En griego historia significa investigación, investigar lo que ocurre y orientar a las personas sobre lo que se puede esperar del futuro, porque, como expresaba Cicerón, la historia es magistra vitae, es decir, la maestra de la vida que enseña y guía, y no saber lo que ha sucedido antes de nuestro nacimiento es como seguir aun siendo niños.
Muchos analistas saben lo fácil que es para cualquier potencia generar corrientes de opinión. Así ha sido siempre como parte del arte de la guerrra. Si hace unos años China como vimos en 2012, fue capaz de paralizar Internet tres veces durante 15 minutos, si desde Rusia se ha jugado a manipular corrientes de opinión, campañas electorales desde la red, por qué no podemos afirmar que cualquier otro país o grupo de presión puede generar o está generando a través de Facebook, Twitter, etc perfiles falsos e infiltrar convocatorias, opiniones y generar malestar o conformismo. Desde cualquier servidor se puede convocar a través de mailing convocatorias en las que el receptor piensa que son otros como él los que convocan, y no gobiernos, partidos políticos o grupos terroristas. La cultura de la charca es lo que se lleva. Ningún hombre es libre. Eso solo se lo creen los niños y los idiotas.
Por qué no suponer que algún movimiento integrista o corriente política está detrás de estás manifestaciones o revueltas que aparecen por arte de magia, como si estuvieran preparadas de antemano, aquí, allá, en nuestro pueblo, España, el de al lado, oriente próximo y occidente. Podríamos pensar también que si estos movimientos que genera la red se uniesen acabarían por formar una potencia mundial difícil de parar. El Islam, la falsa izquierda progresista, etc. Está claro que las falsas banderas pueden crear tendencias para destruir el mal llamado estado del bienestar en Occidente. Lo malo es que detrás de la red al final no hay nada. La Ciberguerra está ahí en marcha, pero el respaldo de la red es vacuo, como muchas tendencias que se generan en ella. La gente parece que se está acostumbrando a no matar de frente y a enriquecerse por detrás.
La mayoría de los falsos progresistas y aletrados de nuestro entorno se toman la historia y los acontecimientos como un juego. Apoyar tendencias o sociedades utópicas pensando que es guay porque nos hace inteligentes. Hay chupiguays que defienden sociedades donde la religión recorta más derechos que la democracia y es capaz de impartir justicia a parte de la civil, con unas estructuras mentales en que hombres y mujeres van por distinto lado, pensando que alcanzarán la democracia de hoy para mañana. Vivir de espaldas a la izquierda revolucionaria o a la extrema derecha totalitarias, o al integrismo religioso, donde el individuo queda despojado de todos sus derechos y libertades es de palurdos o ignorantes. También lo es quien apoya estas tendencias vistiendo camisetas cold.
Publicar fotos o videos de una plaza donde han ido convocados algunos privilegiados aburridos que tienen un teléfono u ordenador y lo saben usar, además de tener tiempo que perder, y afirmar que el pueblo se ha levantado es muy aventurado. Hoy en día parece que doscientas personas y una pancarta tienen eco en los periódicos como si fuera lo que piensa la mayoría, no digamos en los titulares que despiertan cuatro gates que se ponen en top less o desnudes, se encadenan a una farola, se tiñen de rojo, o se pasean con lacitos de colores, etc... ¿Merecen estos personajes realmente esa repercusión o más bien merecen que los detengan y tiren la llave, o los pongan a hacer tareas sociales?
¿Quién sabe o se pone a imaginar, por citar un ejemplo, lo que es la democracia en los miles de km2 de desierto al sur de El Cairo, al oeste de Somalia, en Etiopía, al sur de Sudán, en el centro de Africa y qué interés tiene para ellos mismos o para nadie? Allí el único interés preferente para las personas es que exista la ley y el orden, es decir, un ejército y una policía que les proteja. El desierto o la selva es un medio hostil donde cualquiera puede desaparecer tragado por la arena, las alimañas o los bandidos. En occidente es muy fácil perder todo lo que hemos conseguido, y parece que cada día son muy pocos los conscientes de ello. Volver a construirlo o recuperarlo es harto complicado.
Los medios de comunicación como siempre pecan de falta de categoría en sus analistas, la mayoría becarios o jóvenes faltos de la experiencia que da la vida, que no han vivido la transición y el terrorismo nacionalista ni las convulsiones del siglo XX, las más terroríficas de la humanidad, y sin olvidarnos de los otros acomodados a su silla al servicio del que paga mirando siempre para otro lado. La maldad humana no tiene límites y fomentar la ignorancia es algo terrible.
El futuro es oscuro para occidente en estos momentos de pandemia, ya que se le abren otros frentes de conflictos que no parece que el nivel de sus gobernantes sepan encarar. Si la inestabilidad y tensión en el próximo oriente es constante e importante, con las guerras de Siria e Irak, y Afganistán que siguen sin solución, sólo faltará reabrir un frente más en oriente próximo donde la tensión entre Israel e Irán está en sus máximos, con Hezbollah en el Líbano, y Gaza en Israel. De allí provienen la mayoría de los combustibles fósiles que consumimos, que ya están en un alza continua.
Las revueltas de la pandemia y las próximas del hambre o de los desfavorecidos y de los apátridas van a ir a más, y quién sepa hacer suyo ese descontento puede provocar una crisis mundial de consecuencias desconocidas hasta la fecha. España está a pie de obra a pocos miles de kilómetros de esos países como quién dice a tiro de misil. Seamos prudentes y ojalá nos sepan gobernar con mayúsculas. Esperemos que se sepan reconducir esos descontentos y los sepan llevar hacia el bienestar, que es lo mismo que la paz y la prosperidad.