Echando con decisión la pata p´alante, lo que en estos momentos resulta especialmente elogiable, Cantalpino ha pasado de los festivales, siempre interesantes y lucidos, a una miniferia de tres espectáculos taurinos en honor de la Virgen de la Asunción y San Roque: la corrida mixta de hoy sábado, acartelado El Capea con el novillero Manuel Diosleguarde, triunfador del recién celebrado I Certamen de Novilladas con Picadores de Castilla y León, ya en condiciones de dar el salto al escalafón supremo, y ambos precedidos por DuarteFernándes, joven rejoneador portugués.Seguirá mañana domingo (hoy para el lector) un mano a mano entre Ismael Martín, prometedor toricantano local, ganador del I Certamen de Novilladas sin picadores de Castilla y León, y Raquel Martín, apoderada por Cristina Sánchez, salmantina que acaba de dejar su pabellón y el del toreo de la mujer muy alto al cortar tres orejas en su debut en el impresionante coliseo gabacho de Arlés. Y finalmente un concurso de cortes y saltos.

            

Bien por el ayuntamiento, presidido por Javier Bolao Puente; bien por el empresario José Ignacio Cascón y bien asimismo por Pedro Gutiérrez Moya, el histórico Niño de la Capea, que ha dado todas las facilidades para que sus reses, novillos y toros, salten al ruedo cantalpinés, un municipio con menos de novecientos habitantes que incluye otros seis núcleos de población, cinco de ellos sin habitantes (Cotorrillo, Cuarto de la Asunción Revilla, La Estación y Torre de Moncantar, la excepción es Villafuerte), lo que de por sí pone de manifiesto el derroche de ilusiones y el despliegue de esfuerzos imprescindiblemente invertidos para hacer posible esta pequeña-gran miniferia. Ojalá se midiesen por esta ambición y este apoyo real a la Tauromaquia los responsables de tantas plazas de tan supuesta importancia, algunos tan faltos de afición como sobrados de verborrea.

           

Y no ya bien, sino mejor que muy bien los astados puestos en liza, novillos y toros, con los dos primeros de Capea y Diosleguarde sencillamente excelentes, tomando los vuelos del capote y buscando la muleta por abajo, con recorrido, manteniendo un son armonioso de principio a fin y entregando la vida con la boca cerrada, ambos premiados con la vuelta al ruedo, homenaje merecidísimo que hubieran alcanzado en cualquier plaza. Astados además con las defensas íntegras, en las tablas quedó la firma en puntas del segundo de Capea: un agujerazo. “¡Cojones con el torazo!”, “¡Es un tío!”, exclamaron a mi lado los jóvenes de una peña.

            

Duarte Fernándes, el rejoneador, monta con destreza, con elegancia y se muestra sobrio, con más fundamento que adornos, y supo templarse ante dos astados con nobleza y complicaciones, las complicaciones inherentes a la bravura, codicioso y cortante, apretando el que abrió plaza y menos bollante su hermano.

            

Lo de Capea merece punto y aparte: veinte meses sin torear (¡maldita pandemia!), sequía que ha redoblado sus ganas. Que variedad ha infundido a su toreo: largas cambiadas de rodillas (las dio siempre), sentido cabal de las distancias, dominio de las alturas y firmeza en los toques; verónicas ceñidas y medias de categoría, naturales interminables, circulares logradísimos por la espalda, cambios de mano, desplantes, un pinchazo  y dos estocadas de libro. Y qué sabiduría campera para ayudar a crecerse a su segundo, que al salir del caballo se pegó una costalada de la que resultó afligidísimo. Si sus detractores (¿quién no los tiene?)  prefieren ahorrarse el disgusto, que se vayan a comulgar con ruedas de molino mientras torea, aunque quizás sería mejor que aplicasen aquello de que es de sabios rectificar.

            

Diosleguarde, a su vez, no para de crecer y afirmarse. Entre el Diosleguarde de- las novilladas del Circuito de Castilla y León y el Diosleguarde de ahora media un mundo de reposo y sosiego, porque así en Toro como en El Espinar se me hizo evidente que toreaba muy presionado, acuciado por un sentido de la responsabilidad (muy elogiable) que a ratos lo atenazaba, tensión de la que se ha liberado, recuperando frescura, espontaneidad y capacidad de improvisación. Qué alegre es su toreo.

            

Los tres salieron simbólicamente a hombros, cortando orejas y rabos. Tarde estupenda, olé por Cantalpino.