Regresa la mítica empresa de productos alimentarios Cascajares y lo hace dando un paso adelante con instalaciones más modernas y seguras.
Atrás quedó el desaliento de los primeros momentos tras esa llamada de madrugada el pasado 26 de enero que alertaba de que un devastador incendio estaba devorando las instalaciones que la empresa cárnica castellana y leonesa tenía en Dueñas, Palencia.
Sólo quedó en pie, curiosamente, la estructura que sujetaba el nombre de la empresa, que parecía resistirse a desaparecer.
Una empresa de la que había salido nada más y nada menos que uno de los platos principales del menú que sirvió la Casa Real en 2004 durante la celebración del enlace del por entonces príncipe Don Felipe y Doña Letizia, hoy reyes de España.
En la actualidad, sus famosos precocinados, en especial el pavo asado Cascajares al estilo americano, se venden en todo el mundo incluso a través de la plataforma Amazon.
El pasado 3 de febrero, apenas una semana después del suceso, Su Majestad el Rey de España, Don Felipe, visitó lo que quedó de las instalaciones de la fábrica cárnica en Dueñas con el objetivo de trasladar a Alfonso Jiménez (CEO) y al resto de miembros de la compañía, todo el apoyo para que Cascajares pudiera ponerse en marcha cuanto antes.
Lo cierto es que aquel fatídico 26 de enero si algo sorprendió a propios y extraños fue la templanza con la que el CEO de Cascajares atendió a los medios de comunicación en un escenario dantesco: mientras a su espalda sólo podía verse en pie el letrero de la marca, Jiménez se congratulaba por encima de todo de que no hubiera habido que lamentar daños personales. Todo su equipo estaba a salvo y él tenía claro, aunque aún no sabía muy bien cómo, que Cascajares volvería más fuerte que nunca. Era sólo cuestión de fe, esfuerzo y tiempo.
Atrás quedaba hecha cenizas una fábrica que hubo que levantar en Dueñas en 2017 con una inversión de 1,2 millones de euros porque la que estaba operativa hasta entonces, en Villamuriel de Cerrato, se había quedado pequeña.
Desde ese mismo día en que todo quedó reducido a nada, el empresario comenzó a hacer números y llamadas así como a poner negro sobre blanco una nueva estrategia para que lo sucedido quedara tan sólo en una anécdota que dejara fuera del mercado a Cascajares el menor tiempo posible.
"Cascajares está más viva que nunca", aseguraba por entonces Jiménez, quien en todo momento apostó por retomar la actividad productiva cuanto antes y como fuera, manteniendo el empleo de las más de 70 familias que llevaban de Cascajares un sueldo a su casa.
Y así fue. Cascajares es el vivo ejemplo de perseverancia y fe en un proyecto y en un equipo. Por increíble que parezca, apenas dos semanas después del incendio ya estaba produciendo de nuevo algunos de sus productos alimenticios.
Lejos de dar por finiquitada la empresa, Jiménez encontró rápido un obrador en La Cistérniga (Valladolid) para volver a ponerse en marcha al tiempo que construía la nueva fábrica de Dueñas que se inaugura mañana 2 de octubre.
[Cascajares se traslada a Valladolid: ya tiene los permisos y adelanta la paga de beneficios]
Las caras de preocupación fueron poco a poco recuperando la sonrisa y la esperanza en volver a estar de nuevo en lo más alto. En volver a convertir Cascajares en una empresa desde Palencia para el mundo.
Se da la circunstancia de que la compañía de capones inaugura la nueva fábrica justo a tiempo para poder poner en marcha la campaña de Navidad, que supone alrededor del 50% de la facturación de la compañía.
Su famoso pavo precocinado ha conseguido colarse entre las preferencias de quienes celebran el Día de Acción de Gracias no sólo en EEUU, sino también entre los sajones que viven en otros países y tienen acceso así a un plato que sólo hay que calentar y queda listo para su consumo.
De 160.000 pesetas, a 10 millones de euros
La empresa comenzó en 1996 con un sueño que compartían por entonces Jiménez y su socio y amigo, Francisco Iglesias. Querían ser empresarios. Y con un capital de 160.000 pesetas decidieron arrancar.
Aquella primera remesa de capones, cerca de mil unidades, tuvo el éxito lógico de un emprendedor. Sólo fueron capaces de vender 300 unidades. Pero lejos de que aquello fuera un problema, Jiménez e Iglesias convirtieron ese excedente en una nueva idea para colocar el producto en el mercado. Así y para evitar que se estropeara, decidieron venderlos confitados y listos para servir. Algo más de 25 años después, la empresa rozó los diez millones de euros de facturación.
Hoy, su capón es famoso en buena parte del mundo y ha llegado a los paladares de celebridades como Rania de Jordania, Alberto de Mónaco, Guillermo de Holanda, Carolina de Mónaco durante la celebración de la boda de don Felipe y doña Letizia, así como de otras muchas personalidades tanto nacionales como internacionales en estos años de andadura profesional en la industria cárnica.
Gracias a aquellos mismos mimbres de perseverancia y trabajo, Cascajares regresa al mercado en tiempo récord (apenas ocho meses desde que las llamas devoraran la fábrica de Dueñas) y sus capones están ya preparados para competir con las mejores recetas familiares en las próximas cenas de Navidad.
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