Hace pocas semanas escribía acerca de lo rápido que acontece todo y la escasa atención que prestamos a cada suceso diario porque el siguiente eclipsa el anterior.

El pasado martes iba en mi coche y escuché la noticia de que una madre y su hija habían sido asesinadas a cuchilladas en su casa por el hombre con el que la madre convivía.

Me estremecí, pero lo hice aún más y se me pusieron los pelos de punta cuando según avanzaba por el Paseo Zorrilla en Valladolid miré a la derecha, y ví un grupo de cámaras de medios de comunicación apostados al lado de una famosa cafetería en pleno centro de esta arteria principal de la ciudad de Valladolid. Un lugar por el que transitan alegremente todos los vecinos de esta ciudad y por el que yo he pasado cientos de veces.

Qué impresión y qué sensación tan horrible darte cuenta de que algo tan espantoso sucede a pocos metros de donde has vivido y de un lugar en el que tantas veces has frecuentado para tomar un café.

LA PROXIMIDAD ACERCA LA REALIDAD

Es llamativo, pero cuanto más cerca acontece el horror mas conciencia adquieres del drama y de la tragedia. Más próximo sientes el aliento en tu nuca de que la tragedia acecha en cualquier sitio y a cualquier hora.

Una madre y su hija de tan sólo 8 años habían sido asesinadas acuchilladas por un hombre con el que convivía la madre, hacia poco tiempo que Paloma convivía con él. La familia de Paloma era conocida en Valladolid por la empresa que regentaban. Todos nos conocemos en las ciudades de este tamaño.

Rápidamente se conocieron los detalles y corrieron como la pólvora por la ciudad. El asesino, David Maroto (¿por qué tanta delicadeza para hablar de “presunto” cuando tenía sangre en las manos?) tenía adicción al alcohol y a las drogas, así como tener una denuncia por haber maltratado a otra mujer en 2017.

Paloma no conocía este último hecho. En diciembre pasado 13 mujeres murieron a manos de sus parejas o exparejas, fue el mes que más asesinatos se produjeron desde que hay registros de violencia machista.

¿DONDE ESTÁN LAS MEDIDAS DE PROTECCIÓN?

Había casos en los que precisamente las muertes se produjeron porque el sistema no funciona. No existen medidas agiles y contundentes que protejan a las mujeres y a los menores cuando existe una amenaza sobre su integridad física. El sistema tiene que anticiparse y personalizar las medidas.

Cité recientemente el caso de Sandra, una amiga que había intentado denunciar el maltrato psicológico que estaba sufriendo y que cuando llamó al teléfono de violencia de genero le preguntaron por los audios o la documentación que acreditaba el maltrato. Ella solo podía declarar que el maltrato que sufría era continuado y que no tenía videos, ni audios que probaran lo que sucedía porque era una acción continuada en el tiempo y en muchas ocasiones su agresor ni siquiera hablaba.

Sólo una secuencia de acciones maliciosas y dañinas como la que se produce en la tortura mediante una gota de agua permanente sobre la frente, hasta que te orada el cerebro.

Ya lo dije hace unas semanas: ¡EL SISTEMA NO FUNCIONA! Sandra me explicaba que había tenido que acudir a la Comisaría de la calle Gerona en Valladolid a denunciar a su marido por incumplir el auto de medidas de su divorcio con respecto a su hijo, y se topó con una agente de policía que desde nada más entrar dudó de la veracidad de su denuncia y la cuestionó sin más. La agente hablaba por teléfono con su marido y le daba la razón en su comportamiento sin más averiguaciones.

¿Cómo va a encontrar protección una mujer que en el primer sitio que se siente cuestionada es en la Comisaría de Policía? Este es el sistema de protección de mujeres y de menores que tenemos frente a los agresores. Todas las medidas sobre el papel y por lo tanto ineficaces.

REITERACIÓN EN LA AGRESIÓN: ASESINATO DOBLE

Ineficacia que no nos podemos permitir. Mujeres y menores asesinados como Paloma e India. Un crimen atroz a manos de un alcohólico y drogadicto que ya había agredido a otra mujer y que campaba a sus anchas por la sociedad.

¡No hay derecho a que esto suceda! Ver las imágenes de los dos ataúdes de Paloma e India en la Iglesia de los Franciscanos que dirige con fervor y apasionada dedicación el Padre Javier hacía que se me saltaran las lagrimas de impotencia: una MADRE Y SU HIJA, UNA FAMILIA DESTROZADA.

Al día siguiente la madre de Paloma a las puertas del juzgado suplicando a la Policía ver al asesino de su hija. Implorando que la dejaran verle. ¡CUÁNTO DOLOR! ¡CUÁNTA PENA! Me uno a esa madre en su dolor desde lo más hondo de mi alma.

Cuánta tristeza y desgarro en esa madre y en esa familia porque el sistema no está adaptado a la defensa de una lacra de este tiempo: individuos con desequilibrios de la personalidad graves y con adicciones que transforman su personalidad de un momento para otro y que a pesar de haber agredido a otras mujeres pueden conocer a otra, que ni siquiera tiene la oportunidad de defenderse porque no la han avisado de que vive con un monstruo.

La sociedad está avanzando y creemos que el Estado de Bienestar lo puede todo, pero una de las terribles consecuencias del mismo es la existencia de personalidades desatadas, depravadas que asesinan al prójimo. La sociedad tiene que sensibilizarse, tiene que exigir que el sistema funcione, tiene que ser consciente de que sólo desde la exigencia máxima a los poderes públicos desarrollaran un sistema de protección mejor.