Han sido unos días intensos para participar en un Congreso Internacional de Abogados en el que he tenido el honor de dar una conferencia naturalmente jurídica titulada “La Justicia gratuita como Derecho Constitucional”. Y que además tenía un engarce en nuestra Constitución Española de 1978 y puede tenerlo en la cubana de reciente aprobación, pues es de 2019.
El Congreso, con más de 1000 asistentes, ha pasado revista a los múltiples problemas de la sociedad cubana desde la óptica jurídica y, en concreto, el derecho de defensa como garantía del ciudadano, planteado acertadamente por la Organización de Bufetes Colectivos, organizadora del evento, y que son similares a nuestros Colegios de Abogados.
Pero, como es lógico, el Congreso sirvió para intercambiar ideas y, yo mismo, expuse que las mías eran, aunque fundadas, lógicamente provisionales y contrarias a cualquier dogma, lo que dicho en Cuba tenía su sentido. Y es que, del conjunto de las exposiciones deberían obtenerse mejoras y consecuciones cuyos destinatarios serían los propios ciudadanos.
Y, claro, además del Congreso, había que echar un vistazo al país a través de su capital, la bella La Habana, y, desde luego, no puede decirse que no haya contrastes, algunos muy profundos, que pienso arrojan motivos de reflexión para un cambio que desde la óptica jurídica ya se está produciendo y que también desde la política y la economía creo que empiezan o deben empezar a darse. Sobre todo, porque el gran pueblo cubano lo exige y merece.
Haya o no bloqueo norteamericano, que lo hay, y hace daño profundo, pero que como me decía una amiga abogada cubana, necesitamos nuevas energías que tienen que llegar de la apertura al mundo que permitan la entrada de esas nuevas sinergias para que los niños y los jóvenes, sobre todo, tengan un futuro alentador.
Naturalmente, creo que todo es posible sin renunciar a las conquistas de su revolución, ya que como dijo su ideólogo Fidel Castro, por cierto, abogado, “los avances los hace el pueblo no las personas”, y ese pueblo comprobé que ansía mejoras urgentes.
Un pueblo ejemplar en su comportamiento y amabilidad, y yo tuve ocasión de comprobarlo con motivo de un episodio en mi salud dentro y fuera de la clínica donde fui atendido.
Y, otro apunte, existe un respeto y en muchos casos devoción a los símbolos religiosos como es a la Virgen de Regla, patrona de La Habana, su catedral perfectamente conservada y cuidada con esmero y el monumental Cristo de La Habana, de mármol de Carrara, también cuidadosamente emplazado en un lugar estratégico para ser admirado.
Indudablemente, a pesar de todo ello, hay muchas cosas que mejorar, por ejemplo, no existe más prensa que el periódico oficial Granma, por lo que he pasado diez días sin tocar otro periódico, lo que ha sido una extraordinaria novedad. Pero la presencia española sigue vigente, incluso me llamó la atención que la fiesta de los toros, desaparecida por orden de los norteamericanos cuando allí mandatan, se mantiene con nostalgia en uno de sus mejores restaurantes, como es el Paladar San Cristóbal, adornado con carteles de una feria de San Isidro de Madrid.
Y no digamos la decrepitud de muchos de sus vehículos, incluso los ostentosos Cadillac americanos, a los que siguen rindiéndose culto, como igualmente a su imponente Capitolio, copia también del pasado norteamericano, como lo es igualmente su sala de fiestas Tropicana, que a duras penas mantiene su esplendor.
Pero, sobre todo, se nota angustia por la falta suficiente de suministros de alimentación y otros artículos básicos, que hacen muy dura la existencia de la gente.
En fin, a pesar de ello, la esperanza sigue viva, y el deseo de mejorar las cosas mucho más. Esperemos que lo consigan pronto.