Desde mi pandemia
Desde hace un tiempo vengo publicando mis artículos, y no dudo que más de uno se verá sorprendido por el título de hoy, pero estoy seguro de que al terminar de leerlo lo entenderá perfectamente. La semana que viene volveré a mis artículos habituales
No pretendo protagonizar para nada cómo estoy viviendo esa pandemia en primera persona, pero los medios han hecho pública mi situación personal y voy a intentar hacer algunas reflexiones al respecto en voz alta.
Ingresé en el Hospital Clínico en planta Covid el pasado lunes 18, hospital en cuya UVI llevaba ingresado varios días un hijo mío. Su ingreso también era conocido. Por cierto, su comportamiento ha sido absolutamente ejemplar. Ambos ingresamos de la mano de nuestra patrona, la Virgen de Lourdes, y ambos hemos salido, a Dios gracias, de la mano de Nuestra Señora de San Lorenzo, él un día antes que yo.
El propio lunes 18 acudí a mi centro de salud y por la tarde se decidió mi ingreso. Nunca agradeceré lo suficiente a mi familia el esfuerzo realizado hasta mi ingreso, y el que actualmente me presta durante mi confinamiento domiciliario. Y a renglón seguido quiero hacer público mi agradecimiento al personal sanitario, desde los chavales que me recogieron en casa en ambulancia, a limpiadores, celadores, auxiliares, enfermeras, fisioterapeutas y médicos de aquel hospital. De verdad que hay que vivirlo desde dentro, para intentar entender el esfuerzo y el sacrificio que realizan todos ellos a diario.
¡Menos aplausos desde los balcones, y más reconocimiento personal!
A renglón seguido, quiero agradecer públicamente las oraciones y el apoyo de cuantos han hecho, en público o en privado, sus deseos de mi pronta y total recuperación. Sin distinciones de ningún tipo: familiares, compañeros de colegio, amigos, miembros de los distintos partidos políticos y, en definitiva, gentes de bien. Y un recuerdo para mis compañeros de habitación hospitalaria: unos salieron antes que yo, y espero que los dos últimos lo hagan a la mayor brevedad. No quiero citar a ninguno en especial, pues es seguro que me olvidaría de alguno así que, a todos, GRACIAS INFINITAS.
Y para terminar quiero hacer un llamamiento a TODOS. El tema es muy serio y hay que respetar las normas que dicte la autoridad sanitaria al 200 por 100. Y si no tenemos derecho a poner en riesgo nuestra propia vida, menos derecho tenemos a hacerlo con la ajena.
En fin, los creyentes, oración. Los agnósticos fe en los sanitarios, y a todos, solidaridad. Que de política ya tendremos oportunidad de hablar.
PD. Nacho, Nacho, ¿Por qué me persigues?