Ya entramos en el tiempo litúrgico de más importancia para los creyentes, el tiempo de relajo que más interesa a todos tras el primer trimestre del año, oscuro, frío, serio, que se acaba con la primavera, con más sol, luz, templanza térmica y florido del campo.
 
En estos días de Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y más concretamente en el Jueves Santo, conocido como el día del perdón, desde que comencé a juntar letras en la prensa, y encuentro personas que son capaces de leer las mismas, consciente de mi abrupta forma de decir las cosas, de mi profesión, del poco cariño que soy capaz de transmitir y los pocos méritos que haga para ser querido, así como el daño que puedo ocasionar con mis formas, con mis escritos, con mis planteamientos, con mis modos de actuar, me gusta pedir perdón, por hacer daño, perdón por generar dolor, perdón por actuar con fuerza innecesaria o desmedida, no puedo pedir perdón por existir, no puedo pedir perdón por mis convicciones, ni por mis creencias, pero sí por mis excesos.
 
Procuro actuar con mesura, no zaherir innecesariamente e incluso si es preciso busco hacerlo de forma medida; pero, también, soy consciente de que no soy comprendido,  causo dolor que no pretendo y levanto ampollas que bien podía haber evitado.
 
No, no quiero cambiar, no quiero dejar de ser trasparente y decir las cosas sin giros, modos y maneras que oscurezcan su sentido, pese a que luego me suponga tener que pedir perdón, pues prefiero la claridad y la comprensión de lo que afirmo que perderme en un entramado de frases y circunloquios que impiden su comprensión.
 
También, puedo afirmar con paz interior que, consciente, deliberada y meditadamente, no creo haber causado daño, pues tan pronto como soy consciente de haberlo causado, procuro resolverlo, pedir disculpas y/o al menos saber, conocer el motivo por el que lo he causado y hacer lo posible por remediarlo. Es cierto que en mi profesión he de buscar los puntos débiles del adverso y utilizarlos para desactivar su posición y ello puede suponer dolor, como tener que hacer afirmaciones o presentar escritos contra quien no lo deseo, lo que ha generado dolo en el receptor y en mí, que lo hago por depender de un cliente, pese a lo cuál, pido perdón.
 
En mi profesión no se comprende que defiendas a un violador, a un asesino, a una presunta escoria de la sociedad, incluso hay profesionales, jueces, fiscales, etc. que te echan en cara que defiendas a esas personas y no comprenden que, el abogado, tiene dos facetas: una, la profesional, que le obliga a utilizar las técnicas que el derecho y los datos de autos le ponen en las manos para defender a su cliente y obtener una resolución que le favorezca, por lo que podemos causar daño y, por ello, sin poder ponerle remedio, ni dejar de hacerlo, pido disculpas. Una segunda, que cursa en el seno de nuestro despacho, en la relación con el cliente, que es de orden moral y en el que, con independencia de los autos, de las defensas, de acuerdo con los conocimientos internos del personaje y, sobre todo, del caso, al menos yo, debemos de afrontar con el cliente y exigirle la reparación del daño, así como someterse al escarnio que sea preciso y, este, es un daño por el que no voy a pedir perdón, pues la "reprensión fraterna", con más o menos dureza, es una misión que debemos de aceptar.
 
Muchos de los que en algún momento me han seguido, o me siguen, cuando llega este momento del perdón, se ríen, realizan una mueca, no sé bien si de mofa o de comprensión cariñosa, y dicen "ya está Enrique, es que no aprende". Pues no, no aprende, por tener un padre y una madre que tienen una fe que transmiten y que es de una fortaleza y solidez intelectual que ya quisiera yo haberla interiorizado, y unos valores de los que nunca agradeceré bastante me inocularan y que, por más que se mofen los demás, a nadie daña que le pida perdón, que muestre humildad, que reconozca mis limitaciones, pues que hacemos daño, lo hacemos todos, y no cuesta admitir que podemos zaherir o perjudicar a los próximos.
 
Por el daño que pueda haber provocado este año a adversarios, contrarios, clientes, amigos, a los que abronqué injustamente, a los que alcé la voz, al que negué alguna cosa, al que no traté con el cariño y afecto preciso, etc., PERDÓN.