De viaje
Estos días he cruzado España desde Salamanca. Esta España que ya no huele a pueblo sino a abandono. Cuando entras en Aragón huele a Purín, olor que sigue hasta dentro de Cataluña. Como si todos los cerdos del planeta vivieran allí. En España ya llegamos a los 30 millones entre cerdos, cerdas y lechones. El corredor del Ebro huele mal. Además en Zaragoza se le suma el olor a productos químicos. Mal nos va.
En Lérida, antigua ciudad de la Corona de Aragón, el Cierzo traía aires de un Moncayo nevado, mezclados con purín de cerdo, por lo que era poco saludable abrir las ventanas, aunque eso sí hacía sol. Todo esto lo pensaba mientras miraba los telediarios de la televisión. Múltiples telediarios donde se da una realidad que no tiene nada que ver con la que vemos en el resto de España.
Incluso en la primera hay otros presentadores y se habla en catalán, incluso en el 24 horas, que en teoría se ve en todo el mundo menos en Cataluña. Pensaba para mí yo no pago para que hagan con mi dinero lo que les da la gana, pero al final que más da, si tampoco arreglaré nada. Al menos me queda el escribir. Chocante una entrevista a los procesados del procès que, palabras y chulería, de repente dejan al de micrófono con un palmo de narices, se dan la vuelta, le dan la espalda, como diciendo “ahora vas y lo cascas”.
Del autovía del Duero que decir ahí siguen los carteles, algún tramo que otro con cierta actividad constructora, no se sabe por qué motivo. Trabajan cuatro y el cabo como los ratones seguramente para no perder las ayudas. Parecen cuatro conejos haciéndose la hura. Ahora están aquí, no les gusta y hacen otro agujero, no les gusta y están en otro lado, si llueve paran. Tirando recursos y no haciendo realmente nada, pues no sacan adelante ningún tramo.
Luego el humo, otro olor característico de estos días. Humo que da que pensar, todo el eje del Duero hasta Zaragoza humea por la quema de la poda de los sarmientos. Montones de leña, de ramitas, y digo yo, por qué, tanto cambio climático o porras no se puede aprovechar para asar cabritos o lo que haga falta. O dedicarlo a centrales de biomasa, en vez de contaminar, humo y olores a parte. Tanta tecnología vinícola y estamos como los romanos.
El sufrido ciudadano que no tiene nada que ver con la actividad lucrativa de “los Otros” parece que sólo ha nacido para sufrir y mirar. Como cuando hacen una obra al lado de tu casa. Toca aguantar ruidos, suciedad, atascos, saludar al albañil que te mira por la ventana, para que otros se enriquezcan; pero a ti nadie te da las gracias por aguantar, ni te ofrecen una semana de vacaciones para descontaminarte del cabreo diario, ni siquiera saben disculparse educadamente.
Los ciudadanos y los trabajadores están en el fondo hartos de trabajar para nada, para seguir en el marasmo a el que están condenados. El futuro de trabajar sin futuro. Trabajar para pagar los recibos inmediatos sin capacidad para el ahorro. Parece que nadie se da cuenta de como está la vida de un, cada vez menos mileurista en este país al que ya no le queda para comer.
Los mil euros se van en alquiler o hipotecas en un 60%, luego transporte para ir y volver de trabajar, energía para no pasar frío, y un pequeñísimo resto para comer en mesa camilla de familia bajo la raspa de una sardina colgada de la lámpara como en tiempos de la guerra civil. Los mayores afirman que “vivimos como en guerra pero sin bombas”. En el mundo y en España algo cruje cada día más.
Volviendo por Madrid te preguntas donde pasará está gente la ITV, pues se acaba por perder la cuenta de camiones, autobuses y coche que ahúman más que una parrillada de sardinas. Quién debería controlar a esos conductores, nos podemos preguntar, será cosa de los unos y los otros, también. No dejarán de ser un peligro para el medio ambiente, y para los demás conductores, pues si un vehículo ahúma algo tendrá la mecánica mal.
Al llegar por la prensa te enteras de la provocación del carnaval de Canarias, la gracieta del confundido de turno en el físico y psíquico. Qué día habrá que alguno se disfrace de ayatola, profeta o imán. Pues para la otra mitad de España el resto no existe. Sólo existe su carnaval diario. Somos pocos, parió la burra y la mitad no se entera, será que tiene que ser así.
Todos los días vemos víctimas de la crisis en todos los medios de comunicación en forma de accidentes, desahucios, asesinatos, robos, suicidios, incendios de viviendas y locales, cierres de empresas, despidos, etc., intencionados o no, y de algún conato rápidamente sofocado o silenciado de descontento ciudadano, además de los procesados por corrupción que sirven para tapar otros descontentos. Eso no es más que el reflejo de una violencia silenciosa que se produce cuando no encontramos justicia, o cuando vemos todos los días que algunos tienen más cara que un saco de muñecas.