Juan Belmonte
Estos trastornos de personalidad pueden dar enfermedades físicas como adicción al alcohol, drogas, conducta autodestructiva, comportamientos sexuales de riesgo y conflictos con los valores sociales, al tiempo que caer en procesos psiquiátricos (ansiedad, depresión o psicosis) de difícil curación por ser individuos que son reacios a seguir el tratamiento por falta de confianza en el médico. Como vemos todo un vademécum donde con seguridad se pueden catalogar a los distintos genios del toreo.
En la actualidad el toreo ha dejado de ser una lucha fría y de muerte entre los dos protagonistas principales, para convertirse en una “pelea” que conlleva arte. Arte que se define como “el conjunto de reglas idóneas para dirigir una actividad determinada hacia la transformación de una realidad dada, por medio de una expresión única”
¿A quiénes podemos considerar genios del toreo? En el siglo pasado a Belmonte y a Manolete y en el que estamos viviendo a José Tomás y a Morante de la Puebla.
Tratemos de analizarlos:
Belmonte: su valor, su coraje, su genio y su temperamento le hacen diferente a los demás. Artista suicida y revolucionario que a su agitada vida añadió el misterio de su muerte. Y se necesitan estos aderezos para no ser un torero normal, de ahí que Belmonte fuera un artista jugándose la vida. Una vida que cuestionó cuando ante la pregunta formulada por Valle-Inclán de: “Juan, ahora lo único que te falta es que un toro te mate en la plaza”, contestó: “Se hará lo que se pueda D. Ramón” y luego puso fin en su finca de “Gómez Cardeña”.
Y es que Belmonte murió el mismo día que Joselito perdió la vida en Talavera de la Reina, porque, al igual que su compañero, estaba harto del público, como se deduce de la conversación que mantuvieron en la plaza de Madrid cuando toreaban juntos el día antes de la tragedia y Joselito le espeta: “debemos retirarnos porque así no se puede torear”, asintiendo Belmonte.
Joselito que estaba perdidamente enamorado de la hija de un ganadero salmantino, quien no aceptaba semejante noviazgo y por cuya decisión el torero estaba desesperado.
Belmonte cuando murió su compañero y amigo Joselito, se quedó completamente huérfano en el mundo del toro, y sobre sus espaldas recayó toda la responsabilidad que antes llevaba el de Gelves.
Y de necesitar hacer las cosas de manera rutinaria (bajo un nivel de ansiedad muy elevado), se está cautivo de una manía patológica, más en estos comportamientos ritualizados que abocan a personalidades obsesivas, de personas primarias de escaso nivel cultural (por mucho que alternara con personalidades y leyera con fluidez) y de personas perfeccionistas.
Belmonte, es indudable que además de tener sensibilidad y flexibilidad estaba dotado de la cualidad de influencia sobre los demás, como lo demuestra las personas que le rodearon, aún de novillero, en el homenaje que le dispensaron los intelectuales y artistas de la talla de Ramón Pérez de Ayala, Manuel Machado, Gerardo Diego, hermanos Quintero, Jacinto Benavente, Natalio Rivas, conde de la Maza, Romanones, Santiago Alba y un largo etc.
Un Belmonte que, al igual que su inolvidable Joselito, perdió los papeles cuando a sus 70 años se enamoró de una joven en un amor imposible.