Liberémonos de la post-verdad
Estamos viviendo un momento en el que la esquizofrenia se está adueñando de nuestras vidas, en el que las hordas se apoderan de la realidad y generan lo que denominan la post-verdad, como la concepción de una deliberada falsa realidad con la que manipular a las masas inconsistentes. En este estado, se habla de ello como algo beneficioso, progresista, moderno y digno de seguimiento, ocultando la auténtica realidad de la mentira y la manipulación, llegando a hablar de la post-verdad, de la post-religión, de la post-política, en un cúmulo de estupidez que nos enreda en un soma o droga de la felicidad.
Ser de izquierdas no debe de suponer que se sea más bobo que los demás y que se acepte esta situación como una situación óptima o gratificante, pues en el día a día te encuentras con personas muy sólidas profesional, intelectual y culturalmente que siguen los postulados de la izquierda y sufren cuando observan que estas se están dotando de esta pandilla de catetos mangarranas.
¡Ya está el facha arremetiendo contra la izquierda!, dirán algunos.Pero, lo malo es que, en ese estado de estulticia, se encuentra también la derecha acomplejada, que se engancha en su “modernidad” a esos cánones post-modernos generados acudiendo a las mismas fuentes, creando de este modo una situación social, como la descrita inicialmente,de esquizofrenia
Se ha creado un movimiento de alteración histórica con la denominada “memoria histórica” que pretende una reescritura de la misma, en la que la República aparezca como dechado de democracia, de libertad y bondad, ocultando las manipulaciones electorales, las persecuciones de los católicos, los asesinatos de los opositores y las soflamas para acudir a la guerra (que consideraba ganada) si no se conseguía el poder o los objetivos deseados, como una cruel, oscura y ladina derecha antidemocrática que se alzó contra el poder legal y constitucionalmente constituido, que no coincide con la realidad de un alzamiento que se realiza en defensa de una República, como reacción a las agresiones y asesinatos creados desde el poder indebidamente utilizado.
El marxismo y el fascismo son dos caras de una misma moneda, una misma manipulación, la creación de post-verdades que amputan la libertad a los pueblos, que asesinan al disidente, generan razas superiores y sentimientos disgregadores, son la ponzoña y la zafiedad más absoluta de la política. Pero, curiosamente, hoy se nos vende el Marxismo como un piélago de paz, de progresía y de bondad, contraponiendo el fascismo como ejemplo de opresión, crueldad y persecución, ocultando que el marxismo ha sido una de las más crueles dictaduras que ha asesinado el mayor número de personas en la historia de la humanidad, que genera hambre, crueldad y penuria.
La igualdad de sexos se utiliza de forma retorcida para, de la misma, construir una teoría conforme a la cual, como “represalia” a un pasado negro, ahora los hombres deben de pedir perdón, ser tratados de forma diferente y más cruel, generar una diferencia positiva a favor de la mujer que la hunde en la diferencia para ganar una supuesta igualdad, en lugar de construir igualdad desde tratos igualitarios con respeto a los diferentes continentes que tenemos, para potenciar la igualdad de contenidos.
Sorprendentemente, todas estas falacias se constituyen en verdades políticamente correctas e inamovibles de las que algunos se lucran con la desgracia ajena, con la diferencia y/o con la venganza constituida como Justicia “real”.
En lugar de construir estructuras de falsedad, denominándolas como verdades inalterables que permiten la manipulación de las masas, generemos ámbitos culturales de fortaleza intelectual que concedan la libertad de pensamiento, la diversidad de opiniones desde la asunción de los errores propios tan graves como los del adversario, desde el respeto sin maximalismos dañinos y crezcamos como sociedad con la solvencia de no aceptar la mentira como verdad.