José Tomás: ¡El torero de las cero pulsaciones! como alguien lo definió. El mismo que plasma sobre la arena lo que entrena día tras día, en el salón rodeado de espejos para verse, gustarse y examinar lo susceptible de enmienda, al ser consciente de que luego, delante del toro, es imposible rectificar lo mal hecho. Su teoría es que: “toreando de salón y corrigiendo defectos, se puede lograr lo que quieras si luego lo completas con la colocación ante el toro”. ¡Axioma más que importante!
No está de acuerdo con la frase de Faico que dice: “La sangre que se va por las cornadas es la sangre de los valientes y la que queda y se repone es la de los cobardes” y lo ha demostrado arrimándose cada vez más a pesar de sus constantes cogidas de las cuales algunas acaban en cornada. Es el torero de la cara inexpresiva y que se transfigura en la plaza hasta el extremo de perder el norte, a veces, en el paseíllo, para luego delante del toro: emocionar, asombrar y dejar estupefactos a los asistentes al rito de sus faenas.
El torero que en la playa de Tarifa permanece horas y horas sentado en postura de yoga mirando al mar, tal vez meditando esa filosofía del samurái y el yoga que le inculcó su antiguo apoderado Antonio Corbacho, y en la que el cuerpo es simplemente el soporte del alma y que él, luego en la plaza, se juega de forma temeraria.
Posiblemente, por aquello de declararse ateo, es el único torero que no lleve capilla a las habitaciones de los hoteles que ocupa antes de la corrida.
El mismo que no baja vestido de luces en los ascensores de los hoteles y trata de parecerse al Che Guevara hasta en la imagen personal. El que, como su apoderado actual dice, no es que no quiera que sus actuaciones se televisen, sino que lo que él no admite por nada del mundo es que se lo imponga la empresa.
Televisión cuando y donde él quiera, para que llegue al mayor número de personas posibles. Busca preservar su libertad e independencia y actuar con justicia, aparte de sus diferencias con el director de Movistar Toros. Busca la soledad. La gente le abruma, y habla poco y con tono bajo para que la gente lo escuche con atención e interés.
José Tomás embriaga al público y por eso en temporadas pasadas sus honorarios se dispararon en Valladolid, cuando por dos actuaciones llegó a cobrar 400.000 euros, si bien no está apegado al dinero como ha demostrado, con su desprendimiento, en diferentes actuaciones.
¡Son otras sus motivaciones! Que, sin lugar a dudas, estarán ubicadas en algunos de los perfiles de personalidad que expongo con anterioridad.