El único que se ha atrevido a explicitar lo evidente ha sido Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha. En el PSOE de hoy día, ha venido a decir, sólo manda uno y los demás “somos monaguillos”. Es decir que el partido socialista es en realidad el partido sanchista y que no hay voluntad colectiva, sino la del secretario general de la organización, Pedro Sánchez.
De hecho, desde su entronización, y más todavía tras ser nombrado jefe de Gobierno, ha ido laminando a todos sus rivales dentro del partido, incluso a quienes le fueron fieles y luego dejaron de serle útiles, convirtiendo la formación otrora colectiva en un erial donde no hay discrepantes de las decisiones presidenciales.
El ejemplo más notorio de ese omnímodo poder personal lo tenemos en el bandazo de su posición sobre el Sáhara, decisión no consultada con nadie y opuesta a la mantenida oficialmente hasta el mismo día anterior. Ni una sola voz disonante se ha pronunciado en el partido contra ese cambio radical de postura, cuando todos sabemos que si hubiera habido una consulta libre y secreta serían una mayoría los parlamentarios socialistas opuestos a semejante decisión.
Es, digo, el ejemplo más brutal, entre muchos otros, del cesarismo imperante en el partido gubernamental, que contrasta con la pluralidad e incluso las disidencias habidas en la historia de la formación. ¿O es que no nos acordamos ya de las dificultades de Felipe González dentro de su comité ejecutivo, con contestaciones públicas y rectificaciones de política forzadas por las bases?
Se me podrá argüir que Pedro Sánchez encuentra muchas veces oposición entre sus socios parlamentarios e incluso entre sus aliados de Gobierno. Pero, como sabemos, es una oposición sin trascendencia porque, de una parte, Unidas Podemos al final hará todo tipo de componendas para permanecer en el Gobierno, mientras que los socios antiespañoles del presidente quieren que éste dure indefinidamente en el poder porque eso ayuda a sus propósitos de destruir el Estado desde dentro.
Por eso, por la convicción de que su poder no será realmente puesto en duda, Sánchez puede permitirse el anticipar que volverá a presentarse a la reelección en 2023 con el añadido, además, de que aquí a entonces, con las oportunas subvenciones y los fondos europeos también a su servicio, la reelección para él es mucho más que una mera posibilidad.