La digitalización del campo y de la agroalimentación ha llegado para aportar más calidad a las producciones alimentarias. Cada vez es más destacada la aportación que la agricultura de precisión supone para los cultivos en general. Conocer exactamente cuánto abono utilizar y más ahora que sus precios se han multiplicado por tres, cuánto fitosanitario aplicar, y así en cada una de las prácticas agrarias que hay que desarrollar durante el proceso de crecimiento de cualquier producción agraria. Esto supone llegar a la máxima eficiencia del trabajo en el campo.
Revolución tecnológica
No queda tan lejos cuando aún se recolectaba el cereal con la hoz o cuando se usaba el trillo para separar el grano de la paja y después se aventaba para dejar completamente limpio el grano. La revolución tecnológica del campo es probablemente la más rápida y contundente que se ha producido en los últimos 50 años en un sector económico. El sector agrario estuvo siglos sin avanzar y en muy poco tiempo se han incorporado el uso de las tecnologías en todos sus niveles de actuación. Solo hay que hablar con un agricultor para conocer las condiciones en las que trabaja actualmente y puede equipararse a las que tiene cualquier otro sector productivo como podría ser la automoción, el sector farmacéutico o cualquier otro.
Hacer uso de todas las posibilidades que brinda la Inteligencia Artificial es otro de los retos de mejora que tiene a su disposición la agroalimentación. El uso de la tecnología blockchain muy conocida por el desarrollo en los bitcoins y consistente en que a través de una cadena de bloques de datos vinculados entre sí y cuya verificación la realiza una red de nodos, así como cualquier actualización que se produzca. Registra, protege y conserva la información de cualquier operación digital sin intervención de terceros. En definitiva, un blindaje absoluto de cualquier actuación que se realiza cuando se usa esta tecnología.
Origen y calidad
En el caso de los alimentos puede representar el conocimiento del origen de las materias primas y todo el proceso de trazabilidad de producción de los alimentos. Los consumidores quieren conocer cada vez en mayor medida de dónde viene lo que consumimos. La garantía de origen además de una garantía sanitaria es una garantía de calidad.
Desde las administraciones públicas siempre se ha perseguido acreditar la trazabilidad de los alimentos, de hecho, hay sectores que destacan especialmente en este control, uno de ellos es el lácteo, en el que se realizan declaraciones de entrega de la leche con un extraordinario rigor en cuanto a su origen y destino, lo que permite localizar un lote de producción si se descubre algún problema para la salud pública. Pero esto no es así para todos los sectores productivos, ya que hemos conocido importantes crisis alimentarias en las que no se ha podido identificar con facilidad las partidas de alimentos afectados por algún problema. Incluso en la famosa crisis de los pepinos que se desató en Alemania en 2011 se acusó a España infundadamente de ser productora de los pepinos contaminados, cuando resultaba que el origen de la bacteria se encontraba en unos brotes de soja en una granja de Baja Sajonia.
Calidad de los alimentos
Por otra parte, acreditar que en las Denominaciones de Origen o en las Indicaciones Geográficas Protegidas, que son las figuras de protección de la calidad de alimentos más destacadas, las materias primas proceden de donde señalan sus Reglamentos es fundamental para garantizar la calidad.
Contamos ahora con una herramienta precisa y que ofrece todas estas garantías a la alimentación europea, que tiene un papel muy destacado a nivel mundial. España puede situarse a la cabeza en la implantación del blockchain, como potencia agroalimentaria que es, con una cifra anual de negocio que acredita su fortaleza y que ronda los 60.000 millones de euros anuales. Tiene un carácter estratégico en nuestra economía, lo estamos comprobando vivamente con la invasión de Ucrania.
En Comunidades Autónomas como Castilla y León más aún, ya que es la región que posee 71 Denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas Protegidas y que por lo tanto más alimentos de calidad posee. Implantar el blockchain en la cadena alimentaria supondría un salto cualitativo que no podemos perder, porque garantizaría una información clara y veraz sobre los productos y sus características vinculadas al origen geográfico, y eso permitirá decidir las compras con mayor conocimiento, y conseguiría que el consumidor decidiera pagar un poco más por una calidad superior y acreditada al cien por cien. Esto le permitiría a Castilla y León incrementar sus ventas en el mercado.
Ofrecería al consumidor tener datos ciertos sobre la huella de carbono y por lo tanto sobre la tan demandada sostenibilidad. Información sobre el bienestar animal cuando se trate de carne o de leche.
Fondos Next Generation
España tiene que aprovechar los fondos Next Generation (que deberían gestionarse con más agilidad) para fortalecer su posición en las producciones agroalimentarias y Castilla y León también, ya que este es el sector que más actividad económica genera en nuestro territorio, y especialmente en el medio rural donde se localizan la mitad de sus empleos. Nuestro país bien merece situarse en la vanguardia tecnológica en este sector.