Es sabido, que después del Carnaval viene la Cuaresma, y que, en cada momento, el ser humano se comporta acorde a cada una de las circunstancias. El carnaval da pie a la farsa, la bufonada, lo dionisíaco, la impostura o mascarada, la crítica mordaz, la risa y la chirigota. Unos días en los que se nos permite transcender la realidad cotidiana y desordenar la mesura y rigidez de nuestros actos para parecer lo que no somos y dejarnos hacer lo que nos gustaría ser. Un paréntesis efectista que cumple la misión depuradora y purificadora. Pero, inexorablemente, después viene la Cuaresma para hacernos despertar de la ensoñación y recordarnos la seriedad y mesura de la vida cotidiana. Hacemos el examen de conciencia y, tras un acto de contrición y arrepentimiento, volvemos a lo apolíneo, la rigidez, la seriedad y el cumplimiento severo de nuestras obligaciones cotidianas, y, en algunos casos, al aburrimiento.
Esta reflexión viene al caso motivada por las últimas noticias que han saltado a todos los titulares sobre el caso 'Koldo'. Yo lo llamaría: 'Koldo-Ávalos -Sánchez-PSOE', porque aquí parece que todos tienen algo que decir. Han estado viviendo mucho tiempo en la falsedad. La risa, la mascarada, lo dionisíaco, la opulencia y el despilfarro han sido su proceder. Han vivido en un carnaval constante, tanto es así que, ocultos de sus máscaras traidoras, han sido capaces de criticar otras conductas e, incluso, apostar por condenar a sus protagonistas. No les ha faltado el descaro y la caradura para postularse como los defensores de la pulcritud y limpieza política. Han ocultado en sus disfraces lo ruin y granujas que han sido.
Pero, amigos míos, ya saben aquello de que el tiempo pasa y la época cuaresmal ha llegado desvelando la realidad de lo que había detrás de los disfraces. Ya no hay medio ni manera de ocultar al pícaro, bribón, granuja, golfo y sinvergüenza porque la realidad es tozuda y nadie puede saltarse, en el trascurrir de los acontecimientos, que hay una noche, previa al miércoles de ceniza, antesala de la cuaresma, en la que se quema todo, no solo como signo de purificación, que no es el caso, sino también como medio para desvelar la verdadera condición del que estaba detrás del disfraz. Se ha destruido la máscara y ha aparecido la verdadera condición de estos secuaces.
Algo huele a podrido y los indicios de sus andanzas son gravísimos, máxime cuando parte de ellos se produjeron en una época en la que los ciudadanos estábamos anestesiados por el miedo. Han aprovechado la debilidad de sus gobernados para engañar, trapichear. No les ha importado la gravedad de las circunstancias más que para su beneficio personal. Y la legión de correligionarios y voceros de sus bondades han callado sumisamente ante el poder porque se han creído intocables a sabiendas de que nada era normal. Han cerrado ojos y conciencias para mantener las prebendas del estado de gobierno. Todos han sido capaces de juzgar y censurar a sus oponentes, en una señal de cinismo mayúsculo, con repetidos titulares de prensa, inagotables noticias televisivas, tenaces y cansinas tertulias y hasta mostrando lienzos enormes con rostros de exculpados por la justifica con tal de tapar sus vergüenzas.
Y en esta comparativa religiosa-temporal, no podemos olvidar que después llega la pasión. Se ha desvelado un panorama “enmierdado” y ahora es el momento del sufrimiento. Les queda ese largo camino ganado a pulso a fuerza de sobornos, engaños e inmoralidad. Solo espero que triunfe la honradez y la resurrección no se la apropien estos sinvergüenzas, porque aquí los únicos que estamos siendo crucificados cada día somos los ciudadanos que seguimos pagando sus juegas, francachelas, atropellos, arbitrariedades y despotismos.