Hoy se han entregado los premios taurinos de un conocido periódico madrileño. Los galardonados han sido los cirujanos taurinos Máximo García Padrós, de Madrid y Carlos Val-Carreres, de Zaragoza, así como el diestro José Antonio Morante de la Puebla.
Todo ha concurrido con normalidad y entre los numerosos asistentes estaba Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid y destacada aficionada a los toros.
Pues bien, de esta última las redes sociales han destacado alguna de las frases de su discurso como que el ejemplo que “la tauromaquia significa una exaltación de la vida tanto en Madrid como en España”.
Bueno son frases que suenan bien, aunque sean un poco altisonantes. Lo que sí está claro es que la feria de San Isidro, que terminó el domingo, de lo que sí fue un ejemplo fue que, con las grandes entradas en la plaza de Las Ventas de la mayoría de los días del dilatado ferial, es que hay una consolidada afición y que como titulaba la vieja película de los años 50 del siglo pasado "La fiesta sigue", lo que no es poco en los años que corren en los que todo se quiere poner patas arriba.
Por supuesto que, la Tauromaquia, como todo está en evolución, todo cambia y nada permanece, decían los clásicos, pero lo que importa es que hay un público que acude a las plazas y que hay muchos toreros que arriesgan su vida para el disfrute de aquel y también del suyo propio, creando un arte efímero pero imperecedero en la memoria de quiénes lo contemplamos.
Incluso, los toros o la tauromaquia como ahora se le llama, resiste impertérrita los embates de los de dentro y los de fuera. Me llama la atención ver cómo críticos o aspirantes a serlo, le pronostican todos los males y hasta su inminente desaparición.
Ya lo decía don José María de Cossío al principio de su magna obra: “que llevaba oyendo el final de la fiesta desde hacía años y esta seguía vigente”.
Ahora, el personaje principal de la última novela de Aramburu de este año "Los vencejos", también dice que los toros van a desaparecer, cuando está a punto de suicidarse. Esto es, el que va a desaparecer es él.
En fin, habrá cambios y todos los asumiremos, qué remedio. Pero me temo que muchos que ahora disfrutamos con los toros nos iremos para el otro mundo, o lo que sea, sin que la Fiesta, la Tauromaquia o como quiera llamársela, deje de tener vigencia entre nuestras gentes. Sin duda, a pesar de los agoreros, que medran con eso: "La Fiesta sigue".