Jean-Claud Mari Vicent, economista francés del siglo XVIII, tenía una frase que yo he utilizado muchas veces sin conocer su autoría: “”dejar hacer, dejar pasar”, que nuestro más reciente patrio Ortega y Gasset transformó y alteró en su “siempre es más fácil dejar de hacer que hacer”. Ambas, de un modo u otro, hacen referencia a una actitud muy patria, cual es la de dejar que pasen las cosas que el tiempo las pone en su sitio y si no se ponen en su sitio, será porque no era su sitio; finalmente, no hagas nada y deja fluir, como dicen ahora los modernos mononeuronales.
En España, mientras gobierna la izquierda, los ciudadanos se someten a un modo de anestesia mental y destrucción intelectual que permite al destripaterrones de turno hacer lo que le plazca sin control alguno, con una aceptación estúpida que no se comprende, pero que alcanza a la admisión de que se dejen los violadores en la calle y se llame machistas a las juezas que, aplicando la ley, los sueltan para, finalmente, loar a la que llegó al cargo sin preparación alguna y con el único mérito de compartir cama con el macho alfa del momento y del partido.
Se produce la mayor y brutal inflación conocida en este país, se dispara el gasto público hasta niveles de imposible cumplimiento y endeudando generaciones enteras, se engaña a los pensionistas, se miente a los trabajadores, se eleva el gasto energético y de los alimentos de primera necesidad y la culpa se traslada a las empresas, pero el ciudadano no hace nada, deja hacer y deja pasar, con una paz mortuoria insoportable que sólo se rompe en los bares con una caña entre dos amigos.
Los sindicatos silentes, las patronales compradas, la ciudadanía sometida y todos con el “dejar estar, dejar pasar” nos vamos por el sumidero sin que nadie, absolutamente nadie, haga algo serio, solvente, sin histrionismos, con eficacia y sin necesidad de generar crispación, pero sí poniendo freno a una deriva involucionista que destruye el pasado, el presente y el futuro de nuestra democracia.
Parte de la idea de que la transición y el modelo del 78 está superado, que la nación es una forma periclitada, que la monarquía es un formato antiguo, que los controles democráticos se han ido y se irán desmontando paulatinamente para que, el “desmelenao” de turno que alcance el Gobierno y, a ser posible, la Presidencia de la República, nos someta sin pudor, pues ellos sostienen que la mejor forma de mantener al ciudadano es “minimizado y vigilado” como afirmó, sin vergüenza alguna y sin que nada sucediese, el coronel de la Guardía Civil Santiago.
Los terroristas, los nacionalistas, los socialistas, no mienten, otra cosa es que no les escuchemos, pero ellos no nos engañan, somos nosotros los que dejamos estar, dejamos pasar y ellos lo aprovechan.
Cuando alcanza el poder la derecha, pierde el valor y, tan pronto les llaman “fachas”, hacen cualquier estupidez para no parecerlo. Cada vez que les confrontan, manchan el pantalón y se someten al contrincante, sólo se hacen grandes con el próximo, con el camarada de partido o próximo a sus postulados que, tan pronto no se somete, le decapitan políticamente en lugar de apoyarse en él.
La derecha siempre, ya me lo decía JJ Cea, es cainita y canalla, así como cobarde, es muy fácil de domesticar desde el adverso y muy ruda y cruel con el propio y deja hacer a la izquierda para poder mantenerse en el poder…. Dejar estar, dejar hacer, así nunca habrá problemas, pues el que no confronta, no detecta la dificultad.
Es fácil criticar el trabajo que hacen otros, es fácil decir qué se debe de hacer, es fácil dejar que otros hagan el trabajo; pero, lo que es difícil es hacerlo, sostenerlo, defenderlo y acercar a otros para que lo sigan haciendo… ya lo dijo Ortega, en España eso, exactamente eso, no se hará nunca y así nos va.