Incongruencias o falta de información
Aparentemente, el mundo está lleno de incongruencias. Por ejemplo, ¿cómo es que Wuhan, centro y origen del coronavirus, es hoy una de las zonas más seguras del mundo frente a la pandemia?
Los que no creemos en las casualidades, las incongruencias o las conspiraciones tenemos puesta nuestra fe en la razón y la lógica. Así que nada de azar o contradicción, sino el esfuerzo brutal desde el inicio para cortar de raíz la enfermedad. He ahí el resultado frente a las vacilaciones, vaivenes o simple marear de la perdiz de otros lugares, como nuestro propio país, en el que llegó a decirse que a lo más habría un caso o dos de la infección.
Todo tiene, pues, un porqué; hasta la falta de vacunas nada más comenzar su dispensación en Europa. La reacción inicial de ira de la UE frente a los laboratorios de AstraZeneca por su reducción de suministros ha tenido que verse matizada y hasta revertida para poder seguir con un ritmo de vacunación que ya no es el originalmente previsto. Y todo, como digo, tiene su explicación en un contrato opaco, lleno de cláusulas restrictivas y hecho de prisa y corriendo para conseguir las preciadas dosis. De aquellas urgencias vienen estos lodos y no de ninguna maldad, fraude o conspiración.
O sea, que los ciudadanos creemos recibir una buena ración de información sobre los acontecimientos y a menudo nos vemos superados por el estupor y la incomprensión. No es que las cosas sean como parecen, sino que parecen como no lo son por falta de una información veraz y contrastada que, al parecer, sólo reclama nuestra atención extrema durante un breve tiempo.
Por ejemplo, ¿ya está superado el desastre de Filomena en Madrid y otras localidades? El silencio informativo actual, cuando aún están sus consecuencias a la vista, es cruel a la par que tóxico, porque da por solucionado un problema que sigue vigente, lo mismo que han seguido tiempo sin solucionarse las inundaciones en Mallorca o el terremoto de Lorca, por referirnos a dos casos de gran exposición mediática en su momento.
Podríamos seguir así hasta el infinito, pasando por el voluminoso contrato del futbolista Messi, que siempre ha estado ahí, aunque fueron bastantes los que se dieron maña para ocultarlo. O sea, que sí, que no hay confabulaciones baratas que valgan y mucho menos contradicciones en la realidad monda y lironda, sino una falta de información como una casa, cuyas razones habrá que abordar en un próximo artículo.