Opinión

El verano acaba y empieza a refrescar...

3 septiembre, 2018 22:38

Los días pasan, el verano acaba, empiezan los gastos, los recibos, y pronto los turrones y el frío, y los ciudadanos acusamos la crisis entre el cansancio y la acritud. Por un lado algunos preferiríamos no leer ni escuchar ninguna noticia. Pero al final acabamos escuchando o leyendo para ver que se cuece. Pero, ¿realmente sabemos lo que sucede?

Si sabemos que España está siendo, como decimos en Castilla, “La Casa de tócame Roque”. En la que la algarabía y el descontrol campan a sus anchas. Actitud propia de quiénes afirmaban, que “el dinero público no es de nadie”. Hay más dichos de la sabiduría popular castellana como el que dice: “No compres a quién compró, compra a quién heredó, porque el que ha heredado, no sabe cuánto ha costado reunir un pequeño capital y lo malgasta”.

El que compró o compra con su esfuerzo sabe cuanto esfuerzo supone, prosperar, trabajando y mantener lo comprado, para que venga otros detrás... y lo despilfarren a manos llenas, etc, etc, etc … Lo malo es que ahora el ciudadano se siente sólo.

¿Aprenderán algún día los partidos a usar las palabras y los términos exactos? ¿A explicar la realidad sin maquillarla como se dice ahora? Para ellos todos somos compañeros, todos somos iguales, eso sí cuando el que habla o toma la batuta está arriba, y puede comprar vivienda a tocateja, o le sobra sobradamente a fin de mes. La realidad es que todavía mientras están discutiendo lo de los "miembros" y "miembras", “chorizo” o “choriza” “pene” o “pena”, y para mayor pena no distinguen "soldado" de "soldada", “Franco” de “Franca”... Qué se nos quieren transmitir después de tantas mentiras y desidia... Qué pretenden conseguir separando cada día más a los españoles unos por acción y otros por omisión...

Unos y otros parece que ahora no ofrecen sus votos..., los venden, y ahora resulta que cada vez tienen menos compradores. Llevamos varias décadas atribuyendo a los nacionalistas más inteligencia que la que les cabe o tienen. Por una vez asistimos a un momento en que el sentido común del ciudadano anónimo, empieza a caer en “el vayate tú a la m...”.Lo cual empieza a dar que pensar a la verdadera democracia.

Sabido es que  la solución de cualquier crisis pasa por una contención del gasto. Pero en este caso la crisis por lo que se ve tienen que ir  mucho más allá. Cada día parece más que no ha sido el Estado, ni los políticos, ni los ciudadanos, ni siquiera los bancos,  los verdaderos causantes de la crisis. Todo está en crisis pero nadie sabe por qué.

El mayor problema es que más allá de la demagogia y la tentación populista, existe una cosa que se llaman cifras, números, matemáticas, finanzas, mercados de deuda, tipos de interés, compromisos internacionales, cifras de competitividad, mercado de derivados, costes, presupuestos, etc. Cosas aburridas y con poco gracejo, pero indispensables para que funcionen las cosas. El problema está en que los ciudadanos de a pie no suelen tener mucha idea de la sala de máquinas de un Estado y menos de cómo funciona, y el político de la tribuna, sabiendo como funciona, calla la mitad y agita a las masas para que aplaudan su opera particular.

Una gran mayoría de ciudadanos, como históricamente hemos visto, tiende a creer que el dinero brota del Estado como agua de manantial, y que al partido gobernante le gusta gastar y recortar porque es cachondo y “quieren acabar  o dar solución a todo” porque da un morbo especial. Lema de la profundidad intelectual de un charco, y que creen que lo que vale para un roto, vale para un descosido.

Es sabido de que el dinero de los contribuyentes debe o debería revertir en los contribuyentes. Eso es lo que debería suceder en todos los países democráticos del mundo. Pero en estos momentos que no sabemos bien a qué jugamos, lo que si es patente es el pesimismo indignado ante una falta de soluciones o de liderazgo que se respira por todas partes, y que, en verdad, puede llevar a ahondar la separación entre clase política y ciudadanos, con las graves consecuencias que generaría al poderse aprovechar de ello algunos inconscientes y recién llegados, pues “Roma no se hizo en un día”, ni como decimos aquí “Zamora no se tomó en una hora”.