Hoy me he asomado al balcón de las noticias y una de ellas ha provocado en mí una especial perplejidad. Lo que hasta ahora se llamaba la Liga de fútbol en sus distintas categorías de Primera, Segunda División, etc.…, ahora ya no existe. La hemos cambiado de nombre. Ahora, usted, aficionado al fútbol o no, cuando oiga a los periodistas deportivos hablar de los partidos de fútbol de los equipos españoles, escuchará decir que el Real Madrid juega contra el Atlético de Madrid en la jornada “X” de la “LALIGA EA SPORTS” y que, por ejemplo, el Valladolid se enfrenta al Burgos en “LALIGA HIPERMOTION”. Ahí queda eso. La Primera División de toda la vida se llamará “LALIGA EA Sports” y la Segunda División, “LALIGA HiperMotion”. Yo me pregunto: ¿Qué necesidad hay de cambiar algo que todos entendíamos, que diferenciaba ordinalmente las categorías y que, además, estaba en español? Ahora nos lo ponen en inglés, sin respetar las mínimas normas gramaticales del español, que utiliza el artículo separado del nombre restringiendo su significado.
Rápidamente he ido al texto de la noticia para buscar la explicación pertinente porque, como siempre han dicho los clásicos en Filosofía, “todo efecto tiene su causa inmediata”, o, lo que es lo mismo “siempre hay un porqué. Y claro que lo he encontrado: EL DINERO. Todo por la pasta. Todo tiene su origen en la colaboración de cinco temporadas con la mayor empresa del mundo de los videojuegos que abonará a La Liga profesional una cifra que ronda los 30 millones de euros anuales durante los próximos 5 años.
Las explicaciones dadas por sus dirigentes son también dignas de tener en cuenta. Cito textualmente: «Se ha creado una alianza estratégica de la que se desprende una forma disruptiva de concebir el fútbol, se rompen las barreras entre lo físico y lo digital, creando un producto único que llegará a un público mucho mayor» Me niego a emplear tiempo en querer descifrar el texto, simplemente, como dicen algunos, “ahí lo dejo”. Que cada uno piense lo que quiera. Sí es cierto que, si el ejemplo cunde en el mundo de los comentaristas y narradores deportivos, nos vamos a encontrar con que, cuando queramos conectar con algunas de las emisoras en las que solemos escuchar los partidos de fútbol, vamos a tener que hacer un “máster”. ¿Qué pasará de los grandes programas deportivos seguidos por millones de españoles los fines de semana? Va a ser una ridiculez llamarse “Tiempo de juego”, “Carrusel deportivo”. Tendrán que reinventarse y adecuar sus cabeceras a los tiempos que corren, sobre todo si los euros se presentan como reclamo.
Todo esto me viene al caso para hacer una reflexión más profunda que tiene que ver con lo que todos pensamos: “poderoso caballero es don dinero”. Si se bautizan ligas y campos de fútbol, si se cambian voluntades y, según cuentan expertos en las batallas políticas, hasta se ganan o se pierden elecciones, ¿en manos de quiénes estamos? Recuerdo que en una charla a la que asistí en Madrid con los dos jefes de campaña de Obama y de McCain en las elecciones de 2008, ambos, concluyeron que la razón más poderosa por la que había ganado Obama era porque casi doblaba en presupuesto de campaña a su adversario. Es cierto que, junto al dólar, se aglutinaban otras razones que hicieron más atractivo un candidato que el otro, pero lo incontestable es que los americanos habían aportado más dinero en sus festivales recaudatorios a un candidato que al otro y ese fue el ganador. Pudo hacer más publicidad, apareció en las televisiones en momentos más decisivos por ser más caros, duplicó y triplicó en algunos casos su presencia en redes, medios de comunicación, y un largo etcétera. Los programas, las propuestas, pasaron a un segundo plano, lo importante es “aparecer”, manifestarse como el enviado, el elegido. Les confieso que me resultó un tanto escandaloso que, sin ningún complejo ni escrúpulo, se afirmara ese hecho como el decisorio de una campaña electoral: el dinero.
Dicho esto, en el momento en el que estamos, al arbitrio de un presidente que en vez de mirar el bien de sus ciudadanos y dejarles en paz, les convoca en el periodo vacacional a unas elecciones, me preocupan los derroteros que pueda alcanzar la política. ¿Será decisivo también en esta ocasión el dinero que gasten los candidatos? ¿Seremos capaces de discernir entre propuestas realizables y las oportunistas? Con el chupinazo de San Fermín empieza la campaña, esperemos que los ciudadanos no nos perdamos en mitad de la Estafeta y, por no correr y estar despistados, nos lleven por delante miuras y cabestros. España lo lamentará.