Tomas-Hidalgo

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Opinión

Junio 2007, sobre todo un después

5 julio, 2017 21:19

Se han cumplido 20 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco, 20 años del asesinato de un político, de un ciudadano y es de opinión general que ETA, con ello, fijó un camino hacia un final, (aún  faltarían para ello otros 15 años de asesinatos y extorsiones).

No obstante debemos recordar que sigue teniendo capacidad para hacerlo, capacidad para crear terror.

No han desaparecido, no han entregado las armas, y seguro que no tendrán  intención de entregarse a la justicia y aclarar, en definitiva,  los asesinatos que se les imputa.

Tras revisar otras opiniones, todo el mundo llegó a la conclusión de que el asesinato de Miguel Ángel Blanco fue el elemento de distorsión, de controversia interna dentro de ETA. Por primera vez se resquebrajaba ese anillo impermeable que era su entorno, lo fueron también por las manifestaciones de repulsa que se sucedieron dentro y fuera del País Vasco tras el vil asesinato de Miguel Ángel Blanco, pero sobre todo las que se sucedieron dentro del País Vasco porque fueron las más contundentes.

Para ETA, que alguien alzase la voz en contra de su estructura de terror y que esta voz disonante se alzase en y desde ese espacio terrenal,  su “edén vasco” donde se creían intocables, fue como un terremoto que horadaba, debilitaba ese imperio de terror. Por primera vez ETA y el mundo que la rodeaba eran repudiados, perdían terreno en lo mediático, en el ámbito urbano y en el social pero sobre todo en lo político.

Las casetas de HB eran cerradas y expulsadas de los espacios festivos, la presión social sobre ellos era cada día más dura, más contundente, sentían -hasta cierto punto- temor a decir quienes eran y que representaban.

No fue solo un secuestro y un asesinato, en sí mismos, éstos eran herramientas comunes de terror y por ello ampliamente utilizados por ETA.

Fue el tiempo que duró el secuestro de Ortega Lara, los 532 días que permaneció en ese húmedo, pequeño y oscuro zulo, el cómo y por quién fue liberado con la detención de sus cuatro secuestradores… Intxaurrondo, ese fortín repudiado por el mundo radical y a cambio de nada, y eso duele, debilita.

Fue también el asesinato de un ciudadano, un asesinato a “cámara lenta” como se denominó, y en mi modesta opinión, una respuesta a la desesperada de ETA al éxito de la liberación de Ortega Lara.

 Todo esto fue el resorte que propició el despertar de una sociedad, de una sociedad que salió a la calle en manifestaciones multitudinarias, ya sin miedo a qué decir o qué hacer, por fin el pueblo (ese del que supuestamente era representante ETA),  ese pueblo, por fin! hablaba y muy claro.

Estos fueron los hechos que determinaron el futuro de la banda terrorista, pero no fueron  los únicos. Hubo otros a mayores que ayudaron, facilitaron y condujeron al estado actual de cosas.

La Ley Kale Borroka del año 2000, donde los actos de violencia callejera pasaron a ser tratados como delitos terroristas, eso se produce con la reforma del art. 577 del Código Penal elevando la pena hasta los 18 años y la entrada en juego de la Audiencia Nacional.

Y la Ley de Partidos, por primera vez sus marcas políticas, HB por aquel entonces eran ilegalizadas y su uso en el ámbito político, su medio de propaganda inutilizado, ya no pueden utilizarlas para su interés.

Alguien dijo que al terror de  ETA se le ganaba con la democracia, con la Ley  y así fue, pero llegaba demasiado tarde para muchos.

 Sociedad, Fuerza y Cuerpos de Seguridad del Estado, Política y Ley.

La democracia que paró el terrorismo etarra.

Falta finiquitárla,  y ese debe seguir siendo un trabajo de la Democracia.

Ahora en Cataluña, un Gobierno radical separatista en una huida hacia adelante está asimilando parte de ese entramado de terror del mundo radical vasco, su “modus operandi”, no matan pero sí secuestran.

Secuestran la libertad, la opinión, juegan con la debilidad de un Gobierno que no quiere aplicar la ley, como es en este caso el gobierno de Mariano Rajoy, o como pasó en años precedentes con el gobierno socialista divagando siempre entre la comprensión y debilidad hacia el radicalismo vasco y la dejadez sobre todo en crear la legislación antes mencionada, hasta que en el año 2000 ya con un gobierno del Partido Popular la creó y ayudó a encaminar el problema del radicalismo vasco.

Hoy un gobierno del PP sin memoria ni honor con una tendencia a la comprensión con el gobierno desleal de Puigdemont, como si de un hijo pequeño se tratase al que intenta corregir con diálogo, ese que repetidamente niega el imperio de la Ley. Una vicepresidenta que intenta llegar a acuerdos con los que continuamente ponen en cuestión la soberanía del Estado.

Un gobierno el del PP que no es firme a la hora de imponer la ley como argumento.

Así pues, nos encontramos en este juego patético y no menos traumático, no se blanden pistolas pero sí se secuestran las voluntades de los ciudadanos, sus derechos, se menosprecia al Estado en todo su contexto.

Cuando se va a cumplir la Ley, una ley que existe, no hay que crearla “cuando se va a respetar al Estado, aplicando la Constitución”.