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Opinión

Memoria histórica, para TODOS

22 julio, 2019 22:29

Según bajaba al despacho, subido en el autobús, escuchaba la radio y alguien, no sé exactamente bien quién, recordaba que “la historia hay que conocerla para no repetirla”, frase que se quedó en mi mente dando vueltas.

Una de las noticias que el locutor presentaba era la próxima alianza gubernamental entre el PSOE y PODEMOS, con la entrada en el gobierno de miembros de esta última formación y, en ese instante, recordé que en esa segunda república, que se vende como un mar de libertades, en la que se asesinaba al jefe de la oposición, se perseguía a los católicos y se construían las checas, provocando, buscando y deseando la guerra civil que estaban convencidos ganaría la izquierda, ya se hizo exactamente lo mismo. Repetimos la historia.

Recordemos lo que las eran las “chekas”. Eran centros de exterminio y tortura de las policías políticas de los partidos (PSOE, PCE, CNT, Esquerra Republicana, etc) en los que se sometían a todo tipo de brutales y sádicas torturas a los que consideraban “un peligro para el régimen”.

Esto se hacía en la democrática república, por los demócratas socialistas y comunistas, de forma que sólo en Madrid llegaron a construirse 345, ¿te imaginas qué hubieran hecho si ganan la guerra? Por otra parte, de aquellos momentos no queda ni uno sólo de los partidos de la derecha, pero los que crearon las checas y fueron represaliados por el régimen posterior se mantienen casi todos, comenzando por el PSOE.

Conocer la historia, lo que hicieron los que ahora presentan aquellos momentos como idílicas y paradisiacas democracias, buscando su repetición, nos debería de hacer meditar qué es lo que estamos haciendo, qué hemos hecho con nuestros jóvenes a los que se ha ocultado todo esto y qué haremos para evitar que se repita, como se está repitiendo, este dislate.

Que ni nos mientan más, ni que se presenten como arcángeles de la democracia y de la libertad, asumiendo todos, un oscuro pasado, en el que no hubo ni buenos ni malos, sino crueles todos, que debemos superar y que, aquellos que los protagonizaron, de uno y otro lado, quisieron cerrar con la transición a la democracia y devolvamos las víctimas, de uno y otro lado, a sus familiares, pero dejemos descansar el pasado que los avergonzados protagonistas ya superaron.

Aunque resulte prolijo, solo a título de ejemplo y sin más que una referencia aséptica de lo que hacían, -aquellos ángeles de la democracia que pululaban por la idílica República que ahora pretendemos repetir- con aquellos que no pensaban como ellos: “El submarino seco”: si la víctima no “cantaba”, le encasquetaban una bolsa de plástico que le cubría toda la cabeza hasta el cuello ajustándola al mismo, para generarle asfixia. “La banderilla”: consistía en inyectar en las manos y pies del preso, agua mezclada con heces para provocarles dolorosos abscesos en los miembros infectados. “Badajo”: consistía en colgar la víctima con las manos atadas en la espalda, hasta romperle los omoplatos. “Empetao”: la víctima desnuda era atada boca abajo sobre un banco con las piernas a cada lado. Los interrogadores le introducían a la víctima el cuello de una botella por el recto, empujando hacia dentro del intestino, una vez introducida media botella tiraba de ella, la cual hacía ventosa y succionaba la víscera. Si la víctima era mujer realizaban la misma técnica por la vagina. “La ratonera”: consistía en colocar una rata dentro de una cacerola en la que sentaban a la víctima desnuda y atada para que no se pudiera levantar. Seguidamente, con un infiernillo eléctrico procedían a calentar la olla, lo que provocaba que la rata quisiera salir de la misma al percibir el calor, que lo hacía desgarrando el cuerpo de la víctima para poder escapar. “El collar eléctrico”: Se colocaba un collar de bolas metálicas alrededor del cuello de la víctima que iba conectado a un cable a través del cual se le administraban descargas eléctricas reguladas en intensidad. “La ducha fría”: la ducha era un pequeño cuarto, en él se encerraba a la víctima completamente desnuda y era sometida a una prolongada y violenta ducha. “La argolla”: consistía en colocar a la víctima desnuda, atada de manos y colgada por un pie en una argolla con la cabeza hacia abajo, sumergiendo la cabeza de la persona a la altura de la nariz en un recipiente con agua o excrementos mientras era azotada. “El gancho”: la víctima era atada por las muñecas y colgada de un gancho fijado en el techo. A los pies de la víctima se ataban pesas, a fin de producir una mayor tracción sobre sus articulaciones. Suspendido de esta forma y desnudo, era azotado para que confesara. “El tizón”: la víctima era atada por las muñecas a un gancho en el techo con los pies en el suelo. Mientras era interrogada se le producían, con cigarros o con una plancha de ropa, quemaduras en el tórax y abdomen. “El pozo”: la víctima era introducida en una estrecha estructura de madera sobre un pozo. Se le sumergía la cabeza en el agua el tiempo que quisieran y prolongar la sensación de ahogamiento. “Quebrantahuesos”: con una tenaza de punta hueca luxaban la falangeta de cada dedo, posteriormente luxaban la falangina y, finalmente, las falanges. “El depósito”: Consistía en cerrar a la víctima a oscuras en una pequeña habitación que se utilizaba como depósito de cadáveres. En dicha habitación se encontraban diversos cadáveres compañeros de la persona que habían sido asesinados al aplicarles las técnicas de tortura. En el habitáculo había un fuerte olor a cadáveres en descomposición. Podían pasar ahí varias noches. “La bañera”: consistía en interrogar a la víctima dentro de una bañera con agua fría jabonosa donde, en su fondo, había depositados trozos de vidrio. La persona estaba con las manos atrás y atadas por las muñecas, mientras su cuerpo se iba cortando con los vidrios. “Echar a los cerdos”: En los patios de algunas checas, como la de San Elías, se criaban cerdos. La técnica consistía en realizar a la víctima varios cortes profundos por las piernas a la vez que era lanzado al centro de la piara, los cerdos al percibir el olor de la sangre la agredían a mordiscos hasta comérsela viva. En ocasiones hacían presenciar la tortura de su compañero, a la víctima que sería interrogada después. O bien, ya difunta, el cuerpo de la víctima era troceado y lanzado como alimento.

Y esto sólo es un aperitivo de lo que los demócratas del PSOE, PCE… etc, hacían en esa balsa de libertad que era la Segunda República.