En estos días celebramos la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, que propuso un mundo de amor y generó una creencia religiosa de una potencia sin igual, cuyo fundamento es la igualdad de todos los seres humanos por ser todos hijos de Dios y hechos a su imagen y semejanza.
Esta es una diferencia fundamental con otras religiones como la Islámica que, por definición, sólo el hombre disfruta de un cielo o futuro en el que goza de cuantas mujeres desee, resultando, de este modo, que el sexo femenino es de menor o más bajo nivel que el masculino.
Cada vez que se desarrolla la pasión cristiana, se rememoran todas y cada una de las pasiones que padecemos a lo largo de nuestra vidas, todos los sufrimientos que tenemos, sin comprender cuáles son los motivos de ellos.
El sentimiento de Dios es personal, intransferible y único, es una forma de percibir la sensación de Dios, un comprender la vivencias por la percepción de ese ser superior que, existirá o no, pero que alguno siente a su lado como una realidad.
Alguien me dijo que los hombres somos los hijos autistas de Dios, es decir unos hijos que no entienden, no comprenden, por más que conocen o perciben a su padre, le siguen sin tener claro dónde les lleva, por qué les lleva o qué es lo que espera de ellos, muchas veces lo que ven o lo que perciben no les gusta, pero siguen al padre incondicionalmente, para, cuando se frustran o se disgustan, agredirse y dañarse, pero nunca hacerlo contra su padre.
Cuando hablas a tu hijo con autismo, él comprende gran parte de las cosas que le dices, entiende su significado, pero no percibe los motivos y pierde gran parte de los conceptos; de modo que, por mucho que pretendas, rara vez ingresas en su mundo, comprendes sus deseos, interpretas sus sufrimientos y entiendes sus frustraciones e ilusiones, de forma que intentas ayudarlo como mejor sabes.
A él le sucede lo mismo, por más que se esfuerza pierde los conceptos, no comprende tus intenciones, necesita muchas explicaciones para tan sólo llegar a acercarse a lo que tú le pides, pero confía en ti, tiende su mano, te acoge cariñosa y pacientemente y te sigue, le lleves donde le lleves.
Aquel que percibe la presencia de Dios siente lo que un niño autista, esa incomprensión de lo que desea Dios, menos aún comprende lo que le hace por su bien, ni porqué permite todo aquello que le sucede malo o que él considera perjudicial. A una persona especial le viene igual de bien que a ti la vacuna, pero él lo contempla como un mal que le daña y pone todo tipo de impedimentos, pues igual sucede entre aquel que siente a Dios y su relación con él.
El amor que un padre siente por un hijo es inexplicable, pero el que siente por un hijo especial es especialmente inexplicable y jamás se podrá entender por aquel que no lo tiene, pero es el sentimiento más profundo que un ser humano pueda sentir y la limitada transmisión que él o ella te puede hacer, por más que muy pequeña, es de tal intensidad que compensa cualquier duda o cuestionamiento que te puedas sospechar.
En estos días, nuestro padre es asesinado por nosotros, sin comprender muy bien el motivo o causa de ello, incluso con la mofa o escarnio de muchos de nosotros.
Si no existe y/o no lo percibimos, su mensaje es igualmente perfecto, deseable y defendible por cualquier ser de buena voluntad, el desarrollo de su doctrina nos ha permitido la igualdad entre los hombres, el desarrollo de los Derechos Humanos (en la escuela de Salamanca), superar los planteamientos errados dentro de la Fe y crecer como personas, mucho más que cualquier otra religión, doctrina o teoría universal.
Por estas fechas, y aprovechando que el jueves es el día del Amor Fraterno, suelo pedir perdón a quienes pueda haber causado mal alguno. Sin dejar de hacerlo, este año, prefiero resaltar nuestra condición autista que nos impide, dificulta y obstaculiza nuestra percepción y comprensión de Dios.