Algo más que un obispo
Un muy reciente programa de televisión, concretamente en La Sexta, ha puesto una vez más en evidencia que, lo que no sale en la tele, no existe.
Por eso, los abogados americanos dicen que “nunca pierdas la ocasión de salir en televisión”. Y es que, el poder de la antiguamente llamada “caja tonta”, es cada vez más arrollador e invasivo, que todo lo puede y a todo llega. Y, es más, dándole un plus a la noticia hasta el extremo que ésta alcanza veracidad y realismo, “ha salido en televisión”, suele decirse para darle credibilidad y trascendencia.
El programa citado se basó, una vez más, en el consabido problema de la ausencia o vacante de sede episcopal en Ciudad Rodrigo desde hace más de dos años. Eso sí, sin profundizar en la causa de la renuncia del anterior titular don Raúl Berzosa, tema sobre el que nadie quiere pronunciarse, si tenemos en cuenta que se trataba de un obispo joven, gozando de buena salud y con plenitud de facultades.
¿Por qué se fue? La diócesis se merecía y sigue mereciendo una explicación, pero esta no se ha dado o querido dar. Al menos hasta ahora.
Pero no es este el problema, a mi juicio esencial, sino la situación de decadencia creciente de Ciudad Rodrigo y su comarca, que sigue perdiendo población a pasos agigantados de forma progresiva. Baste señalar que, en 1990, siendo yo alcalde, la población era de casi 16.000, exactamente 15.985, mientras que en enero de 2020 ha bajado a 12.261; esto es, 3.724 habitantes menos, un 23,30 %, y sigue el descenso.
Y con ello, o como consecuencia de ello, se han perdido también instituciones u organismos públicos o entidades privadas que tenían una red socioeconómica que daba vida y vigor a la ciudad.
En su día se perdieron las guarniciones militares, la audiencia provincial, el gobierno civil y el militar, después la comisaría de policía, centros docentes de grado medio y el nunca conseguido hospital comarcal, y sucesivamente numerosas industrias, comercios y actividades artesanales que se llevaron consigo centenares de puestos de trabajo y la impronta de ciudad prospera que siempre tuvo.
Ya en las coplas y versos del famoso Carnaval del Toro, concretamente en las del año 1922, publicados en el semanario La Iberia se dice con gran crudeza “...Hoy está Ciudad Rodrigo, como un villorio, está muerto. La industria paralizada. Está lo mismo el comercio. Cuatro tabernas, sin gentes; los cafés ídem de lienzo, casi siempre sin tabaco. Sin trabajo está el obrero, se quejan los labradores, se lamenta el barrendero. El concejo está empeñado, en las timbas no hay jaleo. ...Pero hoy ya de milagro vivimos en este pueblo. Pues se llevaron la audiencia, la guarnición, el gobierno; cuanto tenía importancia, lo que había de provecho, no quedando ya en Miróbriga más que los dulces recuerdos de un pasado venturoso. Y un cuartel, sin tropa, nuevo. Se ha cerrado La Panera, se destruyó el teatro viejo. No hay baile en la Sociedad. El teatro tiene veto. En Carnaval ya no hay murga; hasta triste está Trejo. Hoy, en fin, ya se despide; hoy un adiós lastimero al público La Iberia, este semanario viejo...”.
Y lo que creo que fue la puntilla de esta decadencia: el cese de la actividad de la mina de uranio en 2001, hace ahora veinte años, que daba ocupación directa e indirecta a más de 200 personas y otras tantas familias.
De nada de esto se habló en el citado programa, como si ello no importara o no fuera trascendente. Y creo que por ello quedó cojo o insuficiente, máxime teniendo en cuenta que Antonio García Ferreras, presentador de dicho programa, vivió en Ciudad Rodrigo por ser hijo de uno de los empleados de la empresa ENUSA, que explotaba la referida mina.
Si este es el diagnóstico ¿Cuáles son los remedios? A ello se une el carácter periférico, antes estratégico de la ciudad que fue fortaleza y defensa en los conflictos bélicos que la asolaron y que justificaron su glorioso pasado.
Ya Unamuno en “Tierras de Portugal y España”, dice que Ciudad Rodrigo es la “Guarda” de la frontera española, después de haber criticado duramente a la ciudad portuguesa de Guarda, por su pueblerina vida, añadiendo que Miróbriga cuenta con unas “ridículas e inofensivas murallas”, olvidando que son un conjunto perfectamente conservado que da impronta a la ciudad.
Pues bien, creo que en estas denostadas murallas unamunianas, está la clave o una de las claves de su resurgimiento tan necesario. Y es que, Ciudad Rodrigo por su valioso e histórico Conjunto Histórico Artístico desde 1944, se merece con toda justicia ser declarada Patrimonio de la Humanidad y constituir por ello una fuente de recursos turísticos que puede y debe ser su principal industria.
Además de ello, la enseñanza no debe ni puede ser monopolizada por la ciudad de Salamanca y su prestigiosa Universidad, descentralizar o crear alguno de sus centros docentes, como de ingeniería agrícola, ya que la agricultura y la ganadería siguen siendo vitales en la zona, de estudios de enfermería o de magisterio o turismo, podían ser otras de las alternativas.
Y, por supuesto, debe contar con el necesario hospital comarcal que atienda necesidades de residentes situados a más de 100 km. de Salamanca. Y también el retorno de la comisaría de policía y otros organismos perdidos o que se pueden conseguir, como es incentivar el aspecto museístico del que podría haber sido elemento esencial el Calvario de Juan de Juni, que nos lo dejamos arrebatar y que siempre residió en Ciudad Rodrigo, y hoy luce en el Museo de Escultura de Valladolid, como muchos años antes el retablo de Fernando Gallego de nuestra majestuosa e imponente Catedral, y que fue vendido por el Obispo de Salamanca, a la sazón administrador de la diócesis de Ciudad Rodrigo y que se encuentra expuesto en la Universidad de Tucson, en Arizona (USA).
Pero claro, no podemos pedir algo si la capital de la provincia quiere acapararlo todo y se niega, como siempre ha hecho, a desconcentrar nada, y lo estamos viendo con el obispado, que quiere asumir y sumarlo al que ya tiene, aunque se mantenga la diócesis mirobrigense, como ya ha manifestado el secretario de la Conferencia Episcopal.
Y, por último, tampoco será posible conseguir un necesario renacimiento mientras grupúsculos negacionistas se opongan a cualquier desarrollo, como vimos con la construcción de la presa de Irueña, que evita ya las periódicas avenidas y riadas del río Águeda, que tanta destrucción causaban.
“No se puede estar en misa y repicando”, dice el viejo refranero y eso es lo que quieren algunos. Por ello, si “la unión hace la fuerza”, unámonos en torno al ayuntamiento que legítimamente nos representa para aunar esfuerzos y luchar en la dirección correcta. Solo así Ciudad Rodrigo y su comarca empezarán a recuperar parte de lo mucho que han perdido.