Buscando por el bulevar de los sueños rotos
Vivimos por los pueblos de la provincia salmantina un verano atípico, en cuanto a fiestas patronales, por eso del dichoso virus que todo lo ha cambiado. Ni hay encierros, ni toros del cajón, ni vaquillas y, qué atrocidad, tampoco verbenas como antaño, cuando las gentes, las peñas -aunque sigan, se supone, prohibidas-, ni los jóvenes frenan su ímpetu alegre de algarabía y fiesta.
En medio de este panorama, que irá a más según avanzan las fechas de estío, llega el calor sofocante y se acrecienta el deseo de beber, aún existen momentos para disfrutar, emocionarse, recordar, olvidar los malos instantes pasados y disfrutar con la música bien hecha, con la interpretación exacta y el tinte personal que es en el que reside el arte, lo que se llama swing. Que no es más que el ritmo o a la sensación que genera cierta música, invitando a bailar o a moverse.
La sencillez en la interpretación de la banda y los tonos vocales acordes a los originales. Se puede empezar 'Por el bulevar de los sueños rotos' , entonar 'Melancolía', continuar con 'El hombre del piano' para finalizar preguntándonos ¿Y quién es él? No es Sabina, ni Camilo Blanes que decía el Sesto, ni Ana Belén por no decir Billy Joel -el original en inglés- o Perales o Rocío o Raphael. Es simplemente Luis Cotobal. El de las cazadoras tan personales a modo 'pop art' de Andy Wharol. El cantante de La Búsqueda. El compañero periodista -a tiempo completo también como técnico en comunicación- y cantante a tiempo parcial, porque el virus así lo ha querido-. Pero no deja de sorprender en su carrera ascendente desde la sencillez y la profesionalidad.
Luis, acompañado de una banda con swing, cuyos músicos mantienen la coherencia y la cohesión rítmica, tan escasa en muchos de aquellos grandes montajes que quedaron atrás en 2019, logra atraer la atención de los espectadores que, sentados, también hacen sus pinitos para simular que bailan, aunque solo sea mover los brazos y cantar. Pero, en estos tiempos de escasez, menos es nada.
Persona comprometida con la defensa de la cultura, porque nunca le falta esa necesaria introducción de #laculturaessegura, reivindica el poder trabajar encima de los escenarios, porque, como dice a los cientos de personas -aunque en algunos pueblos por su población no sean más que decenas de entregados- son cientos -ahora sí- de familias las que viven de las fiestas populares y, tras un año de pandemia e inactividad, lo están pasando verdaderamente mal, sin ingresos y con el futuro aún incierto por la falta de previsibilidad de la Junta de Castilla y León que tiene encogidos a alcaldes y empresarios de la música, en cuanto que no se decide a animar a organizar fiestas populares, ya con verbenas para la segunda mitad de julio en adelante a los cientos de pueblos que quieren volver a vivir y disfrutar.
Desde Acople -asociación sin ánimo de lucro que nace con la finalidad de velar, proteger y mejorar los intereses comunes del sector cultural. Más en concreto y por primera vez en la historia, la defensa y unión del sector de las fiestas populares- donde es el responsable de Comunicación, hasta su periódico Carbajosa Noticias y con el Grupo La Búsqueda, Luis siempre está a la cabeza de la responsabilidad y la lucha por aquello que cree justo y de justicia.
Esta noche de San Juan, de brujas y hechizos, maldeojos y solsticio, en Hinojosa de Duero hizo volar las emociones de cuando éramos jóvenes, de cuando por los madriles de Atocha, Chueca y Recoletos nos vaciábamos, en las noches de humo sin final, con ritmos de Sabina que nos transportaban por bulevares de sueños rotos, como las canciones que lloraba Chabela, o las más rockeras de Radio Futura, sin dejar pasar las anfetamínicas fiestas de Archy, Morocco o Griffin's -el mítico local de la noche gay madrileña donde se iba porque era de modernos participar en los shows de los primeros transformistas a modo Juana Reina, Marifé de Triana, Macarena del Río o Concha Piquer, ahora convertidos en 'drag queen', porque esa también era la 'movida' y allí se veía desde el más primerizo Almodóvar hasta el galáctico Tino Casal sin olvidar a insignes de la noche como Antonio Flores o la 'vampiresa' Olvido Gara transformada en Alaska. A eso es a lo que nos lleva Luis cada vez que asistimos a esos conciertos íntimos a medida.
Sin duda que, con sencillez y sin necesidad de grandes alardes, se puede emocionar, divertir, alegrar y sentirse humano porque los sentimientos y los recuerdos fluyen, como el agua clara en un manantial. Ya estaba bien avanzada la medianoche cuando abandonamos Hinojosa de Duero, dejando atrás el estruendo de las peñas, el ruido de las cajas de cerveza en la trasera del bar, el ladrido de un perro y la primera noche de fiesta. Con la luna llena de compañera caminamos a Villarino, al pueblo, para sentarnos y escribir desde el recuerdo al ritmo del toque de campana del reloj de la plaza, el rebuzno de una mula -de las pocas que quedan- y los ecos de una voz que aún reverbera en el corazón y la mente:
Por el bulevar de los sueños rotos
Moja una lagrima antiguas fotos
Y una canción se burla del miedo
Las amarguras no son amargas
Cuando las canta Chavela Vargas
Mientras me sumerjo en el pasillo del sueño, suenan el quejido de una armónica solitaria y una acordeón que, como la dulce voz de Luis Cotobal en la fiesta del olvido, remueven las brasas que queman bajo las cenizas, ay!