La RAE define el maquillaje como “el aplicar cosméticos a alguien o a alguna parte de su cuerpo, especialmente su rostro, para embellecerlo o modificar su aspecto”. Pero en su segunda acepción lo define como “modificar la apariencia de algo para disimular su verdadera naturaleza”.
De esta forma, a quien me lee le cabrá la duda de a cuál de las dos acepciones me refiero en el título de esta columna, y la verdad es que a la ministra le caben perfectamente las dos.
Basta con bucear en Google y comparar el aspecto de “la Yoli”, cuando ejercía de militante comunista y abogada laboralista en tierras gallegas, donde desarrolló su carrera política como concejal, parlamentaria regional, diputada nacional, ministra y, por voluntad de Pablo Iglesias, vicepresidenta del Gobierno de España. Y coincidirán conmigo en que su aspecto físico, maquillaje, peinado y vestuario incluidos, nada tiene que ver con lo que exhibía en su Galicia natal.
Sí persiste en su afición por pintarse los labios de rojo brillante que traslada optimismo y resalta el blanco de los dientes. Churchill y Elizabeth Arden lo utilizaron hábilmente en la guerra mundial para aumentar la belleza el primero y con ello subir la moral de las tropas, y para apoyar en las reclamaciones de las sufraguistas, para la segunda.
Pero hay un segundo maquillaje, más próximo a la segunda acepción que a la primera, aunque en esta ocasión nuestro personaje (o personaja que diría ella) simultaneó las dos: Me refiero a la visita que nuestra Yoli hizo al Papa con un nutrido cortejo, (siete acompañantes nada menos), para maquillar su actitud frente a la Iglesia Católica Española.(aborto, eutanasia, etc.).
Es difícil saber qué buscaba en este viaje del que se enteró el “presimiente” dos días antes, pues la visita de una agnóstica declarada, comunista desde los genes que le trasmitió su padre, salvo que también se tratara de una nueva operación de maquillaje intentando hacer ver que el comunismo, que es el sistema que más millones de asesinatos ha cometido en la historia de la humanidad, es compatible con la doctrina social católica.
Vamos, como si quisiera quitar el miedo a todos aquellos posibles votantes a los que el comunismo inspira simplemente miedo. En todo caso, en el numeroso cortejo que la acompañó en el falcon, alguien se ocupó de la imagen de Yolanda.
Y la tercera ocasión en la que el término maquillaje saltó a las palestra fue cuando Alberto Núñez Feijóo comentó ante la triunfal comparecencia de la ministra para informarnos de las históricas cifras del paro y el empleo del pasado mes de mayo. Y ciertamente Núñez Feijóo tenía toda la razón al hablar del maquillaje de las cifras exhibidas por la ministra.
Y es que la ministra presumía de que todo ello era fruto de la reforma laboral impulsada por el gobierno “sanchezstein” y aprobada gracias al despiste (?) de un diputado popular, y que no fue la derogación de la reforma laboral del PP, tantas veces anunciada y tantas veces utilizada por el Gobierno, (gracias a ella pudieron aplicarse los ERTES durante la pandemia), pero que al final se redujo a un maquillaje de la tan denostada reforma popular.
Y claro, cambiando la terminología con la que se definen los distintos modelos de contratos, no es posible establecer una comparación que se ajuste a la realidad laboral de cada cual, pues si exceptuamos el contrato laboral y el parado “de toda la vida” los nuevos conceptos introducidos en las estadísticas son un auténtico maquillaje: una vez desaparecidos los contratados por obra y servicio, con los problemas que se han generado en la contratación pública, y buscando la estabilidad en el empleo y la eliminación del trabajo eventual o temporal, no quedaba otra salida que incluir en el apartado de “fijos discontinuos” a muchos de ellos.
El fijo discontinuo es una modalidad de contrato que existe desde siempre, en aquellos puestos de trabajo que por su contenido no se prolongan a lo largo del año, como los socorristas de piscinas de verano, los trabajadores de las estaciones de ski, o los temporeros del campo ligados a la recogida de la aceituna, las fresas, la vendimia o tantas otras labores.
Pero es que en el mundo de las actividades ligadas al turismo, a agricultura, el comercio, etc., no es posible contratar para todo el año, y eso explica el por qué de los contratos temporales, sin con ello pretender justificar determinados abusos cometidos en algunos casos. Y la solución “chupi” de nuestra ministra es sacarles de este epígrafe e incluirlos como fijos en el apartado de fijos discontinuos, con lo cual, aunque trabajen tan sólo unas semanas al año, y no aparecen nunca en las listas de parados, sino en el de fijos.
Así pretenden engañarnos. Y si esto no es un maquillaje de las cifras es una clara manipulación de las mismas, lo que sería peor.
Y respecto de la disminución del paro juvenil, basta echar un vistazo a nuestra pirámide poblacional y al número de jóvenes que desciende año tras año, entre la disminución de la natalidad y los que cada año cruzan la frontera para buscarse la vida en otros países, para ver que tampoco aquí interviene la ministra para presumir de ello.
En definitiva, que Alberto Núñez Feijóo tenía toda la razón al criticar las cifras, y quien desbarraba por completo era la ministra al cuestionar la preparación de Núñez Feijóo, si bien esta vez se supo explicar ella sola sin tener que recurrir a que lo hiciera otro ministro, (“Escrivá, mejor explícalo tú “), como cuando no fue capaz de explicar la situación de los trabajadores afectados por los ERTES durante la pandemia, ni tan siquiera al pobre Ozores que traduce de maravilla los balbuceos de la vicepresidenta.
Y para no olvidarme de nuestro alcalde, que ha sufrido un nuevo varapalo judicial por la ilegalidad de sus decisiones, será que quiere una tercera por no aplicar la Ley a los usuarios de bicicletas y patinetes que siguen invadiendo las aceras?
Hasta la semana que viene.