Llevo unos días, unas jornadas en las que he dedicado un poco de tiempo por lo mañana -cuando el sol es todavía un bebé- al sano ejercicio de: dar pasos, esos 10.000 puestos en valor y en duda a partes iguales pero que, sí o sí, si no son 10.000, deben ser una cifra cercana para que realmente surtan efecto.

Cada día hago ejercicio y lo realizo por rutas diferentes (la monotonía de un mismo tramo frustra y aburre al caminante). ¡Pues bien! hoy he escogido el tramo que rodea la población donde vivo, es una carretera dependiente de la Diputación con una calzada de seis metros de ancho, sin arcén practicable salvo tramos en los que el estrecho espacio entre la calzada y la cuneta -a base de pisadas de tan transitado tramo- ha creado un pequeño camino sobre la hierba.

Un tramo de carretera que coincide paralelamente al curso diario del sol desde el nacimiento hacia el ocaso por lo que los paseantes -en estos horarios- se exponen a conductores que, cegados por el sol, les impide ver al peatón que está haciendo uso del poco camino que hay al borde, cuando no, directamente haciendo uso de la calzada.

Ya lo he denunciado en repetidas ocasiones y he expuesto en mi programa electoral de años posteriores el necesario ensanche de ese tramo a fin de crear una zona segura para los paseantes.

Esta mañana llega hacia mí un vehículo cuyo conductor me exigía de forma exorbitada con el brazo que me apartara de la calzada, que saliese al poco espacio que hay antes de la cuneta. La situación es la siguiente: Línea discontinua, nadie de frente peatón haciendo uso de la calzada.

Cuando ha pasado le he gritado: debería usted pasarse al carril contrario, pocos metros más adelante ha frenado y yo me he ofrecido a exponerle, a educarle lo que el Código de la Circulación dice al respecto.

Ha hecho amago de dar marcha atrás para acercarse y pensándoselo se ha marchado, no me ha permitido iluminar su falta de conocimiento sobre derechos y obligaciones de uso de las vías de comunicación terrestre, no sin antes, hacer el gesto habitual de la peineta, no ha esperado a recibir la lección que amablemente le iba a dar. Llego siendo un peligro y se va sin dejar de serlo.

No me queda más remedio que hacérselo llegar por aquí, si es que entre pifias circulatorias tiene tiempo de ver este periódico y enterarse antes de que atropelle a un peatón o ciclista por no trasladarse al carril contrario, respetando con ello, el espacio de seguridad de ciclistas o peatones porque, como los ciclistas, los peatones también tenemos derecho a esos 1,50 metros de espacio de seguridad y, no lo olvidemos, de los ciclistas respecto de los peatones.

Si se dan un paseo por la legislación que expongo más abajo es probable que evitemos tener que dar marcha atrás, recibir una lección o enfadado y sin razón marcharse haciendo la peineta -que está muy mal- educadamente hablando, además, es una infracción de tráfico (art 17 del reglamento de la circulación. No prestar atención suficiente al conducir) Porque seguro, mientras ejecutaba ese maleducado gesto, miraba hacia atrás por el retrovisor para regodearse.

Esta es la lección:

REGLAMENTO DE CIRCULACIÓN. Artículo 85. Obligaciones del que adelanta durante la ejecución de la maniobra.

REGLAMENTO DE CIRCULACIÓN. Circulación por zonas peatonales. Excepciones. Artículo 121.1 y 2 a, b y c

LEY DE TRÁFICO Artículo 35. Ejecución.