Como prometí el pasado viernes, hoy toca hablar de la entrega de los Premios Goya en el recinto ferial e intentaré resumir aquellos aspectos que, en mi opinión, que asistí invitado por nuestro alcalde, son dignos de comentar.
Y comenzaré recordando los aspectos físicos del mismo, diciendo que el acceso al recinto ferial en el que se desarrollaba la fiesta no era fácil, por cuanto las medidas adoptadas por la policía para garantizar el acceso al mismo de los tres mil invitados y particularmente del Presimiente Sánchez, que una vez más, exigió alejar a los ciudadanos para evitar recibir la habitual respuesta de rechazo que al grito de "fuera, fuera, fuera", y del "me gusta la fruta", o por decirlo más claro, "Pedro Sánchez hijo de p...", algo que no consiguió, pues en la proximidad de la alfombra roja había 400 ciudadanos que ovacionaban a algunos, y rechazaban a otros...
Para compensar, Television Española desplazó a una reportera, Inés Hernand, que se declaró fan del Presimiente, además de muy mal hablada, y montó un numerito que fue reprobado por el propio Consejo Informativo de la Television Pública, aunque más tarde el propio Sánchez agradeció sus palabras. Por cierto, me dicen quienes siguieron la retransmisión de la gala por TVE, que las imágenes intercaladas eran siempre del Gobierno y ni una sola de las autoridades anfitrionas.
Personalmente, llegué en un taxi hasta la puerta de acceso al recinto a las 8 de la tarde, que era la hora de apertura, pasando a una zona amplia en la que se ofrecía a los asistentes bebidas refrescantes y palomitas de maíz, para pasar el tiempo y saludar a los invitados. Los artistas y las primeras autoridades tuvieron un acceso y una sala de acogida independiente.
Llegadas las 9 de la noche, nos invitaron a pasar al auditorio montado especialmente para el acto, y tengo que reconocer que era realmente espectacular. Lástima que fuera efímero y que en la madrugada del domingo comenzaron a desmontarlo... pero la opinión general era muy favorable al montaje. El acceso a las localidades estaba bien organizado y en cada entrada figuraban el sector, la escalera, la fila y el número de la butaca. Mi enhorabuena a nuestros amigos de Madison. Creo que el protocolo fue organizado por la Academia del Cine, lo que explica que las autoridades locales y regionales ocuparon localidades, en términos generales, de inferior calidad de las que les correspondía.
Y dio comienzo el acto con un saludo de bienvenida a los presentes, de nuevo dando prioridad a los ministros, entre los cuales no estaba el ministro del Interior, que había programado su asistencia, pero que no se atrevió a venir después de conocerse el asesinato de dos guardias civiles en Barbate a manos de los narcotraficantes. Por cierto, en ninguna de las intervenciones que se pronunciaron en el escenario, ni los premiados, ni los artistas que entregaron los premios, ni el ofendido Almodóvar, ni siquiera el presidente de la Academia, hicieron la más mínima referencia a este luctuoso acontecimiento, como tampoco lo hicieron a la situación que vive el campo español, ni agradecieron a los tractoristas que respetaron la gala.
Por el contrario, sí hubo repetidas alusiones de carácter político o de contenido social; no podía ser de otra forma, aunque sin alusiones personales a los políticos presentes, salvo en la intervención de Almodóvar. ¡Faltaría más! Como señala José F. Pelaez en su acertado análisis de la gala, se habló de "Los niños de la calzada real, las mujeres acosadas, los palestinos y las palestinas, la diversidad racial, el pueblo argentino que está sufriendo mucho, la salas de cine, la trata de blancas, la explotación sexual, las personas que sufren Alzheimer, las personas trans, las niñas que quieren hacer cine y no las dejan, la emergencia climática, las lesbianas, los gays y hasta los nominados que nunca han ganado un Goya".
Por supuesto, nadie se acordó de los niños israelíes, ni de las mujeres israelíes violadas, torturadas y asesinadas en los kibutz por parte de Hamás. El antisemitismo sigue mandando en el cine.
Pero la guinda la puso Pedro Almodóvar, cuando, al amparo del recuerdo que se dedicó a los 25 años a su oscarizada "Todo sobre mi madre" y después de unos comentarios de muy mal gusto de sus chicas sobre lo que se habían comido..., quiso responder a unos desafortunados comentarios del vicepresidente de la Junta, sobre los señoritos subvencionados para rodar películas que "luego no ve nadie", algo que, a buen seguro, comparte buena parte de la ciudadanía, pero que no era precisamente el momento de decirlo.
Pero el problema es que Pedro Almodóvar mintió descaradamente cuándo afirmó que "los señoritos subvencionados" devolvían con creces a la sociedad, a través de los impuestos y la seguridad social el dinero recibido, lo cual es radicalmente falso. Por supuesto que como cualquier autónomo pagan sus impuestos, aunque al parecer no todos... y en este tema debía Pedro Almodóvar ser más prudente, pero en modo alguno superan los adelantos recibidos de la Administración, como después le replicó el vicepresidente de la Junta.
A este respecto y al de otros muchos aspectos de la gala, recomiendo leer el artículo de Angel Ortiz, director del Norte de Castilla y que titula "Un aplauso a los académicos del cine", cuya introducción dice: "Los organizadores de los Goya son unos artistas en todos los sentidos de la expresión". "Por ejemplo, para unas cosas son cultura y para otras son industria... Depende. Son cultura y por eso pueden opinar de todo y de todo saben, sobre todo de la política que les conviene en cada momento. Tenemos el país colapsado por la protesta de los agricultores, pero no importa, o estamos sometiendo nuestras leyes al dictado de un prófugo de la justicia pero tampoco importa", (...), "diciendo del cine que es algo así como lo más importante del mundo mundial y que sin el cine no hay vida, ni justicia, ni democracia, ni ecología, ni cultura, ni igualdad, ni paz en el planeta...". Para terminar afirmando que "la academia merece un aplauso cerrado, sonoro, rotundo y larguísimo, porque los Goya los sufragaron, entre otros, el Ayuntamiento de Valladolid y Tierra de Sabor, que depende de la Consejería de Agricultura de la Junta. En fin, un artículo que suscribo de la cruz a la fecha que diría un clásico.
El acto terminó cuatro horas más tarde del inicio con una intervención de Fernando Méndez Leite, que anunció que iba a ser breve...y ya sabemos lo que ocurre cuando alguien dice "voy a ser breve". En mi opinión, el acto fue demasiado largo, y lo mejor fue la interpretación musical y el recuerdo a nuestra muy querida Concha Velasco. En todo caso, recomiendo la lectura del espléndido trabajo de Ángel Ortiz.
El acto terminó con un muy buen y generoso ágape servido por los hosteleros vallisoletanos. El Presimiente, que llegó en un Superpuma y reclamó, cómo no, el falcon para volver a Moncloa poco después de las dos. Para él, la contaminación no cuenta... si es del falcon. Personalmente estuve hasta las cuatro de la mañana. Otros permanecieron un par de horas más, salvo quienes remataron la noche en distintas fiestas privadas.
Hasta el viernes que viene.