En su día, España intervino en la Guerra de Irak enviando soldados de reemplazo y a Marta Sánchez, mientras gobernaba Felipe González; posteriormente, además de salir en la foto de las Azores, España envió un barco medicalizado a la Guerra de Irak que el PSOE utilizó con el "no a la guerra". Más tarde, nuestro presidente Zapatero no se levantó ante la bandera de Estados Unidos, para después echarse en brazos de Chávez en Venezuela... toda una declaración de posición geopolítica y de conexiones internacionales.
Hoy, se han enviado barcos de combate y se estudia el envío de tropas a Ucrania para fortalecer la posición de España en la OTAN y con USA, que ni hace partícipe a nuestro presidente de las reuniones al más alto nivel.
Los devaneos geopolíticos internacionales se pagan muy caros, tienen efectos inmediatos y son de muy difícil superación. Sucede como con la confianza, muy difícil de obtener y fácilmente destruible, de forma que la política exterior no puede verse alterada, modificada o derivada de una posición política interna, sino que tiene que ser definida, diseñada y ejecutada por todos por igual, con la participación del Rey como Jefe de Estado inalterable por el devenir político interno.
España perdió la posibilidad de crear una entente geopolítica con toda la Sudamérica democrática a la que ayudar a guardar ese modelo, servir de apoyo económico frente a Europa y de alianza con Estados Unidos y defensor frente a estos de los países hispanoamericanos. Con la democracia debimos generar los lazos precisos, las uniones económicas, las cooperaciones políticas que dieran sentido a un modelo de acción conjunta hispanoamericana, propugnada y emblema de España, como Madre Patria, con la que denunciar las falsedades de la leyenda negra, superar los conflictos de la independencia y superar las diferencias para hacernos todos más grandes, más fuertes y más influyentes.
Con ese modelo, la fuerza negociadora de todos se multiplicaría de forma exponencial y, la potencia económica que de ello surgiría suficientemente potente como para ser tenida en cuenta en el modelo internacional, mientras que ahora ninguno pintamos nada y menos si hoy somos amigos y mañana despreciamos los símbolos de los demás.
El conflicto Ucraniano no es una broma, es un intento de USA de hacerse fuerte en el panorama internacional, en el que cada vez tiene menos potencias, y de Rusia de reclamar lo que considera suyo, a la par que se presenta como el rival que ya no es; en definitiva, es un intento de las dos grandes potencias de recuperar su papel, un papel perdido por la presencia de China como potencia económica, política y de influencia, la de India y la de un potente islam como cultura renaciente.
Curiosamente, China con el emblema comunista y el Islam como una cultura machista, homófoba y claramente irrespetuosa con la libertad, se identifican con modelos o formatos totalitarios que imponen sus modelos políticos facilitando la destrucción de los sistemas democráticos y dinamitando los estados preexistentes para conseguir su dominación.
En esa labor de destrucción, participan los partidos comunistas o afines implantados en las democracias europeas y la crispación que estos generan y que anima a la derecha más rancia para intentar alcanzar el poder; pero, finalmente, con ese modelo de destrucción social y de crispación, la maniobra es romper las democracias o, como sucede en el presente, pauperizarlas, destruyendo los sistemas de control y construyendo democracias de baja calidad que permitan la desafección social y la ruptura del modelo.
No es un sí a la guerra, ni un no a la guerra, sino un primero valoremos lo que somos, lo que queremos, dónde estamos y dónde queremos estar para, una vez determinado nuestro libro azul, seguirlo todos, sea cual sea nuestro espectro político nacional, sin hacernos trampas en el solitario, y sepamos muy bien cuáles son las estrategias y objetivos del resto de agentes de la partida.