La ingenuidad, un valor a rescatar
Cada día, ante los acontecimientos parecemos o nos hacen creer que somos más ingenuos. De la ingenuidad dicen que la posee el que no tiene o le falta inteligencia para administrar la sinceridad, la inocencia, la sencillez, la pureza, el candor o la candidez. La posee la gente que, algunos afirman, es inocente o buena, que cree que todo el mundo es bueno, honesto y responsable de la misma manera que lo es él.
Siempre nos sorprendemos cuando escuchamos historias de personas que no fueron capaces de ver la malicia obvia en las acciones de alguien cercano; o incluso cuando reflexionamos sobre nosotros mismos cuando nos levantan, como se dicen popularmente, la cartera. Los ingenuos muchas veces son víctimas de sí mismos. La persona ingenua es por lo general bondadosa y confiada, lo que le lleva a ser prudente a la hora de tomar decisiones, y a la tardanza en ponerlas a la práctica; por ello es víctima de cierto perfil de personas, como son mayormente los psicópatas sociales, vulgarmente conocidos como timadores y caraduras.
Para Voltaire el ingenuo era la personificación de la ley natural, un joven sano de cuerpo y alma, valiente, generoso, cuya rectitud choca con las hipocresías y convenciones de la sociedad. Sus afirmaciones están atravesadas por esta tensión entre naturaleza y convención. El ingenuo, al guiarse por el sentido común, su instinto, se toma todo en serio al pie de la letra, con lo cual tiene una especial lucidez para desenmascarar los prejuicios de los demás.
El ingenuo suele ser, pues, una persona lineal, que se mantiene fiel a sus principios aunque otros le quieran hacer ver la realidad. Vive sobre una idea o ilusión que es la de confiar en las personas, en saber dar una oportunidad a todo el mundo. Aunque la virtud estaría en el término medio entre ni ser muy ingenuo, y tampoco ser muy desconfiado, es decir estar entre una ingenuidad sana y una perspicacia adecuada.
Para sobrevivir en nuestra sociedad hay que tener en cuenta el manejo responsable de ciertas virtudes. La confianza no debe usarse sin la responsabilidad de comparar las experiencias de uno mismo y de otros. La fe, que es certeza y convicción, se ha desarrollado a lo largo de los siglos, pero nunca puede ser ciega. La astucia, puede ser interpretada negativamente, pero tener astucia significa cuando saber callar y cuando poder hablar. Además hay que saber escuchar para tener un tempus de análisis, y saber que decir.
Muchas veces para no caer en la ingenuidad hay que probar a la gente, nuestra amistad tiene que ser probada, el amor tiene que ser probado, las relaciones laborales tienen que ser probadas, etc. Pero a pesar de todo a la ingenuidad hay que protegerla...
La ingenuidad puede llegarse a manipular y a usarse como arma, sobre todo por parte cierta clase comercial, empresarial, laboral, política, etc. Todos, en alguna ocasión, en el fondo, hemos sido un poco ingenuos o, en su defecto, lo somos en varios momentos de nuestras vidas. A nadie le gusta sentirse más ingenuo que el de al lado. El truco, por lo tanto, es hacer que las víctimas se sientan inteligentes, y no sólo eso, sino más inteligentes que el que los manipula. Por otro lado si llegamos a un grupo demostrando que somos el más listo, caeremos mal y eso generará enemigos. Hacerse el inocente es un recurso muy utilizado, pero acaba mermando la credibilidad ante los demás. Las personas directas y sinceras son más apreciadas a largo plazo que aquellas que manipulan la percepción de los demás sobre si mismos.
Ser ingenuo es, y debe ser, una virtud y no un defecto. Cierto grado de ingenuidad en el ser humano, es algo muy valioso y admirable. Significa que la sociedad no nos ha contaminado hasta el punto de convertirnos en personas “adultas” en el sentido usual del término, no nos ha petrificado. Este rasgo puede, o más bien debe, ir perfectamente asociado al de la inteligencia en el más amplio sentido de la palabra, pues puede coexistir en una persona la inteligencia y la ingenuidad. Lo más lamentable es que a veces la sociedad no sepa o quiera valorar este tipo de virtud en las personas; al contrario, puede suceder que por moda, interés, envidia, ignorancia o cualquier otra razón se las menosprecie.
La sociedad tiene tendencia por gravedad a ir por el camino fácil, que es el del mal. Ser inteligente e ingenuo a la vez, no es entendido por determinados individuos, la mayor parte de las veces emocionalmente poco inteligentes, como son los psicópatas de cualquier tendencia, que no son capaces de comprender la complejidad del ser humano. Y sí, a veces, también la persona inteligente es sinceramente ingenua es porque no quiere ver la fea realidad de las cosas, que no le resulta comprensible y admisible para ella.
Decía Séneca que “Cuando más buena es el alma de un hombre, menos sospecha la maldad en los otros”.