Acaba de saberse: Ciudad Rodrigo y Salamanca compartirán obispo, monseñor Retana. Ello pone fin a la incertidumbre que ha habido estos casi tres años, desde que el entonces obispo de Miróbriga don Raúl Berzosa presentó su renuncia. Y la noticia, por esperada, ha representado un alivio, aunque también cierta decepción para quienes aspiraban o aspirábamos a mantener un obispo propio y exclusivo, como siempre lo ha habido.
Uno recuerda, desde antiguo, a los diversos obispos que han pasado por Miróbriga desde José Bascuñana, por cierto, de Orihuela y enterrado en su catedral, aunque falleció en Ciudad Rodrigo, hasta don Jesús Enciso y Viana, de origen vasco, o don Demetrio Mansilla, que se marchó a su Burgos natal después de muchos años en nuestra ciudad y al que impuse la medalla de plata de la misma. Luego recibimos al jienense don Antonio Ceballos, posteriormente trasladado al obispado de Cádiz / Ceuta. A don Julián López, luego obispo de León y al asturiano don Atilano Rodríguez, después titular de Guadalajara y al último obispo, también asturiano, el ya citado don Raúl Berzosa, joven y entusiasta, cuya marcha ha supuesto el cambio ahora producido.
Tengo que reiterar que, para Ciudad Rodrigo, era un lujo tener obispo, y así ha sido desde el siglo XII, en que se fundó la diócesis en época de Fernando II de León. Y es que siempre hemos sido una ciudad privilegiada y bella, por aquello que dijo Marañón, si no me equivoco, de que “las ciudades más bonitas son las que tienen obispo y no tienen gobernador”. Y también tengo que añadir que con los obispos que tuve la suerte de tratar como alcalde, las relaciones fueron excelentes y respetuosas, cada uno en su territorio competencial y sin que hubiera roce alguno, sino un ánimo de colaboración mutua, siempre beneficioso para nuestros ciudadanos.
Ahora, seguiremos teniendo obispo, pero compartido con Salamanca, lo cual bien mirado, tampoco está del todo mal y puede sentar un importante precedente ya que no debería ser perjudicial compartir también otras cosas como, por ejemplo, un hospital o instalaciones clínicas o sanitarias o algún centro de enseñanza superior, siguiendo además la senda que va a iniciarse de descentralizar fuera de Madrid los nuevos organismos que se creen. ¿Es que acaso, como suele decirse, no todos somos hijos de Dios?
Alguien dirá que esto es sacar las cosas de contexto y tiene razón, pero por soñar que no quede ya que, como dijo Calderón, “La vida es sueño y los sueños sueños son”. Pero lo que no es sueño es reivindicar una mayor y justa atención para las zonas de la llamada, ya con reiteración, “España vaciada” o empobrecida y subdesarrollada, como se decía antes y que es prácticamente lo mismo.
Bienvenido, en suma, nuestro obispo compartido desde la cercana Plasencia y que sea para bien y para muchos años ya que, sin duda, compartir no sólo es una virtud cristiana, sino también de lógica aplastante cuando la necesidad así lo aconseja, puesto que, aunque haya pesimismo, acudamos a lo que dice John Ray “La alegría compartida es como una doble alegría”, y así debemos verlo, aunque sea haciendo de tripas corazón.