Hace ya más de 90 años Federico García Lorca, aprovechando su estancia en la Universidad de Columbia escribió su libro de poemas, titulado "Un poeta en Nueva York", en el que describe con su único estilo y sensibilidad, sus impresiones a lo largo y ancho de una ciudad grandiosa y única como es la capital neoyorquina. Uno, que no es poeta sino abogado, y por tanto observador de lo que ve desde un prisma diferente al de Federico, no debe por menos de analizar la realidad que le rodea a la luz diáfana pero entrecortada de los avatares diarios de la cosmopolita urbe.
Porque si algo distingue a Nueva York es que es tan americana como hispana y donde se habla tanto el idioma inglés como el español. Incluso este multilingüismo, resulta a los españoles no sólo cómodo sino alentador. "No se esfuerce, sé español" te suelen contestar. Y es verdad, los hispanos están en todas partes, amables, cordiales educados y amigables para que no te falte de nada y estés como en tu casa.
Por ello cuando lees los enigmáticos versos de Federico: "y el dolor de las cocinas enterradas en la arena, son los muertos, los faisanes y las manzanas de otra hora los que nos empujan en la garganta", comprendes, en parte su desazón y angustia amorosa.
Además, todo ello demuestra la gran multicultural de que está hecha la ciudad y gran parte del país, en el que, dentro de una diversidad latente, reina la tolerancia y una forma de entender la vida en la que el respeto por lo ajeno y el ajeno es o debe ser una norma intocable, hasta el extremo de las duras penas para el infractor y en el que un simple revisor de metro es una autoridad intocable, bajo sanción de años de cárcel.
Por supuesto, que solo es noticia el juicio en el que se castiga o pretende castigar al que viola la norma de forma estrepitosa, pero la ciudadanía no toca ni el periódico que el repartidor arroja a la puerta del suscriptor. Ni, por supuesto, la bicicleta pública para ser alquilada. La democracia como forma de vida usual y familiar está arraigada como los rascacielos que miran al espacio.
He hecho cola en las novedades que los turistas visitamos como son la biblioteca municipal, o el impresionante centro comercial de nuestro Santiago Calatrava donde estuvieron las torres gemelas, un hueco visitado con el máximo respeto, o el nuevo coloso One Vandervilt de más de 400 metros de altura y donde se aplican estrictas medidas de seguridad, todos los visitantes son fotografiados, y no he visto un mal gesto ni una palabra altisonante. Al igual que en el espectacular musical Radio City, donde la grandeza de la pasión musical americana es patente.
Seguro que Federico volvió feliz a su Granada donde acabaron con sus días: " Llegaban los rumores de la selva del vómito con las mujeres vacías, con niños de cera caliente, con árboles fermentados y camareros incansables que sirven platos de sal bajos las arpas de la saliva". Sin duda, el New York de Sinatra sigue vivo a pesar de todo.