Carambola con valor de jugada maestra de Pedro Sánchez ayer tarde en el Congreso de los Diputados al aprobarse de rebote y en medio del caos la reforma laboral, aunque solo fuera por un voto, y para más inri el de un diputado pepero, ex alcalde de una importante (y bellísima) ciudad cacereña y ex senador, adscrito al círculo más estrecho de Casado. Pero todavía no se sabe si apretó al botón equivocado o el equivocado fue el sistema telemático (votó desde casa), error sin enmienda en el primer supuesto, pero que en el segundo obligaría a rectificar y cambiaría el signo de la votación, lo que en principio parece harto improbable.
En cualquier caso, la carambola que ha permitido la aprobación de la reforma laboral responde a un rosario de alianzas y rupturas que deja muy tocada a Yolandísima y que, además, posiblemente influya en nuestras elecciones.
Para empezar, jaque mate a Superguay Yolandísima Díaz, muñidora según su inmodesto decir de una reforma de progreso, histórica en su carcajeante opinión, que ha contado con los votos a favor de la caverna del PdCAT, refugio del catalalanismo más rancio, de los restos de Ciudadanos, apoyo que hunde la imagen izquierdista de la mentada, y de Teruel Existe, agrupación que está para lo que Sánchez diga; y con los votos en contra de PP, VOX y los socios de la investidura gubernamental: PNV, ERC, Bildu, BNG y CUP. Gamarra, portavoz del PP, se lo ha dejado bien claro a Súper Yolandísima: “La maquinaria del sanchismo se ha puesto en marcha contra usted, y usted ha entrado en la sala de despiece”.
Designada heredera por Pablo Iglesias, Yolandísima se había tomado en serio que iba para presidenta del gobierno. Y Sánchez Matalascallando la dejó crecerse y la halagó, perdiéndola, con el regalo envenenado de esta reforma. Que se luciera, que se pavoneara, que hiciera gala de su importancia: ese era el cebo. El veneno estaba en la disyuntiva: alinearse con los empresarios y Bruselas o cumplir una promesa imposible, promesa hecha cuando Sánchez necesitaba ese apoyo al precio que fuera. Pagadísima de sí misma, Yolandísima alucinó. Ella embaucaría a unos y otros.
Sin embargo se comió con patatas una reforma que apenas cambia la de Rajoy, en palabras de Rufián aplaudida por “la CEOE, FAES, el Banco de Santander y Ciudadanos”. En consecuencia, ayer asistimos al funeral del proyecto que articularía en torno a su ilustre persona una plataforma feminista y de izquierda imbatible. Sánchez la ha triturado y de paso ha introducido la semilla de la discordia en Podemos.
Pero no solo ha sido ese logro, que ya sería mucho. Jugador avezado, al negociar con Ciudadanos y procurarse sus votos ha revivido a la formación de Arrimadas, partido en descomposición y a la deriva que, como cualquier náufrago, se ha cogido ansiosamente al flotador que le han arrojado, a partir de ahora convertido en un apéndice del sanchismo. Mejor eso, pensarán sus dirigentes, que perder el sitio (y las prebendas).
¿Piensa alguien que esto no incidirá en las elecciones de Castilla y León? Al comienzo de la campaña Ciudadanos bordeaba la irrelevancia, luego empezó una remontada alicorta, algo más animada a partir de ese debate tedioso en el que Mañueco y Tudanca empataron a nada, y ahora las encuestas asignan a Igea los votos suficientes para hacerse con un par de procurados y señalan que se acerca al tercero, porque eso es lo que tiene revivir al amparo del poder.
¿Qué Sánchez ha tenido mucha suerte? Pues sí, pero es que la suerte interviene en todo, también en las votaciones, aunque a mi modo de ver no solo se trata de una cuestión de suerte. No sacaré a colación la manida cita Virgilio (“Audaces fortuna juvat”), sino otra atribuida a Jacinto Benavente, el autor de “Los intereses creados”, Premio Nobel de Literatura: “Todos creen que tener talento es cuestión de suerte; nadie piensa que la suerte pueda ser cuestión de talento”, en este caso de talento político, lo cual, en nuestro degradadísimo sistema parlamentario, equivale a desparpajo para maniobra en los sótanos. Pedro Sánchez, que al respecto anda sobrado, madruga a quien se confía.
Carambola de suerte, pero carambola a tres bandas. Ojo al dato: camarón que se duerme, se lo lleva la corriente.