¿Para qué sirven los funcionarios?
Si vemos cómo los tratan los políticos, los funcionarios sirven para bien poco, pese a ser la columna vertebral de todo el sistema administrativo.
En España existen 2,6 millones de trabajadores públicos, poco más de la mitad de ellos funcionarios. Y son sistemáticamente maltratados, objeto de recortes salariales en cuanto se descuidan y con una fama negativa que no se corresponde a su dedicación. Baste ver que su número es muy inferior al de otros países europeos pese a que mantienen la misma actividad que sus colegas extranjeros.
La paradoja, además, es que quienes se llenan de elogios a “lo público” son los primeros en no tratar a los funcionarios con la dignidad que se merecen. La prueba la tenemos en la cantidad de altos cargos nombrados a dedo, en vez de confiar en la experiencia y conocimiento de los servidores públicos con una oposición a sus espaldas.
En la actualidad tenemos 1.212 asesores en los altos puestos de la Administración designados por amiguismo, compadrazgo o enchufe, más que por cualidades o méritos que en la mayoría de los casos se desconocen por inexistentes. En los dos últimos años se han incrementado un 41%. En eso también nos diferenciamos de los países de nuestro entorno, que dejan reposar la Administración en el funcionariado de oficio, en vez de ponerla en manos de recién llegados sin oficio ni beneficio.
En los países de cultura anglosajona, por ejemplo, los “civil servants” permanecen en sus cargos, desde el último al primero, cuando hay una remodelación ministerial, mientras que aquí se arrambla con todo el mundo para poner en su lugar a los paniaguados de turno, quienes para ocultar su ignorancia se traen los asesores de que hablábamos.
O sea, que si hacemos caso a la realidad actual, con un récord de ministerios, direcciones generales, asesores, comisiones y comités de expertos, los funcionarios públicos son ninguneados e injustamente tratados precisamente por quienes tenían que ponerlos en valor en vez de hablar tanto del servicio público y dejarles luego las migajas del sistema.