No se puede silenciar al estómago cuando tiene hambre...
Se puede fingir pasar o estar por encima del bien y de la realidad, pero no se puede pasar o estar verdaderamente. Tampoco se puede pasar de los que pasan o estar por encima de ellos, porque si se estrellan habrá que ayudarles, con respeto, con la conciencia que en esa traición a la verdad nadie tiene derecho a tirar la primera piedra. Es justo ayudar a que descubran que no es tan difícil conocer las cosas rectas. Casi siempre basta ponerse la mano en el corazón para saber si obramos bien o mal, aunque no es que se descubra la verdad a base de corazonadas; pero sucede que la conciencia es una luz que mientras hay uso de razón no se apaga.
Hay personas que no desconectan, que no dejan de ser causa de sufrimiento para sí mismos y los demás. Los problemas del pasado, los agravios, la ansiedad, la culpa, el trabajo, la propia actualidad, no les deja empatizar con otros seres humanos y con la propia naturaleza que les rodea. Son víctimas cotidianas de sus pensamientos negativos y adictivos. Todos vivimos el ahora, el presente, sin duda, pero algunos no se dan cuenta y siempre llevan el lastre del pasado en sus acciones, y aun peor de un futuro inexistente. Lo vemos hoy en día en muchas manifestaciones, a las que asistimos en estos días, plagadas de –ismos, banderas y colores del pasado que no van a ninguna parte. La realidad la vida se desarrolla en el ahora, y sin él no se puede aprender.
Hagámonos conscientes del ahora. En el futuro hay esperanza, el pasado ya fue. De acuerdo que todos somos producto del pasado, del presente y de ese futuro en el que tenemos esperanzas, pero cuando tomamos conciencia del presente, las viejas estructuras de nuestra mente dejan de aprisionarnos y surge un estado de presencia en el que nos sentimos más libres o ligeros para acometer nuestras tareas. Es en ese momento cuando el pasado y el futuro los convertimos en nuestros amigos y no en nuestros enemigos. Cuando vivimos sintiendo el ahora damos paz a los que nos rodean, y sentimos nuestro verdadero yo, además de crecer como seres humanos.
Ser franco para todo ser humano es beneficioso, para actuar de esta forma con ofrecernos a los demás basta. Un encuentro con otro ser humano sólo es posible si construyen su relación al cien por cien, si esto sucede se produce el encuentro y el corazón se alegra. Sólo si estamos al cien por cien podremos amar la verdad, nuestras responsabilidades, nuestro trabajo, en definitiva nuestra vida y encontrar nuestra propia conciencia.
La atención a lo que nos rodea no es neutra, es una cualidad moral. Si no prestamos atención la gente se ofende o se aparta. Si no nos fijamos podemos tropezar con un obstáculo en el camino que no hemos visto, o nos perdemos vivencias; y nos dejan de lado o nos aislamos.
Los problemas más importantes de la humanidad como son el hambre, la violencia, la injusticia, el cambio climático, etc., parecen estar generados por personas poco conscientes y de poca conciencia, que prestan poca atención a los demás. Por el contrario las personas conscientes pueden escuchar a los demás, comprender sus necesidades, reconocer un acto de discriminación, ver como está la sociedad donde vive, las causas de que haya cada día más indignados descontrolados, y de un el futuro cada día es más oscuro… En esta sociedad la entrega y la solidaridad necesitan volver a ser valores principales entre todos los ciudadanos, sin importar el color.
Sin apartarnos de la actualidad podemos afirmar que analfabetos o ignorantes han existido siempre, pero no habían salido de la universidad. Hoy la sociedad tiene un gran acceso a todo tipo de información. Pese a todo la clase trabajadora puede equivocarse al dar su voto y como es mayoría puede no acertar al elegir sus gobernantes, pero igualmente, en cualquier momento, puede decidirse y hacer fracasar a un gobierno obligándole a convocar nuevas elecciones. Es algo que a tener muy presente por los llamados a gobernar y por ello parece, en principio, obligado considerar el reparto equitativo de cargas y beneficios. Algo muy distinto de la actitud que ha primado hasta ahora; en que incluso algunos se creen con derecho a secuestrar la soberanía nacional. La solución al final es de sentido común, la más llana posible, y es que “no se puede silenciar al estomago cuando tiene hambre”, por mucho que nos prometan. La vida es imparable y para mantenerla hay que tener de qué comer, no bastan ni las palabras ni las banderas...