Viene al caso en esta reflexión “desde mi balcón”, un hecho vivido hace unos días con motivo de una comida con amigos. Entre los platos ofrecidos aparecía uno, cuyo nombre conocido por todos no quiero reproducir, por no dar pistas, y que termina con un añadido: “Deconstrucción”. El camarero, muy amablemente, nos explicó detenidamente la razón del plato. A varios comensales nos despertó la curiosidad y lo pedimos. Debo confesarles que las reacciones fueron distintas. Pero en mi cabeza se quedó grabada una sensación agridulce. Por una parte, el plato había resultado muy agradable de comer; por otra, la sensación de que me habían “metido un gol”. Había comido algo tan perfectamente compuesto y descompuesto que no me había enterado de nada. Tanto es así, que inmediatamente vino a mi mente todos estos acontecimientos que estamos viviendo en España después de las últimas elecciones, y me puse a pensar que las estrategias políticas de nuestros mandatarios no son más que “deconstrucciones” de la auténtica realidad, para que el pueblo nos comamos los platos que ellos nos sirven, no solo con sumisión, sino incluso alabando la destreza del “chef” en el manejo de los ingredientes.
La curiosidad por aprender más de esta técnica culinaria me ha llevado a investigar un poco de ella en el mundo de internet y me he encontrado con su creador, el famoso chef español Ferrán Adriá. Siguiendo sus explicaciones he visto que la deconstrucción en cocina consiste en la descomposición de los sabores integrando nuevas texturas a los platos. Se juega con sensaciones, técnicas, ingredientes, etc… Todo ello respetando las materias primas y el “gen” del plato original, con una armonía en la composición, potenciando sabores bajo la dirección y la creatividad del chef.
Me han llamado la atención dos explicaciones del propio Ferrán Adriá que expresan la intención que persigue con esta técnica: en primer lugar “generar en el comensal una sensación y experiencia en la que a simple vista no sepa diferenciar el plato, debido a que se va a presentar de una forma novedosa y distinta a la original”; y en segundo lugar, que crea esos platos “con el objetivo de adaptarlos al estilo personal”
Pues bien, todo esto es muy comparable con la actual situación política. En esta nuestra España, la cocina está en pleno rendimiento. Moncloa, el gobierno y sus adláteres, los estómagos agradecidos, los pegados y pinches de cocina periodística, el partido, todos están en plena faena de “deconstrucción”. Hay que servir al pueblo un plato lo suficientemente transformado que lo puedan comer sin enterarse de lo que están comiendo. La amnistía hay que “deconstruirla” de manera que su sabor amargo se cambie en dulce pastel democrático en favor de la convivencia. Habrá que utilizar técnicas sofisticadas: el aire, la gelificación, el nitrógeno líquido, la espuma, la liofilización, el cocido al vacío, la mentira y, sobre todo, una fuerte cantidad de narcotizante para que los comensales no solo se lo “traguen” sin percibir el auténtico sabor del plato y sus consecuencias, sino que además aplaudan al “Chef” que en su infinita bondad y excesivo narcisismo nos ofrece un gustoso plato.
Y esta es la situación, la amnistía, el soberanismo, el referéndum, la condena a un régimen democrático nacido de la convivencia y el olvido, el despilfarro económico de unos pocos, la rebelión, la opresión y la falta de libertades en algunos territorios de España, el blanqueamiento de terroristas, etc… se convierte en un hermoso plato democrático, deconstruido, listo para ser presentado a los ciudadanos que sumisamente se lo comerán.
Pero no olviden que el postre se está también cocinando. El indulto para unos desvergonzados dirigentes que robaron a los parados y se gastaron los dineros en clubes de alterne, gambas y cocaína, ya se está cocinando.
¡Cómo nos vamos a poner! Sobre todo, los que acudan al convite. Van a tener que tomarse una dosis extra de protector gástrico porque no se van a enterar de nada. Por eso, para que yo no tenga la sensación que tuve en el restaurante de que “me metían un gol”, “conmigo que no cuenten”, EN MI NOMBRE NO.