Salamanca vivió este viernes una curiosa y preocupante escena. Más de un centenar de personas acudieron a la llamada realizada por redes sociales para montar en la ciudad algo similar a lo que durante estos días ya se había visto en el barrio que recibe el mismo nombre, en Madrid.
Los que se agolparon en ocasiones en su camino por la calle Toro hacia la Plaza Mayor proferían cánticos que casi se reducían a tres: "dimisión", "asesino" y "libertad". De todos ellos, hay dos que sobrepasan los límites pero el tercero es, además, completamente incongruente.
Y de ello quiero hablar. Sin centrarme en ideas políticas, que para ello ya está el resto de España donde lo cierto es que no parece que esta crisis nos vaya a hacer mejores. Ni nuestra salud y de la de los que queremos hace que miremos hacia dentro, sino que seguimos al que levanta la voz en cualquier hemiciclo. A falta de fútbol, buena es la política.
No, no se trata de ahondar en una herida que parece profunda en la que la Comunidad de Madrid lleva el mando de la otra parte mientras Castilla y León, con el mismo signo político, llama a la prudencia sanitaria con un empaque que debería envidiar el resto. Es cierto que, tras dos meses, un día parece un siglo, más aún para la economía y sus principales integrantes. Pero igual lo es que hace muy poco se anunciaban más de 900 muertos y la discusión era que había más mientras se miraba al 8M.
Por ello, esto pretende ser una llamada a la tranquilidad. Mientras los sanitarios todavía piden ayuda y, sobre todo, mucha prudencia para no volver a vivir situaciones que se podían encontrar hace escasamente un mes, hay gente que pide libertad en la calle, arriesgándose a no guardar una distancia de seguridad que ya debe ser parte de nuestras vidas, arriesgándose a que no la haya nunca.
No es de recibo cometer fallos que puedan costar la vida a personas pero hacer los mismos cuando todavía no hemos pasado ni la primera de las olas que parecen esperarnos me parece, como mínimo, de una gran irresponsabilidad. Nadie está exento del amigo invisible y el que cometa más errores, estará más expuesto a él.
Por eso no nos podemos permitir tropezar dos veces con la misma piedra, sino aprender de una experiencia fatídica. Con más de 100 muertos diarios todavía, incluso 200 en ocasiones, no es momento de pedir libertad. No cuando se está en fase 0 con muchos negocios cerrados, no cuando la llamada a la prudencia la hacen esos a los que aplaudíamos a las 20 horas. No cuando cualquier desliz puede provocar precisamente que no haya libertad.