Es comprensible que la rapidez o la vehemencia que pueden aparecer en un debate radiofónico o televisivo, o el deseo de elaborar un texto que evite repeticiones, lleve a utilizar palabras de el español que se toman vulgarmente por sinónimos aunque no significan exactamente lo mismo y, algunas, hasta lo contrario. Cualquiera que se dedique a la escritura se habrá encontrado con ese problema, más si se trata de un texto científico como una tesis doctoral en que las palabras tienen hasta vigencias históricas que no llegan a los meses. Se empieza por simplificar y se acaban aceptando palabras que no son.
En estos días en los que se está hablando y escribiendo tanto sobre volcanes, vulcanólogos, palmeros o palmeños, inmigrantes o migrantes, el terrorismo religioso o yihadistas, el nacionalismo o separatismo catalán, de derechas o liberales, de ultraderecha o de extrema izquierda, de imputados, de testigos, de confesos, presunto asesino pero detenido, de vandalismo de chorizos o botellones, etc... Cantidad de palabras que nos llevan a equívocos, a sentirnos como ratón en corral de gallinas pero que se aceptan. Sabemos muy bien lo que es un palmero hoy día en política. Se blanquean sus significados o se sustituyen por otros, en castellano de a pie se da literalmente la patada al diccionario. Un ejemplo claro y aceptado fue y es el del término los abertzales o de partidos abertzales, palabra que pertenece a la jerga del euzkera o euskera, o vascongado, llamaba o llama la atención cómo se han venido utilizándose diferentes denominaciones para referirse a los a delincuentes o secuestradores de la democracia, pues, además de ello, se les ha llama nacionalistas, nacionalistas de izquierdas o no, gudaris, e incluso milicianos, todo ello con fluidez, como si fueran sinónimos. También llama la atención es la mayoría de los españoles no saben lo que significa abertzale, mejor no preguntar en la calle.
Ayuda a estas reflexiones referirse a los buenos y a los malos; es decir, a los que actúan en este lado de la ley y a los que actúan en el otro. Quien secuestra es un delincuente, luego, siguiendo lo fijado por la Real Academia Española, valdría decir secuestrador o quien secuestra, o exactamente pirata o persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar. Así deslizándonos a palabras menos usuales como bandido o persona perversa, engañadora, estafadora; incluso a facineroso delincuente habitual o rufián hombre sin honor, perverso, despreciable, ejemplos de plena actualidad. En fin, hay varias o infinitas posibilidades. Todos ellos sin duda se podrían usar para tildar a los nacionalismos de taifas que secuestran la democracia de nuestro país, y a los corruptos que se la trae al pairo, ante la inoperancia de los que nos gobiernan y de las instituciones que deberían de defendernos y la sociedad. Además de los silencios o no de los medios de comunicación que comunican según les va. Por ello, los piratas son piratas, definición exacta para quienes secuestran en el mar y no corsarios, ni nacionalistas, ni milicianos, aunque al final puede que tengamos que aplicárselo a todos y lo sean todos en este solar expoliado de nuestro país. Esperemos que el futuro se aclare pronto para poder dar a cada cual lo suyo, porque si no podremos acabar desorientados o atontolinados como aquel del dicho de: el que aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no siembra.