“El bienestar de los animales es el estado en que se encuentran los animales que disfrutan de unas condiciones de vida adecuadas a sus necesidades y gozan de buena salud”. Pues bien, esta definición que sin duda es compartida por la inmensa mayoría de las personas de bien, ha servido, una vez más de pretexto para que unos iluminados podemitas se inventen nada menos que una dirección general, con todo el aparato administrativo y de asesores que conlleva intenten llenar un ministerio vacío al tiempo que una serie de puestos en los que colocar a amigos y correligionarios y la puesta en marcha de diversos chiringuitos a los que los anteriores subvencionarán generosamente.
Pues bien, con objeto de proporcionar el bienestar a los animales, racionales unos e irracionales otros, el Gobierno de España ha aprobado en Consejo de Ministros un anteproyecto de Ley que, con un poco de suerte, no verá la luz como Ley. Y digo esto porque después de haber tenido la paciencia de leer los 89 artículos y las disposiciones adicionales, transitorias, finales y derogatorias que se exponen en los 65 folios del borrador del Anteproyecto de Ley, este no se reduce a prevenir el maltrato y el abandono de los animales y a coordinar las disposiciones que respecto de este tema tienen distintas comunidades autónomas, sino que con una visión ideologizada del sectarismo anti animal imperante en el Gobierno, es más bien un código de prohibiciones y obligaciones que se imponen a los propietarios de mascotas y en definitiva de todo tipo de animales con la intención de hacerles imposible la posesión de los mismos.
De momento no se atreven a prohibir los festejos taurinos, aunque no dudo que en trámite parlamentario habrá enmiendas en este sentido, (no olvidemos que los toros son la fiesta española por antonomasia) y aunque abiertamente no prohíbe la actividad cinegética, no está de más que los cazadores se lo vayan estudiando porque las condiciones que exigen para poseer un perro, examen incluido, no son un presagio para el futuro de la caza. Y puestos a examinar, por qué no exigen un examen a quienes concurren a las elecciones, a los asesores, y a los propios autores de este engendro de anteproyecto de Ley.
Vamos que en un país en que los exámenes no sirven de nada, pues aunque no se superen se pasa de curso y se obtienen los títulos, y las menores pueden abortar o solicitar el cambio de género, (que no de sexo pues éste está impreso en todas y cada una de nuestras células), resulta que un adulto no puede tener un perro o un gato en casa si no supera el correspondiente examen. Pero, eso sí, la ley prevé la creación de un Observatorio Estatal del maltrato animal, (otro más), dos registros, un fondo estatal, para la protección animal. Vamos, más chiringuitos, más amiguetes colocados y más subvenciones a repartir.
Y es que pasito a paso y por la puerta de atrás, el sector minoritario del Gobierno avanza en su política de prohibiciones y en la aplicación de su programa, mientras los sanchistas tratan de distraer al personal con los pretextos más nimios. Los primeros a lo suyo, pues los regímenes comunistas terminan liquidando las libertades en cuanto pueden, y los segundos no tienen más remedio que tragar, pues su único objetivo es mantenerse en la Moncloa.
De momento ya lo vienen haciendo allí donde pueden. Sin salir de Valladolid , tan pronto el tripartito perdedor de las elecciones municipales de 1995 se hizo con el gobierno municipal y colocaron al alkalde okupa en el sillón de la alcaldía, los socios minoritarios exigieron al alkalde la retirada de la colaboración del Ayuntamiento con los festejos taurinos, la supresión del trofeo taurino San Pedro Regalado, que era el segundo más antiguo de España, cerraron el museo del toro, renunciaron al título de Valladolid Ciudad Taurina que en su día aprobó el pleno, y hasta prohibieron los paseos en burro a los niños con ocasión de los mercados medievales y castellanos, la actividad de los circos con animales, o la participación de caballos, burros, ovejas y todo tipo de animales acompañando la Cabalgata de Reyes, como era tradicional. Y por supuesto suprimieron la sección de la policía municipal a caballo integrada por una docena de preciosas yeguas negras de pura raza española que un amigo mío regaló al Ayuntamiento y que hoy disfrutan en la Policía Nacional. Una vez más se impone la agenda ideológica al interés general y al sentido común.
En ese sentido se prohíbe la venta de animales en las tiendas, se obliga a esterilizar a las mascotas, pero se prohíbe cortarles el rabo, mientras las menores pueden abortar sin permiso paterno, siguiendo las enseñanzas de Bibiana Aído que afirmaba que el feto humano “es un ser vivo pero no un ser humano”. Aquí, siguiendo esa doctrina del mundo al revés, ahora se puede practicar la eutanasia al ser humano como si no lo fuera. Esperemos que las feminazis no se empeñen en evitar las violaciones de las gallinas por los gallos, o la recogida de los huevos o la leche de las vacas porque son propiedad de quienes las producen.
Y la aplicación de la ley será vigilada por un comité de expertos, que esperemos que no sea volátil como el del Covid, integrado entre otros por personas de reconocido prestigio (?), sin consultar al consejo de colegios veterinarios, los criadores de mascotas, los responsables de acuarios y parques zoológicos, los vendedores de animales, los educadores de animales, los propietarios de los circos, ni decir cómo se va a compensar a todos estos profesionales que destinan al paro. Pero al estilo del “Poverello de Asis” prefieren cuidar al hermano gato y se olvidan del hermano humano, lo que no hacia San Francisco. Dicho todo esto, y para que no se me malinterprete, condeno sin reservas el maltrato animal, el abandono de los mismos y cualquier trato vejatorio al que se les someta. Pero de ahí a equiparar sus derechos a los de los humanos, hay un largo trecho.
En fin, una vez más, vivir para ver.
Hasta la semana que viene