Estamos celebrando el día internacional de la violencia de género y, estando absolutamente en desacuerdo con la ideología de género y la diferenciación de víctimas en función de su sexo, así como en contra de la legislación diferenciadora de las consecuencias de los hechos en función de la existencia de un colgajo o no entre las piernas, no puedo por menos que acercarme a las víctimas con cariño, respeto y comprensión, pues ellas sólo han hecho que sufrir unos hechos y, ahora, una manipulación interesada; pero, al fin y al cabo, mi sentimiento no puede ser otro, como siempre que hablamos de víctimas, que el de cercanía y apoyo.

Vivimos en una sociedad que, consecuencia de desarrollarse dentro de una cultura judeo cristiana, ha ido desarrollando principios de igualdad entre los sexos, las razas, las religiones y los hombres en general. En otras zonas del planeta, en lasque la cultura era otra, se mantienen las discriminaciones sexuales, llegando incluso hoy a la ablación del clítoris y la inexistencia de alma para la mujer, que es considerada un bien semoviente.

Es gracias a esa Iglesia, que alguna descerebrada mentecata e inculta ataca con soeces cánticos piji-progres demostrativos de su insolvencia mononeuronal, donde se desarrolló la universidad, como centro de cultura y como creador del derecho de gentes, germen de los Derechos Humanos.

Es en Salamanca, y por el clero, donde se gestan los Derechos Humanos, entre los que se encuentra la igualdad de sexos queconsidera iguales a hombres y mujeres.

Es ahora cuando comenzamos a ver que la igualdad entre sexos es prácticamente un logro, por más que queden cosas pendientes y trabajo por hacer, que se obtiene desde la educación, de la formación integral de las mujeres y de los varones en el respeto y la igualdad.

Es cierto que existe una lacra con la violencia en el seno de la familia, en la que se producen demasiados asesinatos de mujeres, niños, ancianos y varones a manos de los miembros de la misma y que el número de mujeres es importante, pero ello no puede hacer más que desarrollar una protección a las víctimas y un sistema o cobertura de garantías para la víctima y de fortaleza legislativa que las ampare; pero, lo que es, no sólo una barbaridad, sino una regresión en el modelo de derechos alcanzado, es la diferenciación de las víctimas con fundamento en su sexo, pues con esa diferencia se ahonda el problema, se generan daños innecesarios y se criminaliza a todo un sexo, creando insatisfacción, angustia y frustración que para nada beneficia a la eliminación de las agresiones.

Hemos gastado más de 1.000 millones de euros en la denominada violencia machista y el número de mujeres asesinadas no se ha visto reducido, sí hemos conseguido unas asociaciones bien alimentadas de fondos públicos, unos abogados y psicólogos dedicados a ello con importantes emolumentos con cargo al erario público y una estructura generada muy costosa que no sirve a las víctimas que siguen siendo las mismas. ¿Será que el modelo no funciona?

¿Y si en lugar de generar todas esas estructuras interesadas, injustas, denigrantes y perjudiciales, nos gastamos ese mismo dinero en una cobertura de las víctimas que lo sean, independientemente de su edad, sexo o posición en el seno familiar y en educar a nuestros hijos e hijas en el respeto, en el apoyo, en la igualdad, pues con diferente continente tenemos el mismo contenido?

Sin estar de acuerdo con la maraña creada en torno a la violencia de genero o machista, me repugna cualquier persona que dedicada a la vida pública (y que) no acoge a las víctimas, ya sean de terrorismo, de violencia intrafamiliar, de la barbarie política o del más rancio secesionismo, y no sólo no merece estar en política, sino que no es digno de representar a nadie, por insignificante que sea.

Igual que me repugnaba el que comprendía el terrorismo de ETA o tendía puentes con los terroristas o los avisaba para obtener un rédito político, me genera náuseas el que no apacigua el dolor de cualquier víctima.