la ciudad, en busca de dar esa bocanada de aire que un equipo, con encefalograma plano como se pudo ver ayer y viene demostrando desde el buen partido ante el F.C. Barcelona, necesitaba.
La subida al estadio se llenaba de seguidores del Pucela que esperaban el paso del autobús con los jugadores que han sido partícipes de uno de esos recibimientos que tanto emocionaban antes del COVID-19 y que se producían en la entrada al estadio, cerca de los Anexos.
Lejos de insuflar esas ganas, ese salir al campo con el cuchillo entre los dientes en busca de la salvación con tres finales por delante, el cuadro albivioleta volvió a ser un ente sin alma. Sin garra, sin fuerza.
Los de Sergio han hecho a lo largo de la temporada méritos para consumar un descenso que podría producirse esta misma semana. Sin ganar desde el 6 de marzo, ante el Getafe, con 5 triunfos en 36 partidos y sin dar sensación de ser un equipo, como en años anteriores.
La afición, pese a todo con ilusión minutos antes del inicio del choque ante el Villarreal, solo pedía lucha, garra y coraje, y no lo encontró.
El Real Valladolid está muy cerca de volver al infierno. Qué fácil es bajar y qué difícil es volver a Primera. Un palo que puede consumarse en las próximas horas, en lo deportivo y para la ciudad, por lo importante de tener un equipo en Primera.
Un San Pedro gris, tras la derrota, para la ciudad del Pisuerga.