Dinosaurios de verano: emérito
Todos los veranos, ante la falta de noticias, los medios se buscan “serpientes” que les den trabajo en esos días de estío. Pero este año, extraño, difícil, incómodo y convulso, las serpientes están siendo dinosaurios que pueden tener efectos mucho más profundos que los de un simple reptil pequeñajo.
Cuando comenzamos con esta película de la democracia, creíamos que el político acudía a la vida pública para aportar su sabiduría, su forma de ser, era un honor servir e imposible acudir a servirse y, sobre todo, existían los principios de honor, caballerosidad, altruismo y profesionalidad que no se podían poner en cuestión, pues la simple duda era una vergüenza no soportable.
Uno de los garantes de la democracia, y de esos principios de honor y servicio, era el Rey, que se había convertido en un traidor para los franquistas y una garantía de democracia, a la que defendió en momentos muy difíciles, renunciando al poder, que le venía otorgado por su nacimiento y por designación del totalitario y él, sin obligación, lo entregó al pueblo, defendió, en momentos muy difíciles, esa cesión y la libertad de los ciudadanos, que se lo reconocieron aprobando una constitución en la que la corona era el fulcro constructor y a la que se concedió un apoyo próximo al 90% de la ciudadanía.
Hoy, observamos que el monarca hizo lo mismo que los políticos de la época y se enriqueció con operaciones en las que cobraba comisiones, con ciertas diferencias, los políticos las cobraban a las empresas que hacían obras públicas, es decir eran una mordida por la concesión de la obra, o se llevaban el dinero distrayendo el designado a los parados o de los cursos de formación de los trabajadores, o de los huérfanos de la guardia civil, a cuentas propias, no lo han admitido jamás, y siempre han sido defendidos por sus conmilitones hasta que fueron condenados para, tras ello, buscarles un retiro dorado.
En el caso del Rey, parece, por la declaración de una buscavidas y de un policía encarcelado, que afirman que cobró comisiones por el ave de la Meca, es toda la supuesta infracción, pero no sabemos si era mordida o era porcentaje del contratista por facilitar una maquinaria adecuada, más barata o en mejores condiciones, o un simple regalo de unos musulmanes acostumbrados a este tipo de dádivas; es decir, si fue una comisión lícita por la mediación en un negocio o una mordida ilícita sobre un negocio ya hecho. Parece claro que es dinero saudí, y no nacional, el que se entrega, por lo que es posible que el único defecto del emérito monarca es fiscal y, por más que nos empeñemos, puede ser una simple infracción tributaria.
Cuando alguien hace movimientos de dinero puede incurrir en blanqueo de capitales siempre que el dinero tenga procedencia ilícita, lo que en el caso del monarca resulta francamente difícil de demostrar, pues durante un gran período de su vida, hoy existen dudas de si dicha situación no se mantiene, era inimputable por sus actos, de forma que el dinero no era de procedencia ilícita y su movimiento tendrá consecuencias fiscales, pero no penales.
Es decir, sin la más mínima investigación seria, por el momento, existen datos muy gruesos, muy llamativos, pero jurídicamente no nos encontramos ni con un solo dato que permita sospechar se pueda proceder a su investigación, no existe un solo juez que esté realizando una investigación seria, únicamente hay unas diligencias de investigación -que no tienen mayor valor judicial- por unos fiscales que, por otra parte, carecen de la independencia de los jueces, pero que, a fecha del presente, ni siquiera han concluido la posible existencia de datos de criminalidad; es decir, no hay nada de nada, más que su presunción de inocencia.
La presión de unos desagarramantas zurriburris que añoran una república que jamás se votó por los ciudadanos y se impuso sobre la huida del monarca y que desde sus principios sirvió para el asesinato o la checa de una izquierda que o gobernaba o quería la guerra, que finalmente perdió, es la que ha hecho dar un paso equivocado a un anciano presionado por ellos y por la historia.
Pues bien, estos mononeuronales han presionado para que el Rey Emérito se marche de España, quedando al servicio de la Justicia, y haciendo lo que nunca debió de hacer. Tanto si es objeto de investigación, como si no, debió de apartarse de la institución monárquica, pero no abandonar España, dar aire institucional, pero no asumir, ni siquiera en apariencia, los errores o delitos que se le imputan.
Aquellos que le exigen transparencia, asunción de responsabilidad y petición de perdón y dimisión, deberían de aplicar los mismos criterios a sí mismos, pues más daño y desafección produce una clase política corrupta e inconsistente intelectualmente, que no dimite ni con aceite hirviendo, que un monarca emérito errado en sus formas y que está sirviendo para ocultar una mala gestión y el latrocinio al que nos están sometiendo nuestros políticos.